DRAGÓN DORADO

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Lyra pasó a buscar a unas amigas; iba muy a gusto hablando y riéndose de cómo estaría Aria con ese vestido. Llegaron a la tienda y entraron despampanantes. Una de ellas se sentó de golpe, sin importarle si había alguien más. Otra le arrebató lo que una joven tenía en las manos, y Lyra chasqueó los dedos llamando a la misma dependienta que había atendido a Aria antes.

—Quiero los mejores vestidos, los más caros, para ahora —dijo sin siquiera mirarla.

—Claro, señorita. ¿Cómo va a pagar? —preguntó la joven.

—¿Acaso no me reconoces? En mi cuenta —respondió mirándola de reojo. Sus amigas sonreían, orgullosas.

—Pero… su cuenta…

—¿Qué? Sí, en mi cuenta. ¿En quién más? ¿Acaso eres sorda? —replicó Lyra, ya nerviosa, pues sus amigas creían que ella tenía dinero propio… y no, era el de Aria.

—Sí, mi Lady. Enseguida —dijo la joven, buscando su anotador.

Lyra sonreía mientras elegía sin pensar en lo que se le venía encima. Hizo que sus amigas también llevaran vestidos de los más exclusivos. Salieron sonrientes, directo a la joyería.

Compraron a montones. El carruaje iba lleno de cajas.

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Aria estaba de regreso en el castillo, tomando el té con su madre mientras observaban el hermoso viñedo.

«No está nada mal acostumbrarme a esto.»

—Hija… ¿me escuchas? —María la sacó de sus pensamientos.

—Perdón, estaba disfrutando el paisaje —sonrió—. Dime, madre.

—Te pregunté si estabas nerviosa porque verás a los príncipes.

—Eh… sí, madre —intenté poner la mejor cara fingida, pero no funcionó. María soltó una risa.

—Tienes la misma cara que tu padre cuando miente —rió. Aria rió con ella—. Está bien si no estás emocionada. Eres joven y, por lo que veo, estás cambiando, hija —sonrió con calidez.

Aria asintió, agradecida. En esta vida, su receptora tenía padres buenos… lástima que la antigua Aria no los hubiera valorado como debía.

Después de esa hermosa tarde, llegó la hora de alistarse.

Aria salió del baño y miró el vestido hermoso que había escogido. En ese instante, su doncella entró para ayudarla.

– Cuánto me alegro de que esté bien, mi Lady —dijo la joven con una sonrisa.

– Disculpa por preocuparte, Nely —sonreí.

Nely era una joven tímida y la única con quien hablaba era Aria. En la línea del tiempo anterior, ella había sido muy valiente: rogó a los príncipes por la vida de Aria, igual que sus padres. Pero Lyra hizo creer que Nely también era su cómplice y la enviaron a los calabozos, donde fue profanada por los presos un día entero, muriendo con dolor por los golpes y abusos que sufrió.

《Nely, no dejaré que mueras》

– Ay, no diga eso, mi Lady.

– No aceptaré un “no”. Vamos, ayúdame. Y vendrás conmigo, ¿no?

– Claro, señorita… pero no podré entrar. La esperaré afuera —dice nerviosa.

– ¿Por qué? —levanté la ceja—. Estarás conmigo, nadie puede decirte que no entres —dije firme. Ese miedo debía venir de algo más.

– No quiero que se avergüencen de que usted se junte con la servidumbre, mi Lady —balbuceó.

– No vuelvas a decir eso, Nely. Eres mi amiga. Y si alguien dice algo… conocerán a Ester y a Sury —me crucé de brazos.

– ¿Ester y Sury?

– Sí… Ester —levanté mi puño derecho— y Sury —levanté el izquierdo en pose de lucha.

Nely soltó una risita por lo que dije.

– Ay, mi señorita, tenemos que apurarnos.

Aria terminó de vestir y peinarse. Nely le hizo un recogido con unos delicados bolados, tal como ella pidió. Luego bajó las escaleras, mirando lo hermoso que se veía el valle de noche.

– Pero mírate… qué hermosa estás, mi niña.

– Madre, tú estás más hermosa —sonreí.

– Mis damas… están más bellas cada día —dijo mi padre, tomando del brazo a mi madre, quien sonreía. Se miraban con tanto cariño que me llenó de anhelo. Suspiré; no era momento para ponerme sentimental.

Hoy comenzaba la trama… la parte donde Lyra humilla a Aria. Aquí empezaban las burlas, los malos tratos, los rumores.

Pero no pensaba dejar que eso pasara.

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