Una Madrastra Reencarnada

El archiduque Cavendish siempre habia sido un hombre metodico, racional, y acostumbrado a mantener la calma ante cualquier asunto del reino.

Pero aquella vez, algo no le cuadraba.

Eleanor no era de encerrarse sin razon, y la tristeza silenciosa que la rodeaba tenia un origen demasiado especifico.

Asi que, cuando las explicaciones dejaron de bastarle, empezo a investigar.

Llamo discretamente a Margaret a su despacho.

La doncella entro con la cabeza baja, nerviosa, pero firme.. era leal, y el archiduque lo sabia.

Archiduque: Margaret.. no pretendo que rompa su confianza con Lady Eleanor… pero necesito entender que le ocurre.

La mujer dudo un instante, apretando las manos frente a si.

Margaret: Su Excelencia… no puedo decir mucho. Solo se que recibio una carta del palacio, hace unos dias. Desde entonces… cambio.

Robin entrecerro los ojos.

Archiduque: ¿Una carta del rey?

ella asintio.

Margaret: Si. No me dejo leerla. Pero cuando la vi despues… parecia asustada. Dijo que no queria perder la confianza de usted… ni la del joven Roland.

El archiduque la observo en silencio, procesando cada palabra.

Eso, unido a su propio conocimiento de los movimientos de palacio, fue suficiente para comprenderlo todo.

El rey.

Otra vez el maldito rey.

Robin sabia bien de lo que era capaz el monarca.

No era la primera vez que usaba las piedras magicas como instrumento de control.

Piedras que prometian prosperidad, pero que en realidad debilitaban la tierra con el tiempo, drenando su energia, volviendo esteriles los campos.

Era una forma elegante de someter a los nobles sin levantar una espada.

Y ahora, el rey queria hacer lo mismo con Dunwich.

La envidia del monarca hacia el venia desde hace mucho tiempo..

Robin era respetado, querido por su pueblo y sus soldados, mientras que el rey gobernaba cumplia con sus deberes y en general no era un mal rey, era justo y ordenado, pero como hombre envidiaba no ser tan amado como el archiduque y aunque nadie lo hiciera, el se comparaba constantemente..

Para un hombre asi, la prosperidad ajena era un insulto.

Y Eleanor…

El archiduque comprendio lo que ella habia sentido.. culpa, miedo, impotencia.

Esa noche, el archiduque permanecio en su despacho mucho despues de que el resto del castillo se durmiera.

El fuego ardia bajo, iluminando los documentos que habia reunido.. informes de las minas, cartas anteriores del palacio, registros del daño que esas piedras habian causado en otros ducados.

Finalmente, dejo la pluma a un lado..

Se levanto y camino hacia la ventana, mirando hacia la torre donde estaba su habitacion.

Las luces estaban apagadas, como su voz esos ultimos dias.

El archiduque no tocó la puerta. No podia.

Llevaba horas intentando convencerse de esperar, de darle espacio… pero cuando escuchó a Margaret decir que Eleanor seguia sin comer, algo dentro de el se rompió.

Giró el picaporte y entró sin pedir permiso.

La habitación estaba en penumbra.

Eleanor estaba de pie junto a la ventana, con la mirada perdida hacia el pueblo que se extendia más allá de las colinas. El cabello suelto le caia sobre los hombros y las lágrimas le brillaban en el rostro, aunque no hacia ruido alguno.

Robin cerró la puerta detras de él, pero no habló. No necesitaba verla de frente para saber que lloraba.

Archiduque: Eleanor…

Ella no se volvió.

Eleanor: Su Excelencia, deberia irse.

Archiduque: No hasta que me diga que ocurre.

Eleanor respiró hondo, intentando mantener la voz firme.

Eleanor: Ya lo sabe. El rey me ha enviado una carta. No es necesario fingir que no sabe o que no la dedujo.

El archiduque se acercó unos pasos.

Archiduque: Margaret no me dijo nada, pero no soy idiota. Entiendo lo que ha pasado.

Ella sonrió con tristeza, sin girarse.

Eleanor: Entonces tambien entiende por que es mejor terminar este matrimonio.

El aire en la habitación pareció detenerse.

Robin frunció el ceño.

Archiduque: ¿Terminar el matrimonio?

Eleanor: Si.. Si yo sigo aqui, el rey tendrá una excusa perfecta para intervenir.. él no soporta verlo prosperar, Su Excelencia. Y si yo permanezco a su lado, todo el trabajo que ha hecho, toda la confianza del pueblo, se perderá..

Robin dio otro paso, su voz grave, contenida.

Archiduque: ¿Cree que alejarse resolverá algo? Si deja de ser la archiduquesa, perderá el apoyo de la corona. Perderá su nombre, su posición.

Ella cerró los ojos, dejando escapar un suspiro tembloroso.

