Ethan Vieira vivía en un mundo oscuro, atrapado entre el miedo y la negación de su propia sexualidad.
Al conocer a Valquíria, una mujer dulce e inteligente, surge una amistad inesperada… y un acuerdo entre ellos: un matrimonio de conveniencia para aliviar la presión de sus padres, que sueñan con ver a Ethan casado y con un nieto.
Valquíria, con su ternura, apoya a Ethan a descubrirse a sí mismo.
Entonces conoce a Sebastián, el hombre que despierta en él deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Entre secretos y confesiones, Ethan se entrega a una pasión prohibida… hasta que Valquíria queda embarazada, y todo cambia.
Ahora, el CEO que vivía lleno de dudas debe elegir entre Sebastián, el deseo que lo liberó, y Valquíria, el amor que lo transformó.
Este libro aborda el autoconocimiento, la aceptación y el amor en todas sus formas.
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Capítulo 5
La amistad entre Valquiria y Ethan estaba creciendo. Y Ethan ya empezaba a disfrutar de su presencia cerca.
Valquiria llegó una vez más con esa sonrisa educada y la elegancia que ya encantaba a Mauricio y Valeria.
Desde el primer almuerzo, se había convertido en una visita constante. Siempre traía flores o un postre, siempre agradable — e, inevitablemente, el centro de atención.
Valeria la recibió en la puerta con entusiasmo.
— ¡Valquiria! Qué alegría verte de nuevo, querida.
— Gracias, Valeria. Vine a devolver el libro que Ethan me prestó.
Mauricio, que leía el periódico en la sala, alzó los ojos por encima de las gafas.
— Ya le dije que eres una compañía maravillosa. Estás salvando a mi hijo de la soledad.
Valquiria rió, intentando disimular el desconcierto.
— Qué dice, señor Mauricio. Somos solo amigos.
— Amigos, sí, sí... — murmuró Valeria, guiñando un ojo a su marido. — Pero mira, Valquiria, ustedes dos combinan tanto.
Ethan entró en la sala en ese momento, interrumpiendo la mirada cómplice de sus padres.
— Mamá, papá, por favor… están asustando a mi amiga.
— Vaya, hijo, es solo una observación — respondió Valeria, fingiendo inocencia. — Uno se da cuenta cuando dos personas se entienden bien.
Mauricio bajó el periódico y completó:
— No sirve de nada negarlo, Ethan. Ya es hora de que pienses en casarte.
Valquiria se sonrojó. Ethan respiró hondo, intentando mantener la calma.
— Nosotros somos solo amigos. — Él miró a Valquiria, buscando apoyo. — ¿No es así?
— Claro — respondió ella rápidamente, aunque un poco incómoda. — Solo amigos.
Pero la insistencia de los padres era implacable.
Valeria sonrió, satisfecha.
— A veces la amistad es el primer paso, hijo mío.
Ethan se levantó, impaciente.
— Bien, creo que ya es suficiente de indirectas por hoy. Valquiria, ¿quieres dar una vuelta por el jardín?
Ella asintió, sonriendo, y los dos salieron, dejando atrás las miradas llenas de expectativa de Mauricio y Valeria.
En el jardín, el silencio los envolvió. El césped verde, el ruido suave de la fuente y el canto distante de los pájaros creaban una atmósfera tranquila. Caminaron lado a lado por algunos instantes, hasta que Ethan rompió el silencio.
— Lo siento por mis padres — dijo, con una media sonrisa. — Tienen manía de querer controlar mi vida.
— Ellos son adorables — respondió ella. — Pero creo que están deseando verte casado pronto.
— Ellos siempre fueron así. Desde que tengo uso de razón, esperan que siga el guion perfecto: facultad, empresa, matrimonio, hijos.
Valquiria lo observó atentamente.
— ¿Y por qué nunca te casaste? — preguntó con delicadeza. — ¿Es miedo a involucrarte, o aún no encontraste a la persona adecuada?
