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El Calabozo De Moff.

El Calabozo De Moff.

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Comedia / Ángeles / Mundo mágico / Mitos y leyendas / Fantasía LGBT
Popularitas:6.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Xie Lian.

BL.

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Capítulo 20: El deseo de su corazón.

🌼

28/05/2025

La humedad reinaba en el recinto sofocante. Alfred estaba apoyado contra una de las paredes mientras veía con curiosidad una pequeña flama danzar en una de las palmas del Ángel, dándole a su pálida tez algo de vivacidad. Su perfil era afilado, sus cejas suaves, pero tenía una expresión severa.

—Responde.

—Hijos de puta, solo esperen a que me libere —insultó la mujer. Se encontraba atada en una silla; unos mechones del cabello de Elast se estaban usando como cuerdas, los cuales eran muy difíciles de romper.

Sea le asestó una fuerte bofetada a la anciana. El corazón del Alf se encogió al ver a la mujer templar ante el golpe, pero esta después rió de una manera maníaca.

Suspiró con impotencia. Esta señora se había comportado muy bien con él: quien le brindó alimento y agua.

Alfred intentó hacerla hablar, pero la mujer seguía negándose rotundamente y solo llegaban a conversaciones sin sentido.

—No te sirve de nada hacer ruido aquí. Escoges: hablar o morir —el tono de Sea era helado y tan oscuro como los rincones en donde la luz de Elast no llegaba.

—No hablará, mira su cara de terquedad —Hugo suspiró con impotencia mientras se cruzaba de brazos. De los cuatro, él era quien mostraba más desinterés hacia esta anciana, quién podría poseer información valiosa.

—¿En verdad lo único que quieres es sangre? —habló Alfred después de mucho tiempo desde que habían llegado. Los cuatro en la habitación lo miraron. Los ojos de la mujer, que reflejaban la luz del fuego, brillaron mientras asentía. Parecía un demonio.

—Lo único que pido, lo único que necesito. La información que te daré te será de mucha utilidad —trató de usar un tono seductor, pero con su vieja voz lo único que causó fue un escalofrío colectivo. El ceño de Elast se frunció con desdén; él odiaba a estos seres engañosos.

—Bien, te daré la mitad del pago. Siempre y cuando la información sea en verdad real, te daré lo otro —al escuchar esto, la mujer mayor se relamió los labios.

—Alfred, ¿estás loco? —preguntó Hugo dando unos pasos hacia su hermano.

—Tú mismo lo dijiste, ella no hablará hasta que consiga algo que quiere...

—Oh, es interesante —la voz susurrante de la anciana llegó a sus oídos. Alfred la miró por sobre el hombro de su hermano; sus ojos oscuros hicieron contacto con los de él—. Sé que piensan que soy un ser inmundo, pero en este mundo existen seres aún más inmundos.

—¿A qué te refieres? —Sea, que estaba detrás de ella, habló tajante.

—Nada, es simple. No todo es lo que crees.

—Habla claro.

—No la escuches, solo quiere generar discordia —Hugo se mofó de la loca bruja.

Por su parte, Alfred ya había tomado una decisión. De su cinturón sacó un cuchillo que había tomado con antelación de la cocina tras enterarse de que esta bruja sería interrogada en el sótano. Se sorprendió de que la posada tuviera uno. Parecía más un frío calabozo.

No pudo evitar mirar al Ángel por el rabillo de sus ojos.

La hoja brilló con un destello bajo la luz del fuego. Elast quería decir algo, pero fue demasiado lento. El cuchillo abrió una herida en la palma de la mano de Alfred mientras este se acercaba a la mujer, la cual no le despegaba los ojos de encima.

Maldición, dolía. Pero intentó ignorarlo.

—Un poco —acercó su palma sangrante a los labios de la mujer. Esta no dudó en presionar sus labios contra la cálida piel de Alfred. La sangre se vertió en su garganta como un manantial. El sabor metálico la deleitó, por lo cual se incentivó a chupar más. Alf no pudo evitar pensar que se trataba de una sanguijuela después de alejar su mano.

Había sentido un escalofrío seguido de una corriente extraña pasando por sus venas. Parecía que tenía hormigas en la piel que no dejaban de morderlo.

Elast se apresuró a su lado y sostuvo su mano herida con la suya vacía. Acercó suavemente el fuego para ver mejor. La herida estaba de un color negro, no debería ser así. El Ángel murmuró algo y la piel dañada volvió a unirse. Alfred miró estupefacto cómo la herida en su palma se cerraba y desaparecía junto con aquella sensación dolorosa, cosa que era inútil, ya que después debería darle más sangre a esta mujer.

