Briza necesita un nuevo empleo con urgencia. Daniel necesita una secretaria que además de hacer su trabajo prepare un buen café.
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capitulo 6
NARRA BRIZA:
Luego de llorar toda la noche como una estúpida por el mal parido de mi jefe, me quedo dormida en mi incomodo sofá. Cabe destacar que me tomé todo el licor disponible en mi departamento, maldije a todos los hombres del planeta y me desperté con una resaca de los mil demonios y la cabeza hacha un lio.
Para colmo de males mi emocionada amiga me llama para que, seguro, le cuente como me fue.
—Hola Diosa del sexo ¿Cómo quedo esa cuevita? ¿Hay que hacerle reconstrucción o algo por el estilo? —pregunta ni bien respondo y respondo con un resoplo.
—Mi cueva intacta —digo arrastrando mi desastroso cuerpo hacia el baño.
—¿Qué paso? —pregunta ahora con cautela.
—Nada —me siento en el inodoro sin ánimos de nada.
—¿Cómo que nada?
—Nada, Sylvanas. ¡No paso nada el muy hijo de puta me dejo plantada! —grito exasperado, casi al borde de las lágrimas.
—Hay no, yo a ese lo castro —ya somos dos quise decir, pero no me dejo ya que empezó a indultarlo en todos los idiomas que conoce.
—Cálmate que me dejo plantada a mí, no a ti —digo con la voz tan triste que más triste me pone.
—Ponle sal al café en venganza y también échale laxante y....
—Ya sil, gracias por el ánimo, pero debo prepararme para el trabajo —la corto antes de que siga y no la pare más, abro la ducha para que corra el agua.
—Ponte el atuendo más sexi que tengas y actúa más fría que un tempano así se revuelca de la bronca de perderse semejante bombón —dice ella, nos despedimos y corto la llamada.
Me meto a la ducha. Con la cabeza debajo del agua dejo que corra y se lleve todos los males. Salgo y busco que ponerme. No sé si vestirme como Betty la fea o como la perra más perra del planeta. Me decido por la segunda, Sil tiene razón, ¡que sufra!
Me pongo una pollera pegada al cuerpo que llega poco arriba de mis rodillas con un tajo en la parte de atrás. Una camisa blanca, pero antes busco mi mejor lencería. Al colocar la camisa dejo algún botones desprendido dejando asomar mi busto. Encima de todo coloco la chaqueta a juego con la falda y en mis pies me calzo los malditos zapatos que utilizaría la noche anterior.
El cabello lo acomodo un poco, todavía conserva algo de las ondas que me hicieron las chicas. Me maquillo resaltando míos ojos y mis labios como si se trataran de un fruto prohibido. Por último, me perfumo generosa y luego de verme al espejo quedo conforme me tiro un beso y parto hacia la sala de tortura.
Llego a la oficina y desde que puse un pie en el lugar las miradas masculinas se detienen más de lo necesario en mi figura. Entro al ascensor y mientras espero para llegar al último piso reviso mis redes sociales y veo una imagen que llama mi atención.
Ahí aparece mi querido jefe con alguien que me resulta familiar, al ver bien veo que se trata de su primo. Claro, me resulta conocido porque él fue el desgraciado que nos presentó. La rabia crece al ver que es de anoche y por lo visto estaban en un bar.
Llego a mi piso y salgo hecho una furia. Entro a mi oficina y dejo mis pertenencias, me saco la chaqueta y la guardo en un pequeño guardarropa. Voy a la cocina a prepararle el dichoso café al desgraciado de mi jefe.
Tomo una taza y la sumerjo por un buen rato en agua hirviendo luego sirvo el café, pero esta vez le hago caso a mi amiga y me pongo sal en vez de azúcar. Como no quiero compartirle de mis exquisiteces, busco un paquete de galletas de agua y las pongo así nomás, sin sacarlas del envoltorio, tomo la taza con un paño ya que está hirviendo y la coloco sobre su plato que ya está en la bandeja junto a las horribles galletas que dicho sea de paso son sin sal.
Con todo en mano me dirijo a la oficina de mi querido jefe. Antes de entrar golpeo suavemente a lo que el responde cediéndome el paso.
Entro como todos los días, con mi sonrisa de vendedora y dejo la bandeja en frente de él.
—Buenos días, su café Señor —digo mientras deposito la bandeja frente a él.
Al hacerlo me inclino permitiéndole la vista de mi generoso escote y veo como se pierde en el por un momento. Me coloco derecha y lo miro esperando que diga algo.
