Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta. Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Un problema sin resolver
Alejandro llegó a las oficinas de Martínez & Asociados, una de las firmas de consultoría financiera más importantes del país. Las paredes de cristal y el mobiliario moderno reflejaban la eficiencia y la precisión con la que Alejandro dirigía la empresa. Era conocido por su estricta ética de trabajo y su deseo de que todo fuera perfecto. Nada escapaba a su atención.
Al entrar, fue recibido por su asistente temporal, María, quien en realidad era la secretaria de su padre don Rafael Martínez, la mujer de unos cuarenta y cinco años trabajaba con Don Rafael desde aproximadamente dos décadas, por esa razón contaba con la experiencia necesaria para poder ser la asistente del presidente de la empresa. Pero don Rafael no estaba dispuesto a perder a su propia asistente por caprichos de su hijo. Así que se la había "prestado" hasta que Alejandro consiguiera a la asistente indicada, cosa que luego de seis largos meses aun no ocurría. El joven empresario luego se dirigió directamente a su oficina en la planta más alta del edificio.
-Buenos días, señor Martínez- saludó María con una sonrisa tranquula y afable.
-Buenos días, María- respondió Alejandro con un tono seco, sin mirarla- Ponga mi café en mi escritorio y tráigame los informes de esta semana.
María asintió rápidamente y se apresuró a cumplir las órdenes. Alejandro se sentó en su escritorio y comenzó a revisar los correos electrónicos. No pasó mucho tiempo antes de que su padre, don Rafael Martínez, entrara en su oficina sin previo aviso.
-Alejandro, hijo- dijo su padre, cerrando la puerta detrás de él- Necesitamos hablar.
Alejandro levantó la vista de sus papeles, frunciendo el ceño ligeramente. Sabía que cuando su padre decía "necesitamos hablar", no se trataba de una conversación casual.
-Claro, papá. ¿Qué sucede?- respondió, señalando una silla para que su padre se sentara.
Don Rafael se acomodó en la silla de cuero frente al escritorio de su hijo y lo miró con una mezcla de preocupación y reproche.
-He notado que sigues sin tener tu propia asistente- empezó don Rafael- Todas las mujeres que han sido contratas duran muy poco tiempo. ¿Qué está pasando?
Alejandro suspiró, pasándose una mano por el cabello oscuro y bien peinado.
-Es complicado, papá. Todas esas mujeres... parecen más interesadas en mí que en el trabajo. En cuanto ven que soy millonario y, según ellas, "atractivo", no dudan en intentar algún acercamiento íntimo- respondió él- No busco ese tipo de relaciones en el trabajo. Quiero profesionales, no alguien que quiera usarme para beneficio propio.
Don Rafael asintió, comprendiendo el dilema de su hijo.
-Lo entiendo, Alejandro. Pero necesitas a alguien que sea competente y en quien puedas confiar- explicó el hombre de unos sesenta años aproximadamente- Alguien que no te vea solo como un objetivo romántico.
Alejandro se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el escritorio.
-¿Y dónde encuentro a una persona así?- indagó él- Parece que hoy en día, encontrar a alguien profesional y serio es casi imposible.
Su padre sonrió levemente.
- Tal vez deberías buscar a alguien que no se sienta impresionado por el poder. Alguien que realmente quiera el trabajo por lo que es, no por lo que puede obtener de ti.
En ese momento, María entró con el café y los informes, interrumpiendo la conversación. Alejandro le agradeció con un breve asentimiento y esperó a que saliera antes de continuar hablando con su padre.
-Papá, ¿tienes a alguien en mente?- preguntó Alejandro, volviendo la atención a su padre.
Don Rafael asintió lentamente.
- De hecho, sí. He estado pensando en Ana López- respondió su padre- Ella fue mi asistente cuando María tuvo aquel desafortunado accidente, ¿recuerdas?- Alejandro se puso a pensar tratando de recordar a la mujer.
Alejandro levantó una ceja, intrigado.
