Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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misión en la Isla parte dos
—Todos listos, fuego a mi orden, que comiencen los fuegos artificiales —habla Nicolle por el intercomunicador.
—De acuerdo, líder; hagamos que conozcan el infierno en la tierra antes de que vayan al propio —responde Fuego.
Dos niños más son vendidos y puestos de lado, justo cuando el último senador hace acto de presencia. El desgraciado, al entrar, divisa a su víctima, trece años, rubia y con ojos azul cielo; el desgraciado sonríe y le guiña un ojo cuando observa a su presa.
Aplausos y afirmaciones se oyen en el lugar y otra víctima es apartada hasta el final de la subasta.
La pequeña está colocada al frente; está vestida muy diferente a la primera; medias de malla y con un pequeño short que muy bien podría ser un calzón, un top rojo que apenas cubre sus limones en crecimiento y unos tacones que apenas puede manejar.
—La pequeña Astrid, señores, es tan tierna como se ve; hasta yo me imagino en el cielo con tan delicado ángel —anuncia el desgraciado que presenta a la mercancía como ellos le dicen.
—Un millón y medio —habla el senador que acaba de entrar al lugar con su paleta en alto, pero un mafioso colombiano alza también su paleta.
—Dos millones, no creo que puedas hacerle mucho; yo sí disfrutaré esos millones gastados —se burla el degenerado de unos treinta y algo.
—Dos millones y medio —espeta furioso; la pequeña llora y nadie más dice nada; entonces el desgraciado del presentador le da una vuelta a la pequeña y trata de bajarle el top y ella no deja.
—Miren esto, nadie ofrece más.
—Cuatro millones —puja el colombiano y el camaleón da la orden.
—Ahora, líder, acabemos con estos asquerosos —Nicolle ajusta su mira y justo cuando se la venden al senador que subió más el precio, ella le vuela la cabeza al viejo y este cae causando los gritos de muchos, la seguridad y los mafiosos ven a todos lados y disparan sin saber a quién camaleón está en el suelo como todas las mujeres gritando.
Dos hombres más caen y los acompañan más mientras ellos disparan y Nicolle da la orden.
—Fuego, haz que esta mierda arda —espeta furiosa.
—Fuerte y claro líder de sombra —dice este y la isla se alumbra. En diferentes partes de la isla el fuego comienza y Nicolle sale de su escondite, acabando con quien se le atraviese…
—Ataquen ahora —esa es su orden y el infierno comienza.
—Víbora, ve por los niños con camaleón y asegúrate de revisarlos y tenerlos seguros —el colombiano se le va encima y la golpea, tumbándole el arma aprovechando que estaba cargándola. Nicolle se agacha y le barre los pies con su pierna. Una vez en el suelo, le ataca la cara con sus anillos de combate, lanza golpes a su cara y este hace lo mismo con ella y la empuja haciéndola caer hacia atrás; ambos se levantan y ella observa al irlandés correr hacia la zona boscosa.
La líder del grupo rápidamente le golpea el estómago y, cuando se dobla con un puñal, le abre la garganta, el mafioso queda ahogándose; ella toma su arma y corre tras el jefe de los irlandeses.
—Acaben con los otros, voy tras barba dorada —Nicolle avisa y consigue a muchos enemigos en el camino. Ella toma a su ama y dispara. Acaba con varios, hasta que visualiza a su objetivo, corre hacia él y le dispara en la pierna. Necesita información primero antes de mandarlo a visitar a Lucifer.
El hombre corre cojeando y ella se lanza encima y lo hace caer; el irlandés de casi dos metros la empuja y ella se lanza de nuevo, esta vez metiéndole la bota en el pecho de una patada. Él que está tratando de levantarse cae nuevamente y Nicolle lo apunta con su pistola.
—Necesito los nombres de las personas detrás de esta atroci… —Las palabras mueren en el aire antes de que las diga por un disparo que Nicol recibe en el hombro; otro disparo cae esta vez en el pecho del irlandés y ella se gira como puede para ver quién fue, pero no ve a nadie, solo el brillo de la lente de un rifle que se ve entre la zona boscosa.
Nicolle dispara, pero es inútil, ya se ha ido. Se acerca al sujeto y este está agonizando. Nicolle se desespera.
—Víbora, estoy en la zona boscosa; las coordenadas son —llama a su elemento médico dándole la ubicación, pero inútil no va a llegar a tiempo, si el hombro duele y sangra, aunque no le presta atención y trata de hablar con el irlandés…
—Habla, quién está detrás de esto, te traicionaron, te dispararon para callarte; habla —el irlandés balbucea algo antes de morirse.
—Él… el Tártaro, el verdugo… —solo alcanza a decir eso antes de morir.
—¡Mierda, mierdaaa! Está molesta y herida, se levanta y justo detrás llega corriendo víbora.
—Estás herida, ven y te reviso —Nicolle niega y regresa con el resto. Hay muchos muertos; solo los niños están con vida.
—Salgamos de aquí —dice y se acerca a los pequeños, pero le llama la atención la más pequeña; su vestido rosado le hace apretar la mandíbula.
—Hola… Estás a salvo, ves, no te haré nada —dice y la niña llora. Nicolle saca su pasamontañas y le sonríe.
—Mira, yo soy buena. No te van a dañar más, lo prometo —la niña la abraza.
—Ellos… Ellos me … —Solloza la pequeña.
—No importa, ellos están muertos, nadie te hará daño. Tienes mamá —Ella asiente.
—Sí, ellos me sacaron de la escuela —Nicolle asiente.
—Quieres ir con tu familia. —Pregunta y vuelve a asentir.
—Yo no, ellos me vendieron —la pequeña de trece años que iba a ser vendida interrumpe.
—De acuerdo, me darás sus nombres y tú irás a un lugar seguro —dice Nicolle y ella sonríe.
—Quiero ser como tú y matar a esos asquerosos —Nicolle sonríe y niega.
—Por qué mejor no olvidas que esto pasó y yo me encargo de acabar estas redes, sí —se dan la mano y Nicolle se queja del dolor en el hombro.
—Estás herida. —Señala la pequeña.
—No fue nada, vamos —regresa al jet junto al equipo y a todos. Está herida y molesta porque mañana le toca regresar a su casa y lo hará con un balazo en el hombro.