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Mi Suggar Es Un Mafioso

Mi Suggar Es Un Mafioso

Status: Terminada
Genre:Romance / Amor prohibido / Posesivo / Mafia / Diferencia de edad / Completas
Popularitas:2M
Nilai: 5
nombre de autor: Celina González ♥️

En las calles vibrantes, pero peligrosas de Medellín, Zaira, una joven brillante y luchadora de 25 años, está a tres semestres de alcanzar su sueño de graduarse. Sin embargo, la pobreza amenaza con arrebatarle su futuro. En un intento desesperado, accede a acompañar a su mejor amiga a un club exclusivo, sin imaginar que sería una trampa.

Allí, en medio de luces tenues y promesas vacías, se cruza con Leonardo Santos, un hombre de 49 años, magnate de negocios oscuros, atormentado por el asesinato de su esposa e hijo. Una noche de pasión los une irremediablemente, arrastrándola a un mundo donde el amor es un riesgo y cada caricia puede costar la vida.

Mientras Zaira lucha entre su moral, su deseo y el peligro que representa Leonardo, enemigos del pasado resurgen, dispuestos a acabar con ella para herir al implacable mafioso.
Traiciones, secretos, alianzas prohibidas y un amor que desafía la muerte.

NovelToon tiene autorización de Celina González ♥️ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 21

Las luces de la ciudad danzaban a lo lejos, filtrándose a través de los ventanales como un susurro dorado. Dibujaban siluetas brillantes sobre las paredes y proyectaban sombras caprichosas sobre de ambos, aún entrelazados en el sofá, respirando el mismo aire, compartiendo el mismo latido.

Zaira yacía sobre el pecho de Leonardo, escuchando su corazón como quien escucha una melodía secreta, un lenguaje que solo ella podía descifrar. El calor de su cuerpo la envolvía, y el perfume maderado que aún se aferraba a su piel le embriagaba los sentidos.

La fragancia se mezclaba con el aroma tenue del incienso que ardía en un rincón de la sala: sándalo y ámbar, notas profundas y seductoras que se colaban como caricias invisibles entre los poros.

El silencio era espeso, íntimo, como una manta cálida tendida sobre sus cuerpos. El roce de sus dedos era tan elocuente como un poema: lento, cuidadoso, como si el tiempo se hubiera detenido para contemplarlos.

—Zaira… —murmuró Leonardo, su voz rasposa, cargada de deseo contenido, acariciando su espalda con una ternura casi reverencial.

Ella alzó la mirada, y sus ojos, grandes, húmedos brillaban con un fuego suave. Sus labios, ligeramente hinchados por los besos anteriores, se curvaron en una sonrisa tímida, vulnerable.

—¿Quieres conocer más de este lugar? —susurró él, con una voz baja que parecía una caricia.

—Si me lo enseñas tú… —respondió ella, sonriendo con esa mezcla de timidez y afecto que lo hacía temblar por dentro.

Entonces, se incorporó sin dejar de tocarla. Le tendió la mano, y cuando ella la tomó, sintió cómo una corriente eléctrica le recorría el brazo. Caminaron juntos por el pasillo, apenas iluminado por luces tenues en las paredes. El suelo crujía bajo sus pasos descalzos, y cada rincón exhalaba elegancia, cuidado, y algo más: una calidez que no esperaba de un hombre como él.

—¿A dónde vamos? —preguntó ella, con una sonrisa suave, intentando disimular el escalofrío que le recorría la columna.

—A mostrarte mi lugar favorito del apartamento —murmuró con un tono bajo, prometedor, cargado de una tensión casi animal—. Donde te haré mía de muchas formas.

Zaira sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. No era solo deseo. Era algo más profundo. Una rendición anticipada.

La habitación a la que entraron parecía sacada de un sueño. Las paredes eran de un gris cálido que se fundía con los tonos marfil de las cortinas. Una cama imponente dominaba el centro: sábanas color hueso que parecían seda, un dosel translúcido que flotaba como un velo sobre sus cabezas, y ventanales inmensos que dejaban entrar la luna, envolviendo la estancia en una luz plateada, etérea. La alfombra bajo sus pies era tan suave como una nube, y el ambiente olía a jazmín y madera, como si el lugar estuviera perfumado para el amor.

Leonardo la condujo hasta la cama y la dejó caer con una suavidad casi reverente. Se deshizo lentamente de la camisa, y Zaira no pudo evitar admirar cada línea de su cuerpo: firme, dorado, marcado por la vida… y ahora por el deseo. Sus ojos la buscaban como si fueran fuego líquido, como si pudiera devorarla solo con mirarla.

