Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Dulce hogar?
Nico Messina
Lanzo los frijoles negros a la olla, revuelvo y luego agrego un poco más de pasta de tomate.
Sonrío cuando el olor comienza a flotar en mi cocina.
Mi nona María estaría orgullosa.
Lo pruebo y suspiro. Realmente orgullosa.
Esto está mejor que cualquier comida que podría comprar en un restaurante. Esto es sabor casero directo a mi plato.
–Huele bien.
Escucho la voz a mi espalda y suelto un suspiro bajo. Por unos segundos olvidé que unos intrusos han decido invadir mi hogar. Por unos segundos fui completamente feliz viviendo solo en la casa que estoy construyendo con mis propias manos.
–Sabe mejor –digo girándome para descubrir a Vanity vestida con un buzo, que le queda suelto. Sonrío–. Te queda mejor ese look que cualquiera que hayas usado en las pasarelas.
Sus ojos oscuros se abren sorprendidos. –¿Sabes de mi carrera?
–Claro, eres famosa. O al menos lo fuiste antes de casarte. Prueba esto –digo y le paso mi cuchara de madera. Espero mientras prueba mi chili. Sus ojos se cierran en satisfacción–. Bueno, ¿verdad?
–Buenísimo –devuelve–. ¿Qué puedo darle a Georgie? –pregunta mientras sus ojos navegan por la isla de mi cocina. Isla que hice con mis propias manos, como todos los muebles de la cocina. Papá dice que heredé el gusto a la carpintería de nuestro nono.
Miro sus pechos. –Pensé, ya sabes, que lo alimentabas tú.
Sus mejillas se encienden por unos segundos antes de palidecer. Color, que contrasta contra el morado de su mejilla.
–George no me dejó amamantar a mi pequeño. No quería que perdiera la forma de mi cuerpo… Mis pechos no podrán alimentar a nadie esta noche –termina con un suspiro triste.
–Ese George suena como un idiota.
–No me escucharás defendiéndolo –dice mientras sigue observando lo que hay en la isla.
–Podemos darle chili –ofrezco de mala gana. No quisiera tener que compartirlo con nadie. Suelta una risa que flota a mi alrededor, al igual que su melena salvaje que se mueve con ella mientras abre y cierra cajones–. ¿Dije algo malo?
Muerde su labio inferior, pensando. –¿Algo malo? No. ¿Algo tonto? Quizá –dice con una sonrisa tirando de sus labios llenos–. No puedo darle una comida tan pesada a un niño tan pequeño –agrega como si estuviera tratando de explicarle matemática compleja a un niño de tres años.
–¿Te estás burlando de mí? –pregunto mientras saco la olla del fuego.
–No. No podría burlarme del cocinero de esta noche. Tengo hambre.
–Siéntate –ordeno con más fuerza de la necesaria. Estoy acostumbrado a estar rodeado de hombres en el trabajo. Hombres que obedecen sin titubear.
–Me encantaría, créeme, pero Geogie tiene hambre –murmura mientras toma un pedazo de carne cruda del refrigerador y un calabacín–. ¿Puedo? –pregunta levantando los alimentos.
–Ya los tomaste –digo antes de hundirme en uno de los taburetes y servirme un buen tazón de chili–. Maldita sea, que bueno soy –mascullo cuando comienzo a comer.
Vanity mete una cucharada en mi plato, sin pedir permiso, y la lleva a su voluptuosa boca y suelta un gemido de satisfacción.
–No vuelvas a hacer eso –gruño.
–¿Tienes miedo de mis gérmenes? –pregunta.
Tomo su mano cuando intenta meter la cuchara nuevamente en mi tazón.
–No comparto lo que es mío –siseo.
Pone los ojos en blanco. –Eres peor que un niño chiquito –dice antes de ponerse a cocinar para su pequeño demonio.
–No soy un niño chiquito. Soy un hombre, y esta es mi casa –le recuerdo.
–Mauro olvidó mencionar lo quisquilloso que eres.
–Y también olvidó mencionar lo atrevida que eres.