-Ana López... ¿no fue a la que intentamos contactar durante las vacaciones de María tiempo después del accidente?
-Sí- respondió su padre- La misma. Creo que podría ser justo lo que necesitas.
Alejandro se quedó pensativo por un momento, recordando a Isabella. No la había visto en años, pero recordaba que siempre había sido una persona dedicada y responsable. Quizás su padre tenía razón.
-Está bien, papá. Le daré una oportunidad. ¿Puedes encargarte de entrevistarla? Si reemplazó bien a María, supongo que podría ser la indicada.
Don Rafael sonrió, satisfecho.
-Por supuesto, hijo. Confío en que no te arrepentirás.
Esa misma tarde, don Rafael consiguió el número de teléfono de Ana y él mismo se encargó de llamarla. Así que siendo casi las seis de la tarde se dispuso a hacer la llamada.
-¿Hola?- dijo Isabella al atender la llamada.
-Buenas tardes- saludó don Rafael- ¿podría hablar con la señora Ana López, por favor?
-Lo siento, ¿quién habla?- respondió la muchacha.
- Soy Rafael Martínez, fui jefe de Ana hace un tiempo- explicó- Necesito hablar con ella sobre una propuesta de trabajo para mi hijo Alejandro.
-Señor Martínez, lamento informarle que mi madre, falleció hace unos días- respondió la muchacha sintiendo un nudo formándose en su garganta.
-¡Oh, no sabía! Lamento mucho su pérdida- replicó el hombre sorprendido y apenado por partes iguales- Ana era una persona maravillosa y una excelente asistente.
-Muchas gracias, señor Martínez. Ella hablaba muy bien de usted.
-Mis más sinceras condolencias. Ana era una persona muy especial y estoy seguro de que todos los que la conocían sienten mucho su pérdida.
-Sí, ha sido muy difícil para todos nosotros- reflexionó Isabella con tristeza- Ella era el pilar de nuestra familia.
-No puedo imaginar lo difícil que debe ser esto para ustedes- continuó diciendo el hombre- Ana siempre fue una persona muy dedicada y trabajadora. De verdad, lo siento mucho.
-Le agradezco mucho, señor Martínez- replicó ella- Mi madre siempre hablaba de lo mucho que disfrutaba trabajar con usted y lo bien que la trataba.
-Eso es muy amable de su parte, por eso si hay algo en lo que pueda ayudarles a ti y tu familia, no dudes en decírmelo. De verdad, lo que necesiten.
-Se lo agradezco mucho, señor Martínez. Es muy amable de su parte.
-Sé que esto puede parecer inoportuno en este momento, pero si alguna vez necesitan algún tipo de apoyo, no dudes en llamarme.
-Es muy reconfortante escuchar eso. Nos hemos sentido un poco abrumados con todo lo que ha sucedido.
-Lo entiendo perfectamente. La pérdida de un ser querido es algo muy difícil de superar. Por favor, no dudes en contactarme si necesitan cualquier tipo de ayuda, ya sea personal o profesional. Me gustaría honrar la memoria de Ana ayudando en lo que pueda.
-Lo tendré en cuenta, señor Martínez. Es un consuelo saber que tenemos a alguien en quien podemos confiar. Gracias por su apoyo.
-No hay de qué, niña. Les deseo mucha fuerza en estos momentos difíciles. Recuerde que estoy aquí para lo que necesiten, incluso si solo quieren hablar.
- Lo haré. Gracias nuevamente. Su llamada ha sido un verdadero consuelo.
-Cuídate mucho. Y recuerda, estoy a tu disposición para lo que necesiten. Un abrazo fuerte y mis condolencias nuevamente.
-Gracias, señor Martínez. Adiós.
-Adiós, muchacha- se despidió finalmente don Rafael, sintiéndose algo abrumado por la noticia inesperada que acababa de recibir, mientras que Isabella seguía confirmando la huella de afecto que su madre había dejado en su paso por el mundo.