Luego de la muerte de su amada esposa, Aziel Rinaldi tiene el corazón echo pedazos. Sumido en la desesperación y la tristeza lo único que le queda es convertirse en el hombre respetado y admirable que su padre esperaba de él. Hasta que un día su mejor amigo, al borde de la muerte le confiesa un secreto que cambiaría todo el rumbo de su vida.
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Capítulo 4
Josué se sentía inquieto, revolviéndose por dentro con la información que sus colegas afirmaban haber descubierto. Decidió reunirse con ellos, determinado a poner fin a lo que veía como una búsqueda infructuosa y potencialmente perjudicial. Con la gravedad de quien ha acompañado a Aziel Rinaldi a través de todo el infierno, se enfrentó al grupo.
—Dejen de alimentar esta puta locura —comenzó, su voz cargada de frustración y preocupación—. He estado con Rinaldi en esta mierda. Todos buscamos entre los escombros, todos vimos lo que quedó... La casa, todo, fue destruido. El olor a carne quemada. No le den falsas esperanzas, ¡no alimenten su delirio!
Antes de que pudiera seguir, Josep lo interrumpió con una seriedad inusual en él:
—Solo fui allí para pasar el tiempo, nadie esperaba encontrar nada concreto. Pero la vi, Josué, realmente la vi.
La conversación se detuvo, dando paso a un silencio cargado de expectación mientras Josep narraba su encuentro, transportándolos a aquel momento:
—Ese lugar está abandonado por el mundo; sin señal de teléfono ni internet. La gente allí vive de lo que produce y camina con sus animales, como detenidos en el tiempo. Nadie quería hablar; le tienen mucho miedo a las bandas criminales que dominan la zona. Es un lugar pequeño, donde todos se conocen. —Josep se detuvo un momento, aún asombrado por lo que había visto, y continuó—. Pero ahí, a lo lejos, la vi. Cubría su cabeza con una pañoleta, dejando solo sus ojos al descubierto, pero estoy casi seguro de que era ella. La vi tantas veces en la casa de Rinaldi. Lo poco que vi de su piel es que lucía más bronceada, pero sus ojos... seguían siendo tan expresivos como siempre.
El aire se llenó de una tensión insoportable.
—Eso es imposible... —murmuró Josué, incrédulo.
—No sé si me reconoció, pero en ese instante, tomó al niño que la acompañaba y se alejó casi corriendo.
—Esto es una pendejada, ni siquiera recuerdas que comiste ayer y ahora estás seguro de que la mujer muerta de Rinaldi estaba en un pueblo sin civilización. Dejen de jugar.
***
Aziel organizaba meticulosamente su viaje hacia aquel lugar remoto, lidiando con una mezcla de ansiedad y cautela. A pesar de la chispa de esperanza que la noticia encendía en él, intentaba no dejarse llevar por ilusiones. La duda sobre por qué Marco le habría mentido martillaba su mente. Marco era la única persona en quien había depositado una confianza ciega. ¿Por qué le haría algo así?
En medio de estos pensamientos, la voz de Josué lo sacó de su reflexión.
—Señor... —comenzó con cautela—. Perdóneme por decirlo, pero ir a ese lugar, especialmente con un grupo numeroso de hombres armados, no es una buena idea. Esa área es conocida por ser peligrosa. Podrían pensar que tiene intenciones de tomar control del territorio y desencadenar conflictos serios.
—¿Cuándo? —Aziel lo interrumpió, su voz llena de impaciencia.
—¿Cuándo qué, señor? —respondió Josué, algo confundido.
—¿Cuándo pedí tu opinión? —replicó Aziel con el ceño fruncido, su frustración evidente.
Josué tragó saliva, intentando mantener la compostura.
—Solo digo que las cosas pueden complicarse. Puede que no estén seguros de lo que vieron. Tal vez era solo una mujer parecida a la señora.
—Eso es precisamente lo que voy a averiguar —afirmó Aziel con firmeza.
—Y si no es ella, ¿qué va a pasar? —la pregunta de Josué llevaba un tono de preocupación genuina.
Aziel sintió un golpe en el pecho al escuchar esas palabras, como si cada sílaba fuera un puñetazo directo a su corazón. A pesar del dolor, respondió con firmeza.
—Eso es algo que no te incumbe —dijo, intentando mantener su voz estable.
—¿Podrá soportar eso? Después de todo lo que ha avanzado desde que recibió esa trágica noticia... Si hace esto, podría perder todo el progreso que ha logrado —insistió Josué, no por desafiar, sino por la genuina preocupación hacia su señor.
—Ese riesgo lo asumiré yo —Aziel contestó, su tono revelaba la carga emocional que llevaba.
—Bien, señor Rinaldi —dijo Josué, finalmente cediendo. Comprendía la profundidad del amor que Aziel sentía por la señora Emily. Él también amaba a alguien, y aunque en ese momento esa idea se le hiciera insensata, si se tratara de encontrar a su mujer, él haría lo mismo.
***
Aziel organizó meticulosamente su partida, asegurándose de que todo quedara en orden antes de su ausencia. Encargó a Josué y a otros dos hombres de su máxima confianza la tarea de mantener todo bajo control mientras él no estuviera. Sabía que la misión que tenía por delante requería discreción y prudencia, por lo que eligió vestimentas sencillas, buscando no llamar la atención en su destino.
Y antes de emprender su viaje, Aziel tomó una medida adicional para asegurarse de que su presencia en la región no levantara sospechas. Consciente de la delicadeza de ir a un sitio así y la necesidad de pasar desapercibido, solicitó a sus empleados que buscaran a mujeres dispuestas a acompañarlos, con el objetivo de presentarse ante los locales como simples turistas explorando pueblos marginados por curiosidad. Al viajar en compañía de mujeres, esperaba suavizar la percepción, mostrando un aspecto más amigable y menos amenazante.
Los empleados de Aziel cumplieron con la tarea encomendada, seleccionando cuidadosamente a mujeres que comprendieran la naturaleza del viaje y estuvieran dispuestas a cooperar con el plan. Varias de ellas se negaron, temerosas de que la oferta fuera un engaño y que, en lugar de actuar como parte de una fachada, terminaran siendo llevadas a otro lugar con fines mucho más siniestros, como ser vendidas a hombres extranjeros. Sin embargo, lograron encontrar mujeres, que aunque desconfiaban, la esperanza de obtener un ingreso que les permitiera mejorar su situación, o simplemente sostener a sus familias, pesaba más que el miedo a lo desconocido.
Aziel se aseguró de que todas estuvieran al tanto de la importancia de mantener un perfil bajo y de actuar de manera natural durante su estancia en Michoacán.
Finalmente, emprendieron su viaje a la región de los Mazahuas.
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