—Gracias.

La anciana rió. Su voz sonaba más dulce, su rostro ahora parecía el de una chica de cuarenta años, con leves arrugas y unos labios pomposos de color carmín.

—Delicioso. La juventud es deliciosa. ¡Quiero más!

—Primero habla, lo otro vendrá después.

Los ojos oscuros de la mujer examinaron la mano, que ahora estaba sana, de Alfred:

—Arel —la tez del hombre frente a ella cambió—. Leí que hace alrededor de trescientos años Arel era Glichjing, pero después de la guerra el nombre del país cambió gracias al Emperador que logró hacerse con el trono.

—¿Dónde lo leíste?

—En la biblioteca subterránea de Eura.

¿En Eura?

—¿No que esa biblioteca fue destruida? —preguntó Hugo. Elast se giró en su dirección y la luz del fuego le dio un aspecto extraño.

—¿Conocías esa biblioteca? —Alfred se giró un poco también, quedando de costado. Sus ojos hicieron contacto con los de su hermano, pero este ignoró rotundamente su pregunta.

—¿Destruida? —la mujer enarcó una ceja—. Sí, eso es lo que dicen. Pero no es así. Está todo oculto tras una cortina de humo y mentiras. Esa biblioteca aún existe... Las demás sí fueron destruidas. En Eura, bajo tierra, se guardan muchos registros y cosas extrañas.

—¿Cómo alas?

—¿Alas? No lo sé. Quizá sí, quizá no. Este mundo es vasto a comparación con alas tan pequeñas —miró a Elast con algo de simpatía, la cual rápidamente fue reemplazada con febril odio—. En todo caso, están perdidas. ¿Cuánta probabilidad hay de que estén en Eura, Layare, Arel o incluso en Moet?

—¿Cómo entraste a esa biblioteca?, ¿en dónde está ubicada? —Alfred se paró junto al Ángel.

—Aunque no lo creas, tengo mis métodos. Está debajo del palacio imperial.

¿Qué?

—Eras una concubina del Emperador —el tono de Elast era afirmativo y no interrogativo—. Por lo cual se te hacía el acceso más fácil en ciertos lugares, ¿verdad? De seguro el Emperador te favorecía mucho para dejarte ir y venir por donde sea.

El rostro de la mujer se puso verde. Mordió su labio con fuerza, parecía estar conteniéndose.

—¿El antiguo Emperador está involucrado en esto?

—Ese hijo de perra —una risa baja y burlona dejó los labios carmín de la bruja—. Todos creían que era benevolente, ¡pero en verdad era un lobo disfrazado de oveja! Gracias a él me volví así, jajajajajajajajaja...

—No ese antiguo Emperador, sino el de hace generaciones.

Alfred miró a la bruja con algo de pena. Sus palabras inexplicablemente habían sonado muy tristes; por una vez desde que comenzó la conversación, esta mujer había dejado ver un lado vulnerable. Quizá podría usarlo a su favor: si mostraba que la comprendía, las cosas resultarían más fáciles para ellos.

—Me imagino que debieron de ser días difíciles —su tono se había vuelto inexplicablemente más cálido de lo usual. Su expresión se había suavizado con una tierna sonrisa—. Pero todo eso quedó atrás, tienes bastantes años. Debes continuar con tu vida. Puedes ayudarnos aún más, ser parte de nuestro pequeño equipo...

—¡Alfred!

—No dejaremos que pases por ningún agravio más. Elast tampoco te hará daño —ignoró el grito de Sea; la chica le lanzó una mirada mortal. El rostro de la bruja se mostró vacilante, su labio inferior tembló mientras sus ojos oscuros se volvían acuosos. Alfred siempre había tenido esta clase de "don": podía comprender a la mayoría y convencerlos de muchas cosas. Solo que, por alguna razón, este método jamás había servido con su hermano.

—¿Cómo te llamas?

—Elenara.

—Es un gusto —la mujer se removió en la silla; la cuerda se apretujó más a su alrededor. Sabía que, en parte, Elast la estaba controlando. Él no confiaba en esta mujer; Alfred tampoco. Por el momento, esta chica no les había dado ningún motivo que ameritara su confianza.

—¿Unirme a ustedes? Oh, chico, ni sabes con la clase de personas con las cuales te estás involucrando. ¡No quiero morir! —al mirar su expresión confundida, ella continuó—. Creo que eres el único ser humano decente que he conocido en mucho tiempo. Mi consejo es que corras, huye lejos mientras puedas.

—¿Qué sabes?

