Estar casada con el amor de tu vida suena como un sueño hecho realidad; incluso si sólo eres un reemplazo de su gran amor.
NovelToon tiene autorización de Nix Agriche para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 8
...Evangeline....
Llevé a los niños a casa, con la mente a mil por hora.
Bañé a los pequeños y los acompañé a la cama.
—Mami, ¿Mañana podemos ir a visitar al tío James? –Preguntó Francesca, mientras se acurrucaban con sus peluches–.
Dudé un momento, ya que sabía que muy problamente Daven también estaría ahí.
—Mm... No lo sé, cielo. –Traté de negarme, pero ambos suplicaron–. –¡Por favor, mami! –Insistieron y suspiré derrotada–.
—Está bien, está bien... Mañana iremos a ver a su tío, ahora duerman, pequeños diablillos. –Besé las cabecitas de ambos y salí del lugar, dirigiéndome en a mí habitación–.
Observé mí teléfono y vi incontables llamadas perdidas de Margaret, seguido de cientos de mensajes.
«Daven está aquí, ¡No vengas al hospital!»
Ojalá lo hubiera leído antes, pero ya era tarde para eso. Daven me había visto y, lo que es peor aún, había visto a los niños.
A la mañana siguiente, llevé a mis hijos a la escuela, luego me fui al trabajo.
Traté de concentrarme en lo importante y no pensar en Daven, pero me fui imposible. Los sentimientos que mantuve ocultos por cinco años, salieron a la luz tan pronto como lo ví; amor, odio, resentimiento... Todo en cuestión de segundos.
Sé con certeza que ocultarle la existencia de los gemelos estuvo mal, pero estaba herida, aún lo estoy. No es excusa, lo tengo claro, porque cualquier problema nuestro; no tiene nada que ver con los niños.
Simplemente hice lo que creí correcto en ese momento, o de eso me convencí, porque no quería seguir sufriendo por Daven. Y no quería arrastrar a mis hijos a ese infierno, así que huí.
Pero, no puedo seguir pensando en eso, él hizo su elección y ahora yo hago la mía.
El reloj dió las cinco en punto, tomé mis cosas y fuí a recoger a mis hijos; para ir al hospital.
...Daven....
No pude dormir en toda la maldita noche, en mí mente sólo estaban esos niños y Evangeline. ¿Por qué diablos no me dijo que estaba embarazada?
Sí, yo fuí un hijo de puta con ella, ¡Pero tenía todo el derecho del mundo a saber que mí esposa estaba embarazada!
Aún no he confirmado que sean mis hijos, pero al verlos supe que no necesitaba investigar nada. Mí propio corazón me lo dijo, ellos son míos y no volveré a dejar que nadie los alejé de mí, ni siquiera Evangeline.
Insulté de formas inimaginables a Caleb por haberle contado a Marizza que Evangeline estaba aquí, pero él no dijo nada, sólo espero que no le hable de los gemelos.
Regresé al hospital para ver cómo se encontraba James, sabía que estaba bien, pero quería mostrarle mí apoyo. No quería que él pensara que no me importaba porque, a pesar de su traición, lo seguía considerando mí mejor amigo.
Al entrar, los vi, ahí estaban ellos; los gemelos.
Ella jugaba con su muñeca, mientras que él leía el mismo libro que le trajo a James el día anterior. Noté que su mamá no estaba y aproveché la oportunidad para acercarme a ellos.
James me observó con cautela y envolvió su brazo bueno al rededor de los niños, como si los estuviera protegiendo de mí. ¿Cómo se atrevía? ¡Soy su padre!
—Quiero hablar con mis... –Me detuve, no quería revelar delante de los niños que ellos son mis hijos–. Con los niños. –Corregí, aclarándome la garganta. Él entrecerró los ojos, desafiándome–. –Creo que debes esperar a que su madre regrese. –Respondió, haciéndome fruncir el ceño–.
—No me hagas enfadar, maldito bastardo. –Escupí, mientras tomaba el cuello de su camisa, advirtiéndole en silencio que lo golpearía si seguía así–.
Escuché a los niños jadear, volteé y vi las lágrimas en los rostros de ambos.
—¡No toques al tío James! –Espetó el muchacho, interponiendose entre nuestros cuerpos, es tan pequeño y aún así, protege a sus seres queridos. Ví cómo la niña abrazó rápidamente a James, como si quisiera ocultarlo de mí–. –Eres malo, ¡Malo! –Gritó mientras sus lágrimas recorrían su rostro angelical–.
Mí corazón se partió en dos al verlos llorar por mí maldita culpa, solté un suspiro tembloroso; calmándome.
—Está bien... No lo golpearé, lo prometo. Pero, por favor, ya no lloren... –Murmuré, mientras extendía mis manos para secar sus lágrimas, creí que se apartarían pero no lo hicieron–.
—¿L-Lo prometes? –Murmuró la pequeña, causando que mí frío corazón se derritiera ante su puchero tembloroso, ella me tenía envuelta en su dedo meñique y creo que lo sabía muy bien, era una maldita descarada–.
—Lo prometo... –Afirmé, mientras le acariciaba las mejillas con dulzura, una dulzura que ni siquiera sabía que existía en mí interior–.