—Aquí —susurró, mientras se deslizaba sobre ella, sus labios besando cada centímetro de su piel expuesta—, te enseñaré lo que significa pertenecer… no solo con palabras, sino con cada centímetro de mí… dentro de ti.

Zaira soltó un suspiro contenido cuando sintió sus dedos deslizándose por su cuerpo. Él la desnudó despacio, como si cada prenda fuera un obstáculo entre ellos y la eternidad. El roce de la tela contra su piel erizada era como una lengua tibia, arrancándole escalofríos dulces, estremecedores.

Sus labios descendieron por su cuello, rozaron su clavícula, bajaron hacia sus pechos, sus pezones endurecidos por la anticipación. Cada beso era un verso, cada caricia una promesa.

Cuando su boca llegó al centro de su placer, Zaira dejó escapar un gemido entrecortado, uno que se le arrancó del pecho como una ola. Leonardo la penetró con la lengua con una maestría que la hizo temblar. Jugaba con sus ritmos: ora lento, ora frenético, mientras sus manos firmes se aferraban a sus muslos abiertos, controlando cada movimiento, guiando cada reacción.

—Leo… —susurró ella, con la voz ronca, entre jadeos.

—Ríndete a mí… —murmuró contra su piel—. No te detengas. Déjame verte romperte… solo para volver a armarte con mis manos.

Cuando ella estuvo al borde, él se detuvo. Le gustaba verla desesperarse, suplicar. Le gustaba el poder de hacerla olvidar quién era, de reducirla a sensaciones.

Y luego, la tomó.

Se deslizó dentro de ella con una lentitud cruel. Ambos gimieron, como si el placer les partiera por dentro. Comenzó a moverse en un vaivén cadencioso, profundo, preciso. Su respiración se mezclaba con la de ella. Sus bocas se buscaban con urgencia.

—Estár dentro de tí… —jadeó Leonardo, mordiéndole el labio—. Te hace vee… perfecta…

Leonardo la giró. Besó la línea de su columna vertebral como si adorara cada vértebra, cada curva. La penetró desde atrás, más profundo, más salvaje. Sus cuerpos chocaban con fuerza. Zaira se aferraba a las sábanas, los dedos crispados, los ojos cerrados, la boca abierta en un grito silencioso.

—Eres mía —gruñó él contra su oído—. Desde el primer momento… lo supe.

—Hazlo… hazme tuya… —rogó ella, perdida en el frenesí, en el abismo dulce del deseo.

Y lo hizo.

La tomó de lado, encima, de espaldas, con las piernas abiertas, con el cuerpo arqueado, con sus gemidos resonando entre las paredes. Sus nombres escapaban de sus labios como plegarias. Zaira alcanzó el clímax una, dos, tres veces, hasta que su cuerpo se rindió del todo, hasta que los temblores no le permitieron moverse más. Y solo entonces, él se dejó ir también, derramándose dentro de ella con un gemido ronco, con el cuerpo tenso, los dedos clavados en su cadera, temblando.

Cayeron uno sobre otro, exhaustos, bañados en sudor y luz de luna.

El silencio posterior era denso. No necesitaban palabras. Solo la respiración compartida, el contacto de la piel húmeda, el pulso lento que iba descendiendo.

Leonardo la abrazó por la cintura, la besó en el cuello, con la barba rascándole suavemente la piel, y susurró:

—Ahora sí… puedo estar tranquilo.

Zaira, apenas consciente, sonrió débilmente mientras sus dedos jugaban con los cabellos húmedos de su pecho.

—¿Por qué?

Él la miró, acariciándole el rostro con los nudillos.

—Porque podré verte todos los fines de semana…

Ella sonrió por sus palabras, ¿De verdad le importaba tanto verla?

La luna seguía derramando su luz plateada a través de los ventanales, iluminando los cuerpos entrelazados que aún compartían el calor de la pasión. El aroma a piel, a deseo consumado y a jazmín seguía flotando en el aire, suspendido como un secreto en las paredes.

Las sábanas estaban revueltas, testigos mudas del frenesí que había estremecido la noche.

Zaira reposaba con la mejilla sobre el pecho de Leonardo, su respiración empezando a encontrar un ritmo más sereno. Acariciaba con suavidad los contornos de sus costillas, memorizando el latido bajo su piel, como si temiera que al cerrar los ojos, todo desapareciera. Pero una inquietud, leve, pero persistente, comenzaba a anidar en su pecho.

Se incorporó apenas, apoyando su barbilla en el torso firme de Leonardo. Sus ojos lo buscaron con una mezcla de ternura y duda.