—Alfred, no preguntes.

—Hugo, ¿qué quieres decir?, ¿me estás ocultando algo? —su hermano cerró la boca, pero en su corazón ya comenzaba a implantarse la semilla de la duda.

—Por ejemplo, ¿por qué ese tal Hugo solo te llama hermano cuando mete la pata? —La expresión de Elast se desdibujó, mientras tanto, Alfred quedó sorprendido. ¿Cómo esta mujer lo sabía?... y antes de que pudiera preguntar, ella contestó:

—Puedo leer el corazón de las personas, pero solo de aquellas que son abiertas al mundo de forma espiritual —sonrió—. Déjame decirte que jamás había leído tal deseo. ¿En serio es ese, Alfred? ¿En verdad deseas tanto que tu queridísimo hermano te llame "hermano" por una vez en su vida sin que haya cometido un error?

El silencio cayó entre las personas del lugar. Solo se oía una risa baja proveniente de Elenara. Hugo miró a Alfred con una expresión complicada y llena de culpa, mientras que su propio corazón se llenaba de una sensación amarga. Se sentía expuesto en ese momento; definitivamente no quería que las cosas resultaran así.

Un gran impulso de querer salir corriendo de ahí lo invadió.

—No cambies de tema —Elast se encargó de volver a la bruja a su lugar, la cual soltó un quejido cuando la cuerda se enredó más a su alrededor. Su rostro se puso rojo.

—No te estamos interrogando para que expongas los deseos de los demás; te estamos interrogando para sacarte información. ¿Dónde están las alas? Dilo si lo sabes. —Aunque la mujer ya había dejado en claro que no sabía en dónde estaban, el Ángel seguía insistiendo.

—Agh... No seas rudo. Soy una dama —siseó antes de mirarlo fijamente. Una sonrisa ladina se formó en sus labios—. Esto es tan curioso... ¿poseerlo? ¿En verdad? —El rostro de Elast se volvió sombrío a pesar de las llamas que lo iluminaban. Alfred volteó a verlo. ¿Elenara estaba leyendo sus deseos? ¿"Poseerlo"? ¿Qué cosa quería poseer Elast?

—Cállate si no quieres morir.

Esto pareció intimidarla. Rápidamente apartó la vista y dijo:

—Perfectamente sabes en dónde estuvieron tus alas por última vez —su tono habitual había vuelto—. No sé realmente en dónde están ahora. He olvidado cosas que no me interesaban con los años.

—¿Entonces de qué nos sirves? —Sea, en algún momento, se había acercado a Alfred y, con total descaro, le había arrebatado el cuchillo que tenía en su cinturón. Este ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar cuando la chica ya estaba detrás de la mujer, presionando la hoja afilada contra su cuello. La bruja abrió los ojos y chilló, luego movió su nariz, captando el aroma a sangre seca en el cuchillo. Entonces sacó la lengua y trató de lamer la hoja. Pero en un movimiento rápido, el cuchillo brilló bajo la luz del fuego mientras algo salía disparado hacia el suelo, seguido de mucha sangre.

Sea le había cortado la lengua.

Elenara soltó un chillido parecido al de un animal mientras la sangre se derramaba de forma monstruosa desde su boca. Sus ojos negros se llenaron de lágrimas y casi salieron de sus órbitas. Una abultada vena apareció en su cuello; se inclinó hacia adelante y la sangre manchó toda su ropa.

—¡Sea! —Estaba aturdido. Llevó sus manos a su propia boca mientras su cuerpo se sacudía. Un dolor sordo se expandió por sus extremidades y contuvo las ganas de toser y vomitar. Parecía que le habían cortado su propia lengua.

Se acercó a la mujer agonizante mientras su vista periférica captaba que la lengua que estaba en el piso aún se movía. Se heló. No sabía qué hacer ni cómo parar el sangrado de esa zona. La chica, que gracias a su sangre aparentaba unos cuarenta años, volvió a ser una vieja decrépita en cuestión de segundos.

—No se va a morir. Para matar a esta cosa se necesita más que una cortada de lengua. Ya me estaba irritando —explicó, mostrando una expresión enojada mientras se rascaba la nuca—. En unos días tendrá una nueva lengua.

—Pero tenemos que irnos...

—La llevaremos —aseguró Elast bajo la mirada aterrada de Elenara.

—¿Tanto quieres tu lengua de regreso? —La chica tomó la lengua que se movía con una mano y, en un solo movimiento, la inclinó dentro de la boca de la bruja, la cual comenzó a toser de una manera ahogada.

