Alana Forbes lo tenía todo: juventud, belleza, una familia poderosa… y un compromiso con el hombre que creyó su gran amor. A tres meses de su boda, una noche en el bar Eclipse lo cambió todo.
Lo que debía ser una celebración por su graduación, se convirtió en el principio de su pesadilla. Traición, mentiras y un video que le destrozó el alma la empujaron a romper con todo.
Pero el destino no siempre hiere… a veces también cura.
Y en medio del dolor, apareció Dante Salvatore: reservado, exitoso y con la capacidad de poner su mundo de cabeza.
¿Puede un corazón roto volver a latir cuando es tocado por el amor más inesperado?
Una decisión. Un encuentro. Y un Destino Trazado que ni el pasado pudo destruir.
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Capítulo 5: Rumores y apariencias
Dos semanas habían pasado desde que Alana Forbes ingresó a Salvatore Tech corp, y aunque se esforzaba en mantener un perfil bajo, su presencia ya era tema de conversación. Desde el primer día, había sentido las miradas inquisitivas y los cuchicheos que la seguían por los pasillos. No era fácil pasar desapercibida cuando todos parecían más interesados en escarbar en su vida que en trabajar.
En el comedor principal de la empresa, un grupo de empleadas se reunía como cada mediodía. Entre ellas destacaba Camila Jiménez, nueva en la empresa y amante oculta de Nick Altamirano. Con voz baja pero cargada de veneno, comenzó su habitual sesión de comentarios malintencionados.
—¿Ya vieron cómo vino hoy? —murmuró Camila mientras tomaba un sorbo de su batido—. Con ese pantalón ceñido como si estuviera en una pasarela.
—¿Quién? ¿Alana? —preguntó otra, fingiendo sorpresa.
—Obvio —respondió Camila—. Dicen que entró aquí porque se acuesta con un viejo millonario que le consiguió el puesto.
—¿En serio? —dijo otra, alzando las cejas con dramatismo—. Yo escuché que es sobrina lejana de un directivo.
Camila se encogió de hombros con desdén.
—No me extrañaría. Tiene esa cara de "soy más que tú", pero todo se le nota falso. Ni siquiera sabe manejar bien los sistemas.
Las risas se esparcieron por la mesa como pólvora.
—Y lo peor —añadió Camila con una sonrisa sarcástica—, es que se cree tan digna, como si no fuera solo otra interesada más.
A poca distancia, Valeria Salvatore observaba la escena desde una mesa contigua. Cerró su cuaderno con firmeza y se levantó, interrumpiendo la conversación sin pedir permiso.
—Qué curioso que tengan tanto tiempo para criticar a alguien que sí trabaja —dijo, mirando directo a Camila—. Y sobre todo, qué bajo tener que inventar cosas para sentirse superiores.
El grupo se quedó en silencio. Camila sostuvo la mirada por unos segundos antes de sonreír con fingida cortesía.
—Solo son comentarios, Valeria. No te lo tomes tan personal.
—Ah, no me lo tomo personal —replicó Valeria, cruzando los brazos—. Pero si vuelvo a escuchar un solo rumor más sobre Alana, esta conversación la tendrá directamente con Recursos Humanos. Y créanme, tengo acceso.
Con eso dicho, Valeria giró sobre sus tacones y se alejó con paso firme. Las demás quedaron mirándose entre sí, incómodas. Camila apretó los labios con molestia.
En la noche
Más tarde esa noche, Alana y Sofía se reencontraron después de varios días sin verse. Ambas habían planeado encontrarse en Eclipse, el bar más popular de la ciudad, para ponerse al día.
—¡Al fin! —exclamó Sofía, abrazando a Alana con fuerza—. ¿Sabes cuánto te he extrañado, mujer?
—¡Y yo a ti! —rió Alana—. No sabía cuánto necesitaba esto hasta ahora.
Se sentaron en una de las zonas reservadas, con luces tenues y música envolvente. Alana le contó algunas cosas de la empresa, evitando los detalles más pesados.
—¿Y tú? ¿Cómo te va en la nueva empresa? —preguntó Alana mientras brindaban.
—Agotador, pero bien. Aunque no te imaginas la cantidad de egos inflados que me rodean. Te juro que extraño nuestras charlas de pasillo.
Rieron juntas.
Mientras tanto, en otra zona del bar, Camila había llegado con dos compañeras de Salvatore Tech. Se sentaron en una mesa cerca del lounge y, como era costumbre, comenzaron con sus comentarios.
—¿Ya viste quién está ahí? —dijo una señalando discretamente hacia Alana y Sofía.
Camila volteó sin disimulo.
—¿Esa? Qué sorpresa… con la amiga. Seguramente vinieron a planear su próxima historia para hacerse las víctimas.
—¿Y esa ropa? —añadió otra—. Parece que aún cree que está en una gala benéfica.
Camila soltó una carcajada seca.
—Siempre tan elegante para aparentar. Me pregunto si le cuenta a la amiga que su ex todavía me escribe por las noches.
Valeria, que había llegado hace unos minutos con su grupo de amigas, escuchó parte del comentario y se giró de inmediato.
—Camila, qué suerte encontrarte aquí —dijo con una sonrisa ácida—. ¿Sabías que hay un lugar llamado "respeto"? Deberías visitarlo alguna vez.
Las demás se rieron y la tensión en el aire aumentó. Camila rodó los ojos.
—Solo hablábamos. No sabía que ahora la libertad de expresión tenía límites.
—No, para nada —respondió Valeria, dándole un sorbo a su cóctel—. Pero te convendría usar esa libertad con un poco más de clase. O sentido común. Y se alejo
Una de las amigas de Camila jimenez, intervino para cambiar de tema, y ella aprovechó para presumir algo más alegre.
—Chicas, por cierto… —dijo Camila emocionada—. Mi novio me acaba de regalar un viaje a Capri. ¡Capri! ¿Pueden creerlo?
—¡Qué envidia! —dijo una—. ¿Es el mismo que te compró ese bolso divino?
—El mismo —respondió camila—. Me trata como una reina. Y no es solo por lo que me da… es porque me escucha, me cuida. No hay día que no me recuerde cuánto me ama.
Las chicas suspiraron al unísono.
