Alana, una joven de 21 años, lleva tres años comprometida con Nick, el hombre que siempre creyó sería su único amor. Criada en una familia rica y protegida, su vida parece perfecta: un futuro asegurado junto al hombre de sus sueños, un matrimonio en tres meses y una graduación que la llena de orgullo. Pero todo se desmorona cuando decide celebrar en Eclipse, un bar recién abierto en la ciudad. Lo que parecía una noche común, pronto se convierte en una pesadilla al descubrir que Nick tiene un oscuro secreto, uno que podría destruir todo lo que ella creía saber.
Mientras Nick juega un doble juego, Alana empieza a cuestionarse todo. ¿Será su amor verdadero o solo una fachada? Y en medio de su dolor, un misterioso empresario, Dante, aparece en su vida, dejando una marca profunda en su corazón.
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Capítulo 6: Cruces y cicatrices
Interior – Bar Eclipse, Zona VIP
—Te juro que si cierras ese trato en Dubái, te voy a levantar una estatua —bromeó Matías, brindando con Dante.
—Sí, la pondremos justo frente al edificio Salvatore. “Aquí vivió el hombre que vendió media Europa” —añadió Sebastián con sarcasmo.
Dante esbozó una sonrisa, pero su atención estaba en otra parte. No había prestado atención a la mitad de la conversación. Sus ojos, en cambio, se habían detenido en la figura de una mujer al otro lado del bar.
Alana Forbes.
Sentada con una copa entre las manos, acompañada de otra chica. Sonreía. Y esa sonrisa removía cosas que él prefería no nombrar.
—No puede ser —murmuró, apenas audible.
—¿Qué fue eso? —preguntó Alejandro, dándose cuenta de que Dante no los escuchaba.
—Es la chica del bar —dijo Dante finalmente, sin apartar la mirada—. Desde aquella noche no la había vuelto a ver.
—¿No decías que era una coincidencia? Que solo la viste una vez… —dijo Sebastián, arqueando una ceja.
—Sí, pero esa coincidencia me dejó una maldita espina clavada —admitió Dante.
—Mira tú, el magnate invulnerable aún tiene corazón —rió Matías.
—¿No habías dicho que desde ella no te interesaba nadie? —dijo Alejandro, bajando la voz—. La chica del accidente… la que te ayudó hace tres años. Por cierto todavía no has descubierto nada.
No, respondio
Dante apretó la mandíbula.
—No es lo mismo.
—¿Seguro? Porque se te nota en la mirada. Con esa otra, con “la que te salvó”, nunca supimos su nombre. Y ahora esta… te descoloca igual —dijo Matías, divertido.
—No mezcles las cosas.
Pero dentro de sí, Dante ya no estaba tan seguro de nada.
Interior – Mesa de Alana y Sofía
—Ya sé que no es nuevo que hablen mal de mí, pero esto ya es demasiado —dijo Alana, bajando la voz mientras jugaba con el borde de su vaso—. Desde que entré a la empresa han comenzado a decir cosas horribles.
Sofía frunció el ceño.
—¿Otra vez los rumores?
—Sí. Que entré por acostarme con un viejo, que no tengo experiencia, que no merezco el puesto.
—¿Y quién está detrás de eso?
Alana resopló.
—Camila Jiménez.
Sofía abrió los ojos.
—¿Esa no es la misma que estaba con Nick?
—Sí. Me lo quitó, aunque ahora entiendo que él nunca fue realmente mío. Pero no le bastó con eso. Está en la empresa Salvatore y desde que llegó se ha encargado de hacerme la vida imposible.
—No puedo creerlo. Esa mujer es venenosa.
—Lo peor es que se ha rodeado de otras chicas para amplificarlo. Se ríen cuando paso, se callan de golpe, me miran como si supieran algo que yo no. Y ahora también viene al Eclipse… como si quisiera marcar territorio o seguir acechando.
Sofía le tomó la mano con fuerza.
—No estás sola, Alana. Que no se te olvide. Ella podrá tener la lengua afilada, pero tú tienes más que eso: dignidad. Y memoria.
—Gracias, Sofi. Necesitaba escucharlo.
Pero incluso mientras lo decía, Alana sentía que las sombras alrededor se hacían más pesadas.
Por otro lado en el interior – Baño del Bar Eclipse
Camila Jiménez se retocaba los labios con paciencia frente al espejo. El baño estaba vacío, como lo había esperado. Sacó el celular y marcó el número del hombre que la financiaba a escondidas.
—¿Dónde estás? —preguntó con una voz dulce y falsa.
—En la habitación privada. ¿Estás lista?
—Lo estaré en unos minutos. Recuerda lo que hablamos: tú solo espera, yo me encargo del resto. Nadie sabrá nada.
—Me prometiste que esta vez sería especial, Camila.
—Y así será. Además, me vas a pagar bien, ¿verdad?
—Como siempre. Quiero verte brillar esta noche.
—Lo haré —colgó, mirando su reflejo con una sonrisa torcida.
Camila salió del baño con paso firme. Al pasar junto a la barra, se encontró con Rebeca y Lorena, otras empleadas de Salvatore Corp.
—¿Dónde te habías metido? —preguntó Rebeca, con curiosidad.
—Preparando una sorpresa —dijo Camila con un brillo oscuro en los ojos.
—¿Qué clase de sorpresa?
—Una que dejará en ridículo a cierta “princesa” que cree que puede robarnos la atención con su carita de buena.
Rebeca y Lorena rieron.
—¿Alana?
—Quién más. ¿No les parece patético cómo anda por la oficina creyendo que se ganó el puesto por méritos? Si supieran con quién se acuesta...
—Dicen que es con un viejo con conexiones —añadió Lorena, alimentando la mentira.
—Claro que sí. ¿Tú crees que una niña como ella entra directo a trabajar en la oficina central sin contactos? Ilusas.
—Yo pensaba que era de familia rica.
—No lo creo, mintio Camila sabiendo que alana si era de familia millonaria, y aunque así fuera, ni siquiera eso la salva de ser una aprovechada —dijo Camila, levantando su copa.
Todas rieron, sin imaginar que muy cerca, alguien estaba escuchando.
Interior – Zona VIP – Dante y sus amigos
Desde su mesa, Dante había captado cada gesto de Alana con la amiga. Ella se veía distinta. Más fuerte, tal vez. Más decidida. Pero también había una sombra en su mirada. Algo que no estaba allí la primera vez.
—¿Vas a ir a saludarla? —preguntó Matías, notando que Dante no dejaba de observarla.
—No, ni siquiera se su nombre. Además ella no quiere verme. Lo noté la vez pasada. Su mirada era… defensiva. Como si huyera de algo y yo fuera parte del problema.
—¿Y no lo eres?
Dante bajó la mirada.
Alejandro dio un trago a su whisky y sonrió.
—No puedo creer que estés así por una mujer, que solo viste una vez. Pensamos que el fantasma de hace tres años era lo único que te marcaba.
—Ella no es un fantasma —dijo Dante, sin pensarlo.
—No. Pero esta sí es real. Y la tienes ahí. A metros. Y no te animas ni a hablarle
Dante no respondió. Solo volvió a mirar hacia donde estaba Alana.
Hasta ahora he actualizado y ordenado todo hasta el capítulo 3, por lo que es posible que noten ciertas inconsistencias a partir de ahí. Les pido un poco de paciencia mientras termino de ajustar todo. De corazón, gracias por seguir aquí y por su comprensión. ¡Muy pronto seguirán conociendo más de esta historia que tanto me emociona compartir con ustedes!
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