–Supongo que ambos fuimos engañados –dice mientras lanza la carne a la olla con un poco de aceite de oliva.
Decido ignorarla y volver a disfrutar de mi plato. Mi celular interrumpe y al ver el número de mi hermano contesto molesto.
–Ocupado. Comiendo.
–Suenas como papá –devuelve de mal humor también–. ¡Eva se va a casar! –sisea mientras escucho el rugido de su moto–. ¿Puedes creer que mi Eva se va a casar?
–¿Tu Eva? Al fin lo estás admitiendo, ¿no, campeón?
–No me infles los huevos, Nico. Sabes cómo me siento por esa mujer –masculla–. No me puedo creer que la muy descarada vaya a casarse con otro hombre.
–Considerando que no te ha visto en tres años, no me parece extraño en absoluto –devuelvo antes de meter otra cucharada llena de chili en mi boca.
–No me vengas con sermones –gruñe–. ¡Stefy y Venecia no me dejaron acercarme!
–Porque saben todo lo que le hiciste a la pobre Eva, imbécil. Stefy y Pequitas no te iban a dejar seguir maltratando emocionalmente a su hermana.
–Yo no… –Calla y luego lo escucho maldecir en español–. Lo mío con Eva no ha terminado. No terminará nunca. Ni siquiera si le dice que sí a ese imbécil en el altar –masculla antes de colgar.
Supongo que mi hermano, al igual que papá, no sabe perder.
–¿Puedes ir por Georgie? –pregunta una ajetreada Vanity–. Estoy cocinando.
–No –respondo antes de volver a mi comida.
–Por favor, no soporto escucharlo llorar.
–Ponte audífonos –digo antes de volver a meterme otra cucharada llena de chili en mi boca–. No es bueno consentir tanto a los niños.
–Idiota –masculla y deja todo tirado antes de lavarse las manos y correr hacia mi habitación.
Me sirvo más chili en mi tazón mientras vuelvo a fantasear con el día en que pueda por fin vivir solo en mi propia casa. No es que no ame a mi familia, lo hago, pero siempre he querido un lugar para mí. Un lugar donde pueda alejarme de todos, un lugar donde pueda descansar.
La burbuja de mi fantasía explota cuando Vanity pone a su pequeño demonio sobre mi regazo.
–Cuídalo mientras termino –es todo lo que dice antes de volver a cocinar–. Tienes una licuadora, ¿verdad?
–¿Qué mierda? –pregunto mientras cojo la mano del niño que trata de alcanzar mi tazón–. Es tu trabajo cuidarlo, no el mío.
Suspira. –Es solo por unos minutos. ¿La batidora? –insiste.
El pequeño demonio lanza un eructo en mi cara y lucho contra el deseo de lanzarlo a la piscina.
–Le dan gases cuando tiene hambre –murmura preocupada–. Ya falta poco, cariño –lo calma con una sonrisa–. Pronto estará lista tu comida.
Los ojos negros del niño, iguales a los de su madre, me miran fijamente. Luego de unos segundos sonríe, antes de lanzar otro eructo contra mi rostro.
–Esto me recuerda porque no me gustan los niños –digo antes de dejarlo en el suelo.
El pequeño demonio gatea rápidamente hasta la sala y tengo que correr para alcanzarlo antes de que se meta un tornillo en la boca.
–Es inquieto –dice Vanity con una sonrisa torcida–. Tres minutos –pide y me obligo a respirar antes de tomar al niño y sostenerlo en contra de su voluntad y la mía.
Mientras Vanity hace funcionar la batidora, maldigo.
No puedo creer que esta sea mi vida.
migajera jamás... ahora solo reciba lo q se merece, xq vos vales mucho ...
se cree la última coca del desierto...
es al revés contigo jamás sería feliz...
eso si fue un buen golpe...
derechito al orgullo ...
te pasaste querida...
cuantas veces te despedirás Evita...
y basta q no de frutos la despedi 😅
se portara bien Matteo... 🤔
todos los jefes de la Mafia lo estarán ayudando a cuidar del pequeño... 😊
Stefy no se iba a quedar tan tranquila con lo q paso con Travis...