Ethan paró de caminar. Miró al suelo, después a ella. Los ojos castaños tenían un brillo de vacilación, y su mandíbula se contrajo como si luchara contra las palabras.
— En realidad... — comenzó despacio — es algo que nunca le conté a nadie.
— Puedes confiar en mí — dijo ella, en tono suave. — Prometo no juzgar.
Ethan respiró hondo.
— Desde mis catorce años me di cuenta de que era diferente a mis amigos. Todos hablaban sobre chicas, sobre noviazgos, sobre las primeras experiencias. Yo escuchaba, pero... no sentía lo mismo.
Valquiria mantuvo la mirada fija en él, atenta.
— Intentaba encajar — continuó. — Pensaba que era cuestión de tiempo, que un día iba a sentir el mismo deseo, el mismo interés. Pero eso nunca sucedió.
Ella esperó algunos segundos antes de preguntar:
— ¿Estás diciendo que nunca te sentiste atraído por mujeres?
Ethan asintió, con un pequeño gesto.
— Nunca.
El viento sopló entre los árboles, haciendo que las hojas danzaran. El silencio que se instaló era leve, pero lleno de significado.
Valquiria, con delicadeza, preguntó:
— Y... ¿por personas del sexo masculino? ¿Sientes atracción?
Ethan se sonrojó, desviando la mirada.
Por algunos segundos, pensó en callarse, pero había algo en Valquiria que transmitía confianza. Una paz que él no sentía hacía mucho tiempo.
— Intento convencerme de que es solo imaginación — dijo, con voz baja. — Pero varias veces... ya soñé con eso. Me vi en mis sueños relacionándome con hombres, y, de alguna forma, esos sueños me parecían reales.
Él suspiró, afligido.
— En los sueños, yo sentía algo que nunca sentí en la vida real. Un tipo de placer, de paz... que me asusta. Cuando me despierto, intento borrarlo de mi cabeza, diciéndome a mí mismo que está mal, que es un delirio. Pero cuanto más lo niego, más esos pensamientos vuelven.
Valquiria se mantuvo en silencio por un momento, absorbiendo cada palabra.
Podía ver en su rostro el peso de la culpa, el miedo a ser rechazado, y la soledad de quien siempre vivió escondiendo su propio corazón.
— Ethan... — dijo, con voz tierna — no hay nada de malo en sentir. El error está en fingir que no sientes.
Él alzó la mirada, sorprendido.
— ¿De verdad crees eso?
— Creo. Eres humano. Y los humanos sienten de formas diferentes. Lo que te está lastimando es intentar vivir dentro de una caja que no te cabe.
Él pasó la mano por su cabello, nervioso.
— Crecí creyendo que eso era pecado, que estaba mal.
— Equivocado es negarse el derecho a ser feliz — respondió ella, firme.
Por un instante, los ojos de Ethan se llenaron de lágrimas contenidas.
Valquiria colocó su mano sobre la de él, en un gesto de empatía, sin intención además de transmitir apoyo.
— No tienes que avergonzarte de quien eres — continuó ella. — El mundo aún juzga, pero el corazón sabe lo que quiere.
Ethan apretó su mano levemente, en una mezcla de gratitud y alivio.
— Gracias por escucharme. Nunca hablé sobre esto con nadie.
— A veces, uno solo necesita a alguien que escuche sin señalar con el dedo — dijo ella, sonriendo. — Y, si puedo ayudarte a entender lo que sientes, voy a hacerlo.
Ellos se quedaron allí, en silencio, solo escuchando el sonido de la fuente y el canto distante de los pájaros.
Ethan, por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba completamente solo.
Valquiria lo miró con ternura y pensó en cómo aquel hombre, admirado por tantos, cargaba dentro de sí un dolor que nadie veía.
Ella no sabía aún, pero aquel momento en el jardín marcaría el inicio de una amistad profunda — y de un destino que cambiaría el rumbo de la vida de ambos.