son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 17
Amelia pasó el resto de la semana lidiando con las consecuencias de los rumores. Ya no solo se trataba de Axel o de su madre; incluso sus amigas comenzaban a mirarla con una mezcla de preocupación y juicio. Paula, quien siempre había estado a su lado, la enfrentó un día en el receso.
— Amelia, ¿qué está pasando contigo? — preguntó, su tono más severo de lo habitual. — No quiero ser dura, pero lo que estoy viendo no tiene sentido. ¿De verdad estás volviendo con Stiven?
— No estoy volviendo con él — respondió Amelia rápidamente, aunque ni siquiera estaba segura de si lo decía para convencer a Paula o a sí misma. — Solo... es complicado.
— ¿Complicado? ¿En serio? Amelia, ese tipo te hizo pedazos. ¿Por qué siquiera le estás dando espacio en tu vida?
Amelia sintió el peso de las palabras de su amiga, pero no sabía cómo explicarle algo que ni ella misma entendía. La soledad que había sentido desde que las cosas con Axel comenzaron a derrumbarse la había empujado hacia Stiven, aunque sabía que no era la mejor opción.
— Paula, no es tan simple. A veces siento que él... — Amelia hizo una pausa, buscando las palabras correctas. — Que realmente está intentando ser alguien diferente.
Paula negó con la cabeza, su frustración evidente.
— Tal vez lo esté intentando, pero eso no significa que debas darle otra oportunidad. Amelia, no te olvides de lo que vales.
Esas palabras se quedaron con Amelia el resto del día, pero en lugar de ayudarla a aclarar sus pensamientos, solo añadieron más confusión.
Esa noche, Amelia decidió enfrentar a su madre. Desde que los rumores habían comenzado a circular, la relación entre ambas se había vuelto aún más tensa. Sabía que no podía evitar la conversación por más tiempo.
— Mamá, ¿puedes dejar de escuchar lo que dicen los demás y confiar un poco en mí? — preguntó en cuanto entró a la cocina.
Su madre, que estaba revisando su teléfono, levantó la vista con el ceño fruncido.
— Amelia, no se trata de los demás. Se trata de lo que veo. Desde que ese chico apareció en tu vida otra vez, no eres la misma.
— ¿Y cómo sabes que es él? — replicó Amelia, cruzando los brazos. — Tal vez solo estoy lidiando con cosas que no tienen nada que ver con Stiven.
— ¿Cosas como Axel? — contraatacó su madre. — Amelia, no puedes saltar de una relación a otra cada vez que las cosas se complican.
Amelia sintió que su pecho se encogía.
— Mamá, no estoy "saltando" a ninguna parte. Estoy intentando encontrar mi camino, y no necesito que tú o nadie más me digan cómo hacerlo.
— Pues claro que sí, porque hasta ahora no parece que lo estés logrando — respondió su madre, su tono duro.
Amelia cerró los ojos, intentando contener las lágrimas.
— ¿Sabes qué? Olvídalo. No tiene sentido hablar contigo.
Sin esperar respuesta, se giró y subió a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella con fuerza.
La única persona que parecía no esperar nada de ella era, irónicamente, Stiven. Esa noche, él le envió un mensaje:
“Espero que estés bien. No olvides que estoy aquí para lo que necesites.”
Amelia lo leyó varias veces antes de decidir responder:
“Gracias, Stiven. Pero a veces siento que ni siquiera sé qué necesito.”
La respuesta de él no tardó en llegar:
“Tal vez lo que necesitas es a alguien que te escuche, sin juzgar. ¿Puedo pasar por ti mañana?”
Aunque sabía que probablemente era un error, Amelia aceptó.
El sábado por la tarde, Stiven llegó por ella con su habitual confianza, pero esta vez había algo diferente en su actitud. No estaba tratando de impresionarla ni de hacerla reír; simplemente estaba allí, dispuesto a escuchar.
— ¿A dónde quieres ir? — preguntó cuando subió al auto.
— No lo sé. A algún lugar donde pueda respirar.
Stiven la llevó a un mirador fuera de la ciudad. Era un lugar tranquilo, con una vista impresionante del horizonte. Amelia se sentó en el césped, abrazando sus rodillas, mientras Stiven se sentaba a su lado.
— ¿Por qué haces esto? — preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
— ¿Hacer qué? — respondió él, mirando hacia el horizonte.
— Intentar ayudarme. Estar aquí. No lo entiendo.
Stiven suspiró, como si estuviera considerando cómo responder.
— Porque sé que te fallé, Amelia. Y porque, aunque no lo creas, me importa lo que pase contigo.
Amelia lo miró, buscando algún rastro de falsedad en sus palabras, pero no encontró nada.
— No sé si puedo confiar en ti, Stiven.
— No te culpo. Pero no estoy aquí para pedirte que confíes en mí. Estoy aquí porque quiero demostrarte que puedo ser mejor.
Sus palabras la desarmaron. Había esperado una excusa, alguna manera de manipularla, pero en lugar de eso, encontró algo que parecía genuino.
— No sé si estoy lista para esto — admitió, su voz temblando ligeramente.
Stiven asintió.
— No tienes que estarlo. Solo quiero que sepas que no estás sola.
Esa noche, mientras regresaba a casa, Amelia no podía dejar de pensar en lo que había dicho. Por primera vez en semanas, sentía que alguien la entendía, aunque no estaba segura de si debía permitirle ese lugar en su vida.
Pero una cosa era clara: su mundo seguía cambiando, y no podía ignorar que Stiven estaba empezando a ocupar un espacio que antes le pertenecía a Axel. ¿Era esto una señal de que estaba dispuesta a mirar hacia adelante, o simplemente un intento desesperado de llenar un vacío?
Las respuestas no estaban claras, pero Amelia sabía que no podía seguir ignorando las decisiones que tendría que tomar pronto.