Alfred miró a Sea, estupefacto. Entendía que estuviera molesta, ¿pero no estaba yendo demasiado lejos?

Elenara inclinó la cabeza hacia adelante y su lengua cortada cayó sobre su regazo ensangrentado.

—Alfred, quizá es mejor que subas.

—¿Qué van a hacer? —En verdad estaba un poco asqueado ya, y se sintió aliviado cuando Elast le sugirió subir. Todo su cuerpo estaba siendo recorrido por escalofríos.

—Ahora no podemos sacarle información...

—Pero puedo torturarla un poco.

—Sea, en verdad no encuentro la necesidad —Alfred negó con la cabeza, mirando a la chica. Su expresión era siniestra; claramente estaba disfrutando de esto. ¿Cómo ella podía ser tan diferente a Andy?— No creo que tu hermano estuviera de acuerdo con esto —era un punto bajo mencionarlo, lo sabía.

Alfred deseaba que él estuviera aquí para ayudarlos en esta situación.

—¡Já! ¿Tú qué mierda sabes? —El cuchillo apuntó directo al cuello de Alfred. Tanto Hugo como Elast miraron a Sea. El Ángel se acercó y se lo arrebató de un manotazo.

—La próxima vez que lo vuelvas a amenazar, te romperé la mano.

—Haz lo que quieras, no me importa.

Y así, la mujer se fue hecha una furia. No sabía si estar aliviado o no. No era momento para peleas, pero, viendo el lado bueno, por lo menos Elenara no sería torturada por un par de horas.

—También deberíamos subir. Apesta a sangre. Es desagradable —Hugo suspiró fastidiado. Alfred se preguntó internamente si toda esta situación lo estresaba.

—Bien, subamos para que descanses. ¿Pero está realmente bien que la dejemos sola?

—Con la cuerda es imposible que se escape, y mírala. Está en tal estado que le será difícil salir sin que nos demos cuenta. Además, la sangre dejará de fluir en unos minutos.

Las palabras de Elast lo dejaron más calmado —no sabía si era correcto estarlo—, por lo cual los tres subieron; los tablones de madera emitieron un crujido extraño bajo su peso. Alfred instintivamente miró al suelo. Desde que se estaba alojando aquí con su hermano, nunca había escuchado las tablas crujir. Quizá esto era nuevamente un signo de decadencia desde que Andy se había ido. Por ejemplo: la primera vez que entraron a la posada había un incienso, ahora ya no quedaba ningún rastro de que hubiera habido uno encendido. De hecho, nunca había visto a Sea prender uno, así que supuso que era su hermano quien "ambientaba" el lugar. Las sillas estaban patas para arriba sobre las mesas, acumulando polvo bajo la tenue luz de la lámpara.

La animada posada ahora parecía como un sueño lejano, al igual que la sonrisa de su amigo fallecido.

Hugo subió las escaleras; sus pasos resonantes lo hicieron volver a la realidad. El sueño se esfumó en un segundo, dejando al descubierto un par de hermosos ojos mirándolo.

—Te ves cansado.

—Solo lo estoy un poco —en realidad estaba bastante cansado desde que se despertó en la mañana. La caminata lo había agotado, todo esto con Elenara también, sumándole el hecho de todos los acontecimientos anteriores que apenas tuvo tiempo de razonar.

Verdaderamente estaba agotado. Solo habían venido a Moet para poder recaudar dinero. ¿Por qué se habían involucrado tanto?

Quizá desde el momento en que la leyenda llegó a sus manos ya todo estaba destinado a pasar.

—Vayamos a descansar, ¿te parece? —el tono suave del Ángel le dio unas inexplicables ganas de llorar. Lo miró mientras asentía, trató de que Elast no notara su anormalidad. Quizá funcionó, quizá no, pero el Ángel no preguntó nada mientras subían las escaleras. Alfred agradeció esto internamente.

Elast lo guió hasta una puerta diferente. Esta no era la habitación que compartía con Hugo, así que supuso que el Ángel no había notado que él iba detrás suyo y se dio media vuelta para irse, pero de repente su mano fue sujetada. El calor de la palma de Elast contrastaba con lo frías que se sentían sus manos; una sensación eléctrica se instaló en él.

—Duerme aquí hoy.

—Pero...

—Quiero discutir algo contigo.

—Oh, así que es eso. Bueno.

Si solo era hablar de algo, estaba bien. Al terminar regresaría a su propia cama.

El rubio abrió la puerta, dejando ver inmediatamente el interior de una habitación sin muebles. Solo tenía una gran cama en el centro. Alfred pasó y esperó a que Elast le indicara que podía sentarse. No lo negaría: se sentía un tanto incómodo, jamás había estado solo con Elast en su habitación.