—Leonardo… —murmuró con voz baja, casi temiendo perturbar la calma—. ¿Puedo preguntarte algo?

Él no respondió de inmediato. Estaba con la mirada perdida en el techo, como si algo invisible lo mantuviera lejos. Pero luego desvió los ojos hacia ella, acariciándole una mejilla con el dorso de la mano.

—Lo que quieras —susurró.

Zaira tragó saliva. No quería romper la magia del momento, pero la pregunta la rondaba desde hacía días.

—¿Por qué no te cuidas conmigo?

El aire pareció detenerse en la habitación.

Leonardo no reaccionó al instante. Su mano quedó suspendida a medio camino entre su rostro y el de ella. El brillo en sus ojos se volvió opaco, como si una sombra cruzara su alma.

—Desde la primera vez… —Zaira continuó con cautela—. Nunca lo haces. No digo que me moleste, pero… ¿Por qué? Yo lo hago, tener un hijo horita me apartaría de todos mis proyectos.

Leonardo inhaló hondo. El músculo de su mandíbula se tensó. Sus ojos viajaron hacia la ventana, hacia la ciudad que titilaba abajo como un campo de estrellas artificiales.

—Porque supe, desde el primer instante en que te vi, que no eras como las otras —dijo con voz baja, grave, ronca de algo más que deseo. Sé que enfermas no estás.

Zaira lo observó con una mezcla de sorpresa y confusión. Su pecho se llenó de algo cálido, pero también de preguntas.

—¿Y no te preocupa…? —dudó, acomodándose sobre la almohada—. ¿Qué se me olvide tomar anticonceptivos y quede embarazada?

La habitación se llenó de un silencio más espeso que el anterior.

Leonardo se sentó al borde de la cama. Su espalda estaba tensa, el contorno de sus músculos marcado por la luz tenue. Pasó una mano por su rostro, como si esa simple frase lo hubiera tocado en un lugar prohibido.

—No —dijo finalmente, con un tono seco, cortante—. No me preocupa.

—¿Por qué no? —susurró Zaira, sentándose lentamente detrás de él, intentando tocar su hombro.

Él se puso de pie antes de que pudiera hacerlo. Caminó hacia el baño sin mirarla. Su silueta alta y desnuda parecía cargar con un peso invisible.

—Porque no puedo tener hijos —dijo al llegar a la puerta, sin volverse.

Zaira sintió que el mundo se detenía por un segundo. El eco de esas palabras pareció rebotar en las paredes, entre las sombras, golpeando con fuerza inesperada.

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Vycthorya Go
🤗😀gracias escritora sigue escribiendo historias fabulosas como esta
Vycthorya Go
excelente historia bonito final
Vycthorya Go
hermosa historia muy bien hecha excelente enlace entre un capítulo y otro gracias escritora
Vycthorya Go
excelente historia
Vycthorya Go
Leonardo merece ser feliz y volver a formar un hogar
Vycthorya Go
ojalá y Leonardo pueda salir de ese modo de vida y vivir en paz
Vycthorya Go
es duro perder a un amigo en el camino, pero lamentablemente Tatiana tomó malas decisiones en su vida
Vycthorya Go
tal vez este herido o este limpiando todo lo que ha pasado para limpiar su pasado
Vycthorya Go
pobre Tatiana terminó con su vida solo por no luchar no aprendió de su mejor amiga a no darse por vencida y luchar duro para obtener lo que se necesita
Vycthorya Go
wow impactante capítulo
Vycthorya Go
por dios que todo salga bien de esta situación
Vycthorya Go
me pregunto siempre de que sirve estudiar, si no se te abren los ojos ni tu razonamiento de que algo no está bien caray aquí si me decepcione de la historia
Margarita Garcia
muy buena la redacción y hermosa gracias
Reina Martínez
hay no Zaire no te vallas a poner cómica...Ya te dijeron que el no sabia
sonya martz
encantadísima con la historia, muchas gracias autora
Yolanda Moreno Castaño
Bebé a bordooooo /Tongue//Tongue//Tongue//Tongue/
sonya martz
tienes que amarlo porque es sangre de tu sangre, y aunque no lo fuera, lleva la sangre de la mujer que amas...
sonya martz
que se puede esperar de Tatiana, ya vendió una vez a su amiga 🤷🏻‍♀️
Rubí Guillen
pronto va a descubrir que su vida está por cambiar completamente gracias a Leonardo es uno de los mejores libros que e leído /Heart/
María Luz Fernández Arias
no hay palabras para describir la novela bella bella
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