El me mira y cuando toma la taza la suelta y yo sonrió para no carcajearme.
—Esta caliente —dice con el ceño fruncido y me mira.
—Ups —me encojo de hombros—. Creo que calenté la taza por demás, permiso voy por mi libreta.
Salgo de la oficina meneando mi trasero si esperar respuesta. Entro a mi oficina y respiro ando tomo mi libreta y vuelvo a la de mi jefe, cuando entro me encuentro con que mi jefe está escupiendo el café, tira la taza con cara de asco y me fulmina con la mirada.
—¿Está bien señor? —pregunto con mi cara de ángel.
—¿Qué carajo fue eso, acaso tenía sal? —dice todavía escupiendo mientras abre el paquete de galletas, juro me estoy meando de la risa.
—Hay no me diga ¡Creo que cambiaron los carteles de los recipientes! —digo con las manos en mi mejilla fingiendo sorpresa. Lo veo morder la galleta y luego verlo tomar el cesto de la basura para escupirla dentro.
—¡Que asco! ¡Que carajo es esto! —toma el paquete lo mira y luego lo desecha, me mira y coloca sus manos en su cintura. Yo miro mi libreta como si acá no pasara nada—. Briza...
—Si señor —lo miro y llevo mis manos a mi espalda haciendo que mi pecho sobresalga, el desajusta su corbata sin dejar de mirarme.
—Creo que te debo una explicación —dice acercándose de nuevo a su lugar.
—Disculpe señor, pero usted no me debe nada. Solo dígame las tareas para hoy. Después de todo yo soy su secretaria y usted mi jefe. Se bien cuál es mi lugar —digo seria sin dejar que vea como me afecta que me haya dejado plantada para seguro terminar en la cama de alguna loca.
—Bien, primero tráeme un café decente si sientes que no eres capaz pídelo a la cafetería. Y con respecto a tu trabajo prepara los informes de los resultados de las encuestas de los juegos que están vigentes, organiza mi agenda para la semana que viene y ten en cuenta que se aproxima en encuentro anual de la empresa este año será en la capital. Prepara el hotel y ten en cuenta que además del equipo ejecutivo también se hospedara el de desarrolló, planificación y bueno mejor busca la lista en tu pc. Ahí está todo lo referido al encuentro anual.
—Bien —termino de apuntar todo lo miro— ¿Alguna otra cosa?
—Briza... —se levanta con la mirada de arrepentimiento y la verdad no quiero quedarme a escuchar cómo me cambio por un polvo fácil.
—Enseguida le mando su café —espeto y salgo urgente de la oficina.
Así terminamos la semana, con esta pequeña indiferencia entre ambos. Trato de hablarlo lo menos posible y el al ver que le reusó la palabra no insiste. Después de todo que me va a decir que me dejo porque estaba en mejor compañía.
No voy a mentir me duele. A escondidas lloro de lo frustrada que me siento. Por suerte mis problemas de salud no han hecho de lo suyo sino no sabría cómo manejarlo.
Hoy ya estoy un poco mejor, llego a la oficina saludos a todos y corro al ascensor que esta por cerrar sus puertas. Cuando entro choco con alguien y cuando levanto la mirada es mi querido jefe.
—Sta. Riles tenga más cuidado —dice sosteniéndome en sus brazos con una sonrisa baja bragas.
—Lo siento señor —me suelto de él y me acomodo lo más lejos que me permite el aparato.
Saco mi teléfono para concentrarme en cualquier cosa menos en su presencia. Su perfume está nublando mi mente, cierro los ojos un momento y cuando los vuelvo abrir veo que me está mirando. Dios dame fuerza.
De pronto el aparato del infierno se detiene y dirijo mi mirada a mi acompañante.
—Yo no lo detuve —dice sacando las manos de sus bolsillos en señal de paz.
—¿Entonces? —pregunto tontamente mirando hacia otro lado, ya me siento nerviosa.
—Algo se debe haber descompuesto, llamare a mantenimiento —dice tomando su celular del interior de su traje— ¿Qué raro no tengo señal? ¿usted tienes?
Miro mi aparato y para mi mala suerte estoy igual que él. Sin señal y para colmo estoy sudando frio.
—A como dé lugar debemos salir de acá —digo nerviosa, comenzando a temblar.
—YA se solucionará, no es para tanto, cada tanto sucede esto —dice despreocupado apoyándose en el aparato. Yo lo miro y miro para todos lados buscando una salida.