—Tengo que ir al país que solía ser Glichjing —fue directo al grano. El de cabello castaño lo miró con su par de ojos abiertos.

—¿Quieres ir a Arel? ¿Para qué? ¿No sería mejor idear un plan e ir directo a Eura?

—Eura..., el palacio. No es tan sencillo entrar a la biblioteca, es casi imposible. En Arel existen —o existían— unas viejas catacumbas en donde se encerraba a los prisioneros para dejarlos morir —los cabellos de Alfred se crisparon—. Antes de que me encerraran, dejaron algo ahí. Necesito verificar si sigue, porque si no está...

Inmediatamente supo que no se trataba de nada bueno cuando Elast pausó para mirarlo. Alfred movió su mano para que continuara, pero este parecía estar inmerso en un pequeño trance.

—¿Elast?

—Ah, sí... —salió de su estupor—. Si no está, estamos todos metidos en un gran problema. Teniendo en cuenta todo el tiempo que estuve encerrado, quizá ya estamos en ese problema desde hace muchos años... Tengo miedo, Alfred.

—¿A qué te refieres? —¿por qué Elast siempre lo dejaba con la maldita duda? ¡Se moría de curiosidad!

—El cofre.

—¿Un cofre?

—Sí, de cristal. Necesitamos encontrarlo.

—Espera... ¿un cofre de cristal? ¿Podría ser un ataúd de cristal?... ¿El ataúd que encontró Lenarold? —preguntó tentativamente. Los ojos de Elast se agrandaron, dándole la respuesta que necesitaba.

En verdad, ¿qué era toda esta situación? El tripulante mayor del barco de Mairy contó una leyenda respecto a esto. ¿Era real?

Su estómago se revolvió, y un dolor de cabeza lo amenazaba con aparecer.

Su mundo estaba dando vueltas.

—¿Sabes acerca de Lenarold? ¿Quién te habló de él?

—Sé muy poco, lo oí en una historia que relataron. No demos más vueltas —se pasó una mano por el cabello—. ¿Quieres ir a Arel entonces? ¿Piensas ir solo?

—No, quiero que me acompañes.

—¿Es una broma? —pero viendo la cara del otro hombre, claramente la respuesta era un no.

Qué jodido todo. Quería exactamente pagar la deuda para definitivamente no ir a Arel. ¿Y ahora tenía que ir para ayudar a Elast? ¿Por qué el destino lo molestaba así?

—Yo...

Con un fuerte "bang", la puerta de la habitación se abrió dándose contra la pared. Tanto Alfred como Elast quedaron sorprendidos. El de cabello castaño sentía que su corazón se iba a desbocar por el susto repentino. Elast actuó de manera rápida y lo protegió con su cuerpo.

—¿¡Quién... —Sea jadeaba, tratando de recuperar el aliento, su expresión era la de una maniaca—. ¿¡Quién mató a la puta bruja!?

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Niiiniiiiiiii👋
💋🤫
Niiiniiiiiiii👋
Ay, el amor 😻😻😻
Niiiniiiiiiii👋
O POR DIOSSSSSS, AHHHHHHHH
Niiiniiiiiiii👋
Nmms, yo tenía razón. Hugo si le tenía ganas a Alfred 😭😭😭😭
Niiiniiiiiiii👋
😭💔
Niiiniiiiiiii👋
Estoy chillando ya, lptm
Niiiniiiiiiii👋
Oh, no. Oh, no, esto está muy mal....
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Mrd
Niiiniiiiiiii👋
ESPERA, HUGO. QUE
Niiiniiiiiiii👋
ESPERA, QUE
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Ehhhhhhh
Niiiniiiiiiii👋
xd
Niiiniiiiiiii👋
JAJJAAJAJAJJAJA, AY ALFRED, T AMO
Niiiniiiiiiii👋
AHHHH,ALFRED TOMO LA INICIATIVA, QUE. AHOAKSLAKSJAKAKSKSKSNSNSKSLSKSKS😍😍😍😍🥰🥰🥰🥰👌💋😘
Niiiniiiiiiii👋
😭😭😭😭😭😭😭😭😭
Niiiniiiiiiii👋
Ya ni sufrir dejan 😞
Niiiniiiiiiii👋
Se me están por salir unas cuantas lágrimas
Niiiniiiiiiii👋
Dios :(
Niiiniiiiiiii👋
El título del capítulo ya me da miedo
Niiiniiiiiiii👋
Alfred imponiendo autoridad 😘
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