Después de dos años de matrimonio, me di cuenta de que nuestra relación era un fracaso. Durante ese tiempo, intenté ganarme el amor de James, pero el heredero de la corporación Sterling simplemente me despreciaba.
James, un hombre atractivo, codiciado y rico, hacía que yo fuera la envidia de muchas mujeres. Sin embargo, nadie sabía que detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar, James me trataba con frialdad y desdén.
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CAPÍTULO #12: EVANS MORGAN
⪻ Ana Sinclair ⪼
Me levanté de la mesa del café, guardando mi iPad en el bolso y ajustando mi abrigo para protegerme del fresco aire parisino. París siempre desprendía un encantador aire bohemio, con sus calles empedradas y sus edificios históricos, pero hoy mi mente estaba distraída, ocupada en pensamientos que me alejaban de la belleza que me rodeaba. Caminé hacia mi coche, sumida en una maraña de preocupaciones y reflexiones, cuando de repente, sentí un golpe inesperado y un hombre chocó contra mí.
—¡Ah! —exclamé, sorprendida por el impacto, tambaleándome ligeramente y tratando de recuperar el equilibrio. —Debería fijarse mejor por dónde camina —le reproché, con un tono que dejaba entrever mi ligera molestia y desagrado por la situación.
Al elevar la mirada, me encontré cara a cara con aquellos ojos que me habían dejado tan intrigada durante la noche en aquel club. Era él, el hombre cuyo recuerdo no había podido borrar de mi mente. Aún mantenía mis manos en sus hombros y podía sentir la firmeza de su musculatura a través del tejido de su chaqueta. En un instante, mi instinto de protección me llevó a apartarme rápidamente de él.
—Eres el hombre de aquella noche —exclamé, intentando controlar la agitación que comenzaba a invadirme.
Él me miró fijamente y una sonrisa apareció en su rostro. Esa expresión provocó que mi corazón acelerara su ritmo de manera incontrolable.
—¡Hola! Me alegra mucho volver a verte —dijo, su tono era suave pero firme, impregnado de una cierta seguridad que llamaba la atención.
Le miré con los ojos entrecerrados, intentando interpretar lo que realmente pensaba y qué motivaciones había detrás de su presencia.
—¿Estás seguro de que no me sigues? —le cuestioné, sintiendo un extraño entrelazamiento de desconfianza y curiosidad que me invadía.
—No, en realidad estoy aquí por motivos de trabajo, así que este encuentro es completamente fortuito —respondió, levantando las manos en un gesto que intentaba transmitir inocencia y tranquilidad—. Por cierto, permíteme presentarme; mi nombre es Evans Morgan, es un placer conocerte —dijo mientras extendía su mano hacia mí en un gesto de cordialidad.
—Evans Morgan —murmuré para mí misma, pronunciando su nombre como si fuera un suave eco en mi mente, mientras extendía mi mano en un gesto de saludo para estrechar la suya—. Ana Hamilton.
—Es un nombre hermoso, al igual que la persona que lo lleva. Bueno, Ana, fue un verdadero placer verte de nuevo. Espero que haya una próxima ocasión para admirar esa mirada tan cautivadora que tienes —comentó él, adornando sus palabras con una sonrisa deslumbrante antes de dar un paso atrás y alejarse lentamente.
Me quedé en el mismo lugar, contemplándolo mientras se alejaba, viendo cómo su figura se desvanecía poco a poco entre la muchedumbre que paseaba por la calle. Una inquietante pregunta me asaltaba la mente: ¿dónde había escuchado ese nombre anteriormente? La memoria parecía burlarse de mí, y me esforzaba por traer a la luz algún recuerdo familiar. Después de un momento de frustración, decidí sacudir la cabeza como si eso pudiera despejar mis pensamientos confusos. Con un suspiro, me volví y me dirigí hacia mi coche, todavía inmersa en un torbellino de reflexiones y conexiones que intentaba hacer en mi mente.
Conduje de regreso a casa, la experiencia de haber estado con Evans resonando intensamente en mi mente. Había algo en él que me resultaba extrañamente familiar, aunque no podía identificar con claridad qué era. Mientras avanzaba por las calles, repasaba meticulosamente cada pequeño detalle de nuestra breve conversación: el tono de su voz, la calidez de su sonrisa, y la manera en que sus ojos me habían mirado con una mezcla de curiosidad y atención.
Al cruzar la puerta de mi hogar, me dejé caer en el sofá, inmersa en un mar de preguntas que inundaban mi mente.
Más tarde, mi teléfono comenzó a sonar. Al mirar la pantalla, noté que era una llamada de mi abogado. Deslicé rápidamente el dedo por la pantalla para contestar la llamada.
—Buenos días, señorita Ana. ¿Cómo se encuentra? —preguntó la voz formal del señor Martínez, con un tono que transmitía seriedad.
—Buenos días, señor Martínez. Estoy bien, gracias. ¿Y usted? —respondí, intentando mantener un tono profesional y cordial en nuestra conversación.
—Me alegra escuchar que se encuentra bien. La llamo para informarle que los documentos del divorcio ya están preparados. Solo falta que se los lleve a su esposo para que los firme —dijo él, yendo directamente al grano de la cuestión sin rodeos.
—Perfecto. ¿Cuál es el siguiente paso? —pregunté, manteniendo mi atención centrada en el proceso.
—Voy a encargarme de llevarle los documentos a su esposo de manera personal. Quiero asegurarme de que todo se gestione correctamente y de forma profesional —explicó el señor Martínez con seriedad.
—Excelente. Realmente valoro su diligencia en este asunto —respondí, sintiéndome satisfecha con su enfoque meticuloso.
—Es un verdadero placer atenderle. Haré todo lo posible por mantenerla informada sobre cualquier acontecimiento nuevo que surja. Si en algún momento necesita algo más, no dude en comunicarse conmigo —respondió él, empleando un tono lleno de respeto y cortesía.
—Le agradezco mucho, señor Martínez. Tengo plena confianza en que todo se resolverá en el tiempo adecuado —manifesté, concluyendo nuestra conversación telefónica.
—Así será. Le deseo que tenga un excelente día —se despidió él antes de finalizar la llamada.
Coloqué el teléfono con cuidado en la mesa y me dirigí hacia la ventana, donde la hermosa ciudad de París se extendía ante mis ojos. Desde esa altura, podía ver los tejados de los edificios, las calles llenas de vida y el río Sena serpenteando entre ellos. Era un paisaje que siempre me había cautivado, pero en ese momento, estaba llena de una mezcla de emociones. Tenía claro que este era un paso imprescindible en mi vida, y una resolución firme se apoderó de mí. Con determinación, estaba decidida a avanzar, sin mirar atrás y con la certeza de que debía seguir adelante, sin importar los desafíos que se presentaran en el camino.
—¡Qué día tan cansado he tenido! Necesito urgentemente darme una ducha —exclamé mientras estiraba ligeramente los brazos para relajarme un poco.
Dónde dejaste a la sanguijuela de la Débora ????!!!!
A sobarse pués 🤭
Nunca estuviste de acuerdo con ese matrimonio arreglado....
Espero las próximas líneas no sean de maldad desmedida y una mujer doliente, sumisa
ayyy Dëbora.... pobre de tï 🤭