—Daniel... —susurro al borde del pánico.
El me mira y enseguida me abraza, mi cuerpo tiembla y sé que digo incoherencias porque el solo soba mi cabello y trata de calmarme.
—Dios, no me quiero morir acá —digo temblorosa.
—No te vas a morir, deja de decir pavadas.
—Si mi ansiedad sigue creciendo mi azúcar se disparará y cuando se dispara puedo entrar en un coma diabético y eso si me mataría.
—¿Entonces necesitas relajarte? —pregunta sin dejar de acariciarme.
—Eso creo —digo, él se separa de mí, me mira y luego junta su boca con la mía.
Al principio lo quiero alejar, pero su fuerza no me lo permite, dejo de resistirme y me entrego a ese beso necesitado. Su boca succiona la mía y pronto me encuentro de piernas enredadas en ese lugar. Sus manos en mi espalda bajan a mi trasero para sostenerme mejor. su boca deja la mía para besar mi cuello, sus manos me recorren exploradoras.
De pronto el aparato se mueve con un movimiento brusco. El impulso hace que su entrepierna choqué con la mía y el rose me saca un jadeo. Lo separo de mí y lo miro agitada.
—¿Por qué juegas conmigo? —pregunto al verlo. Mi mano toma impulso y termina estrellándose en su mejilla—. No vuelvas a tocarme, ni a besarme, ni nada. Solo trátame como lo que soy ¡Tu secretaria! —grito al borde de un colapso. Las puertas del ascensor se abren en nuestro piso y salgo echa una fiera reteniendo las lágrimas.
La recepcionista me mira y congela su saludo y luego posa la mirada en mi espalda. Entro a mi oficina y voy directo al baño. Me miro al espejo y dejo caer mis lágrimas. Escucho que se abre la puerta de mi oficina.
—Déjame en paz Daniel, ya te llevo tu estúpido café —espeto desde el baño pensando que es el.
—Lo siento Briza soy Laura —escucho a la recepcionista, enjuago mis lágrimas y salgo de mi escondite.
—Lo siento Laura, te confundí...
—¿Te sientes bien? Me llamo la atención verte así —dice, la miro y no veo acusación en su mirada.
—Estoy bien, solo es que estoy en mis días y soy muy sensible —miento para justificar mi actitud.
—O valla, esperemos que el Sr. Black sepa entender y no quiera cargarte de trabajo.
—El Sr. Black puede besar mi trasero —murmuro enojada.
—¿Cómo?
—Nada, esperemos que el día pase volando —respondo rápido y recuerdo el maldito café que debo llevar—. Ahora si no te importa debo hacer el café para el jefe sino se enojará enserio conmigo.
—Si, sí. Bueno cualquier cosa me dices.
Sale de la oficina respiro hondo y me enfilo a la cocina para preparar el café. Por suerte es viernes, por lo tanto, no tendré que verle la cara por un par de días.
Con todo en la bandeja voy a la oficina de mi querido, no tan querido de momento, jefe. Golpeo antes de entrar.
—Adelante —escucho la voz profunda de mi jefe que me cala los huesos, mierda.
—Su café señor —dejo la bandeja ante la atenta mirada del sr. Black. Tomo mi libreta y me siento en frente de el para escuchar la lista de tareas pendientes para este día.
Lo veo tomar la taza y dar un sorbo, sonríe haciendo que mi corazón lata desbocado como si se tratara de un caballo corriendo una carrera. Me mira, dios como me calienta esa mirada llenada de perversión que tanto me gusta. Miro para otro lado y carraspeo.
—¿Volvieron los cafés como la gente? —pregunta con esa voz profunda que me hace temblar.
—Debo hacer bien mi trabajo si no quiero perder mi empleo —digo mirando mi libreta.
—Buen punto —espeta cerio, lo miro y el me mira mientras toma de su café.
Luego de esa pelea de miradas en la que el salió ganando, comienza a darme una lista interminable de tareas que me hacer bufar. Por ser viernes me cargo de tanto trabajo que no me dejara tiempo ni para almorzar.
Salgo de la oficina echando humo rumbo al primer encargo, pasar por la tintorería a buscar un saco. Luego de eso debo pasar a buscar unas diapositivas al departamento de edición, esperar que las revise y devolverlas y así un montón de encargos de mierda que él no quiere hacer porque claro yo soy su estúpida secretaria.
