León es un reconocido diseñador de modas, famoso por su elegancia y su estilo impecable, un hombre dandi que vive rodeado de lujo y sofisticación. Su reputación como un hombre delicado y perfeccionista lo ha llevado a ser considerado gay .
Todo cambia cuando Sophia, una joven asistente recién llegada, entra en su vida , que cautiva a León de una manera que jamás había experimentado. Aunque ella parece un "bombón " su encanto va más allá de lo físico, y su aura de frescura e ingenuidad pone a León al borde de la desesperación.
A medida que trabajan juntos, la tensión entre ambos crece, una mezcla de deseo reprimido y una conexión que desafía las expectativas de ambos.
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Capítulo 6: Una Siesta Inesperada
La tarde se alargaba en el estudio, y el aire se llenaba del suave murmullo de las máquinas de coser y el rasgueo de lápices sobre papel. Sophia, con su tableta en las manos, revisaba las notas que había tomado durante el día. La reunión de León parecía interminable, y aunque ella intentaba mantenerse despierta, el cansancio comenzaba a hacer mella en su cuerpo.
Miró la hora en su reloj: ya era tarde, mucho más de lo que había imaginado. León seguía encerrado en su oficina, discutiendo con un equipo de diseñadores sobre los últimos detalles de la colección. Sophia suspiró, dejando la tableta a un lado. Sus ojos se posaron en los tres gatos, que se movían por el estudio con la gracia que los caracterizaba.
- Son tan lindos - dijo Sophia .
George, el siamés, estaba acicalándose cerca del sofá. Thalos, con su porte majestuoso, observaba desde una esquina, mientras que Emperatriz, aún agotada por el rato de juego, se paseaba lentamente por la habitación, como si inspeccionara su reino. Sophia sonrió al verlos, pero el cansancio la venció. Se recostó en el sofá, pensando que solo cerraría los ojos por unos minutos.
Sin darse cuenta, el sueño la envolvió rápidamente. Mientras dormía, los gatos comenzaron a acercarse. George fue el primero en dar el paso. Con movimientos cuidadosos, saltó al sofá y se acomodó sobre el abdomen de Sophia, ronroneando suavemente mientras cerraba los ojos. Thalos, siempre más reservado, se subió con elegancia y se metió entre los brazos de Sophia, acomodándose contra su pecho, donde el calor lo hacía sentir seguro. Finalmente, Emperatriz, tras observar la escena con algo de escepticismo, decidió rendirse al cansancio. Se subió al sofá y se acomodó a los pies de Sophia, estirándose como una reina que toma su merecido descanso.
El estudio quedó en silencio, roto solo por el suave ronroneo de los gatos. La escena era tan tranquila que parecía sacada de un cuadro.
Pasaron varias horas antes de que León terminara su reunión. Salió de la oficina con el ceño ligeramente fruncido, revisando unos bocetos que llevaba en la mano. Estaba a punto de llamar a Sophia cuando se detuvo en seco al ver la escena frente a él.
En el sofá, su nueva asistente dormía profundamente, con una expresión de serenidad que lo desarmó por completo. Pero lo que realmente lo dejó sin palabras fue ver a sus tres gatos, esos seres independientes y orgullosos, durmiendo plácidamente junto a ella.
George estaba completamente relajado sobre su abdomen, ronroneando como si estuviera en el lugar más cómodo del mundo. Thalos, siempre distante, había encontrado refugio entre los brazos de Sophia, mientras que Emperatriz, su gata más exigente, descansaba tranquilamente a sus pies.
León se quedó inmóvil, observando la escena con una mezcla de asombro y ternura. Nunca había visto a sus gatos comportarse así con nadie. Eran animales selectivos, que rara vez permitían que alguien se acercara tanto a ellos, y mucho menos que los tocaran. Sin embargo, ahí estaban, completamente rendidos ante Sophia.
Un suave suspiro escapó de León mientras dejaba los bocetos sobre una mesa cercana. Se cruzó de brazos, inclinando ligeramente la cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.
—Increíble —murmuró para sí mismo, en voz baja, para no despertarlos.
No podía negar que había algo especial en Sophia. No solo había conquistado a Emperatriz, lo cual ya era un milagro en sí, sino que ahora también había logrado ganarse la confianza de George y Thalos. Y aunque León no lo admitiría en voz alta, la escena frente a él le parecía extrañamente encantadora.
Se acercó en silencio, sus pasos apenas audibles sobre el suelo del estudio. Observó de cerca a Sophia, notando los mechones de su cabello rosa que caían suavemente sobre su rostro. Había algo en su expresión dormida, algo inocente y angelical, que lo hizo sentir una punzada de algo que no lograba identificar.
—¿Qué tienes tú que hasta mis gatos te adoran? —murmuró, más para sí mismo que para ella.
Decidió no despertarla. Después de todo, había trabajado duro todo el día, y merecía descansar. Con cuidado, tomó una manta ligera que estaba sobre una silla cercana y la colocó sobre Sophia, asegurándose de no molestar a los gatos.
Mientras se alejaba, León no pudo evitar mirar hacia atrás una vez más. La imagen de Sophia durmiendo rodeada por sus gatos quedó grabada en su mente. Y aunque no lo entendía del todo, supo en ese momento que ella estaba comenzando a ocupar un lugar especial en su vida.