Eleanor: No me importa, Robin. No vine aqui buscando poder… ni titulos. Vine sin querer, sin entender por que. Pero ahora se una cosa.. si mi presencia pone en peligro este lugar, entonces debo irme.

él la miró, sin saber si admirar su valor o temer su decisión.

Ella giró por fin hacia el. Su sonrisa era debil, triste, pero sincera.

Eleanor: Si el archiducado no se debilita ahora.. podria ganarle fácilmente al palacio. Y el rey no lo permitirá. No mientras yo siga aqui, su “sobrina útil”.

Robin apretó los puños.

Archiduque: No es su culpa lo que su tio hace. No lo fue nunca.

Eleanor: Tal vez no.. pero soy su vinculo con usted. Su forma de atacarlo sin ensuciarse las manos.

El archiduque dio un paso más y, por un momento, su tono perdió toda formalidad.

Archiduque: ¿Y cree que voy a permitir que decida eso sola?

Eleanor lo miró, sorprendida.

Robin respiró hondo, como quien se rinde a una emoción que ya no puede contener.

Archiduque: Usted cambió este lugar, Eleanor. A mi… a Roland. No permitire que el miedo la haga huir.

Ella lo observó, con lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas.

Eleanor: ¿Y si su confianza se rompe por mi culpa?

Archiduque Entonces la reconstruiremos juntos..

Eleanor respiró profundamente. Sus manos temblaban mientras se aferraban al marco de la ventana, como si buscara sostenerse de algo más que del aire.

Robin esperó en silencio. Ya habia aprendido que cuando ella tardaba en hablar, lo que venía después solia ser importante… o devastador.

Eleanor: Hay algo más.. Algo que usted debe saber antes de decidir si confía en mi..

El archiduque dio un paso hacia ella.

Archiduque: Digalo.

Eleanor se volvió lentamente, sus ojos brillando por las lagrimas que aun no caían.

Eleanor: No soy… exactamente la mujer que todos creen. El día que desperté en esta casa, después de enfermarme… algo cambió. O mejor dicho, yo cambié.

Robin frunció el ceño.

Archiduque: ¿Cambió? ¿A qué se refiere?

Ella tomó aire, y las palabras salieron temblorosas, pero firmes.

Eleanor: Morí. En otro mundo. Y cuando abrí los ojos aquí… no era la Eleanor que usted conoció. Soy un alma reencarnada. Desperte el dia que lo besé, creyendo que soñaba.

El silencio fue tan profundo que hasta el fuego pareció extinguirse por un momento.

Robin la miró sin comprender, sin parpadear.

Archiduque: ¿Está diciendo que… que viene de otro mundo?

Eleanor asintió.

Eleanor: Sí. En mi mundo… esta historia era solo una novela. Sabia cómo terminaba, quien sufría, quién moría. Sabía lo que el rey haría. En el futuro, él le declarará la guerra al archiducado. Usará las piedras mágicas para debilitar su tierra… y todo lo que ha construido se perderá.

Robin se llevó una mano al rostro, intentando asimilar lo imposible.

Pero en los ojos de ella no había locura, solo una tristeza tan pura que le resultó imposible no creerle.

Archiduque: Eleanor… eso que dice…

Eleanor: Lo sé, suena absurdo.. pero es la verdad. Yo… soñé con quedarme aqui, con usted y con Roland. Con vivir en paz, sin traiciones ni guerras. Pero si mi presencia pone en peligro eso, si mi destino es traerle desgracia, entonces… entonces no puedo aceptarlo.

Robin permaneció callado.

Se acercó lentamente hasta quedar frente a ella.

Archiduque: ¿Y cree que podría irse sin mirar atrás? ¿Después de todo lo que ha hecho, de todo lo que ha cambiado aquí?

Eleanor: No quiero hacerlo.. pero si quedarme significa su ruina, entonces… sí.

Él la miró largo rato, hasta que finalmente habló, con la voz grave pero serena.

Archiduque: Eleanor… si realmente ha visto el futuro, entonces sabrá que no soy un hombre que se rinde. No dejaré que un rey, ni una maldición, ni siquiera el destino nos quite la posibilidad de elegir..

Ella lo miró, incredula, con el corazón encogido.

Archiduque: ¿Nos…?

Robin sonrió apenas, esa sonrisa tranquila que tanto la desarmaba.

Archiduque: Sí. Nos. Porque, alma reencarnada o no, usted es la Eleanor que conozco. Y la que quiero aquí.

Eleanor soltó un sollozo silencioso.

Robin se acercó un paso más, y cuando ella bajó la cabeza, él la tomó de los hombros con delicadeza.

Archiduque: Si el destino va a desafiarme.. que lo haga. Pero no voy a dejar que la mujer que cambió mi casa, y la sonrisa de mi hijo, desaparezca por miedo.

Ella cerró los ojos, apoyando la frente contra su pecho, y por primera vez en mucho tiempo, no sintió miedo de lo que vendría.. Solo esperanza.