Cuando estaba terminando el ultimo encargo y debo decir que mis pies me duelen horrores llego casi arrastrándome de nuevo al último piso con el informe del último parche que se lanzara la próxima semana del dichoso juego que ente momento estoy odiando. Entro sin llamar a la oficina de mi jefe para dejar el informe y no lo veo.
Dejo la carpeta sobre su escritorio y veo que se asoma desde el baño prendiendo su camisa, al parecer se acaba de cambiar y dios esta para comerlo como si se tratara de un helado.
—¿Te gusta lo que ves? —dice divertido.
—No tienes idea... —murmuro recogiendo las babas que se me caen por las comisuras.
—Sabes que si quieres soy todo tuyo —dice el muy cara dura.
—Mmm... sí, seguro ¿Mio y de cuantas más? —finjo una risa falsa—. Acá está el informe del último parche.
—Bien.
—¿Necesita algo más? —pregunto antes de retirarme.
—¿Me dejaras explicarme? —pregunta, pero no respondo, volteo para salir, pero me frena—. Solo es un mal entendido, déjame explicarme.
No digo nada, pero tampoco me muevo, agacho la mirada y la poso en mis pies. Escucho un suspiro de su parte y luego comienza a contarme cómo fue que se le paso el tiempo hablando con su primo de mí, luego los empleados del bar lo retuvieron por una serie de problemas que había en el bar ya que el lugar donde estaba es de su propiedad.
—Luego cuando llegue a mi departamento me duche y caí rendido a mi cama, por eso no te llame ni nada.
—Te espere toda la maldita noche ¡Hasta me depile por ti idiota! —espeto molesta por todo el mal que me hizo.
—¿Qué? —pregunta y volteo a ver su cara— ¿Te depilaste? —dice con una sonrisa pícara y un brillo en los ojos, ¡Agg que le arranco los pelos uno a uno!
—¿Te acabo de decir que te espere toda la noche y tu solo reparas en mi maldita depilación? —grito empujándolo enojada.
—Bueno, si lo admito soy un cabrón. Pero mira lo que me dices como no me voy a distraer así —dice tomando mis brazos para detener mis golpes—. Cálmate si, perdóname por dejarte esperando toda la noche y dame la oportunidad de compensarte ¿Sí?
—Eres un idiota —murmuro en un puchero, el asiente y me abraza, toma mi rostro y me mira esperando a que lo perdone.
—Si, soy tu idiota ¿Perdóname por favor? —que lindo que se lo ve rogando. Me pierdo en la profundidad de sus ojos grises y sin responder nada solo junto mis labios con los suyos. Necesito de sus besos tanto como el aire que respiro. Nos separamos por la falta de aire agitados los dos me mira y sonríe —Así... que... ¿Depilada? —preguntó pícaro moviendo sus cejas, yo bufo y lo empujo.
—Idiota —digo lista para salir, pero vuelve a retenerme.
—No, de acá no te vas hasta que tengas tu recompensa —dice acercándose a la puerta, pone seguro y luego tomando mi mano me guía al baño.
—¿Qué haces Dan? —pregunto cuando ingresamos al baño.
—Nada, tu solo disfruta —dice y luego me levanta por la cintura me sienta sobre el mueble del baño, sus manos trepan por mis piernas y rompe mi ropa interior. Quiero quejarme, pero no me deja, me besa y luego abre mis piernas y se pierde en ellas.
—¡Ho Dan! —grito al sentir el tacto de su lengua en mi piel.
Luego de un delicioso momento en el que me hizo olvidar porque estábamos peleados, salgo tambaleante del baño todavía sintiendo los estragos del alivio en mi cuerpo. El me sigue relamiendo sus labios.
—Esta noche quiero compensar el tiempo que te hice perder —lo escucho decir antes de que salga de su oficina.
—Esta noche no puedo, saldré con mis amigas —digo volviendo mis pasos. Él me toma por la cintura y me acomoda en su regazo.
—Bien, sal, diviértete, pero cuando decidas volver a tu departamento me llamas, yo te recojo donde sea que estés y luego en mi departamento, en mi cama, te re cojo literal —dice pasando sus manos por mis brazos.
—Eres un pervertido —digo tomando su cabellera y tirando para atrás, beso sus labios y luego me levanto de su regazo— Bien, dejare que me recojas —le respondo con doble sentido y él se ríe.
y mis respetos para ti, por poder expresar e hilar bien las ideas de lo que quieres pasmar. felicidades y continúa así y sobretodo con miras hacia adelante.