Precuela de la saga colores
Emiliana Roster quedará atrapada en un matrimonio impuesto que sus hermanos arreglaron para salvarla del despiadado Duque Dorian Fodewor. Creyendo que todo fue una conspiración para separarla del que creía ser el hombre de su vida, intentará luchar en contra de lo que siente por Lord Sebastian, el desconocido que ahora es su esposo.
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4. Una esposa inocente
...SEBASTIAN:...
Tenía entendido que a las señoritas tenían una vida reservada, pero no pensé que a un punto tan inocente.
Me preparé para mi noche de bodas, porque era lo que correspondía. Después de comer, subí a mis aposentos y tomé un largo baño, luego me coloqué una bata, planeaba entrar sin nada puesto, pero como era la primera vez quise ser un poco más recatado. Entré confiado, por la puerta interna que conectaba mi dormitorio con el de mi esposa, pero al verla tan indispuesta y a la defensiva, supe que ella no estaba preparada.
Pensé que la señorita estaría al tanto de lo que sucedía en los aposentos, pero al parecer ni siquiera tenía la menor idea de lo que se hacía entre pareja. Creí que por lo menos estaba al tanto de un poco del proceso, pero al verla tan incómoda, nerviosa y hasta asustada, me percaté de que ni siquiera esperaba mi entrada nocturna a la habitación.
De hecho, ni siquiera tenía ropa interior para la ocasión, llevaba una bata de dormir sin nada de piel a la vista y tenía el cabello suelto, su rostro estaba soñoliento, lo que sugería que antes de mi intromisión estaba durmiendo.
Por la excitación ni siquiera lo noté, de hecho yo estaba un poco impaciente, no era un secreto que la señorita Emiliana era toda una belleza y que desde que la observé por primera vez en el salón de té, la deseé, por eso antes de entrar ya yo estaba endurecido, porque de solo imaginar su cuerpo desnudo y su interior virtuoso, se me endureció a un punto insoportable.
Eso era algo que no me ocurría desde hace tiempo con una señorita en edad casadera, pero eso no era algo que quería recordar.
Estaba tan necesitado que ni siquiera reparé en desnudarme ante ella, cosa de la que arrepentí luego de ver su expresión impactada por mi miembro erecto.
Mi tamaño siempre causaba impresión, pero obviamente a ella le asustaría más por ser virgen e inocente.
No pude negar que al verla reaccionar así me provocó más, pero decidí respetar su negativa, tal vez en los días siguientes ella dejaría el miedo y ya podría tomar lo que por derecho era mío.
Eso fue antes de que me soltara que nunca estaría con alguien sin amarlo y enfatizar que menos lo haría conmigo.
La señorita tenía las mejillas rojas, por la vergüenza y el repentino ataque de furia.
— No está entiendo — Negué con la cabeza, perdiendo la paciencia — ¿Cuántas veces tengo que repetirle que nosotros estamos casados y que usted es mi esposa, que tiene un deber conmigo y que yo tengo derecho como esposo?
— No termina de entender que yo no quería casarme, al menos no con usted — Siseó, muy enojada y me tensé.
Me estaba empezando a enojar su actitud, era una señorita demasiado caprichosa, seguramente estaba acostumbrada a que todo lo que pidiera se le diera. Estaba casi seguro que me hubiese ido mejor con su hermana mayor.
Al menos ella si me pareció agradable, no podía fingir que no vi ni escuché como ella la humillaba, algo que aún no comprendía, al parecer Emiliana la estaba culpando de terminar casada con el hombre equivocado, como si el duque fuese el prospecto más adecuado y con reputación intachable del reino.
La señorita no parecía comprender muchas cosas.
— La que no entiende aquí, es usted — Gruñí y ella arrugó su nariz, la erección ya se me había bajado de hace rato — Puede que tuviera ilusiones de casarse por amor, pero es algo con lo que casi nadie puede contar, la mayoría de los nobles se casan por deber y ese fue nuestro caso.
— Yo no iba a casarme por deber, me casaría por amor.
Sentí una extraña espina que me molestó.
Hablaba del duque como si fuese el hombre de su vida, un completo asesino cuya horribles hazañas hacían eco en todo el reino.
— Lamentablemente, le tocó casarse por deber.
Sus ojos parecieron cristalizarse, su respiración se atoró, noté como apretaba los puños en la tela de su bata.
— Lo siento, pero yo no quiero que me toque, nunca podré y si lo hace, voy a despreciar más este matrimonio, yo jamás aceptaré este casamiento, tampoco el ser esposa de un hombre que ni siquiera conozco — Dijo, con expresión dura y apreté la mandíbula.
Como si conociera al duque a la perfección. Me provocó resoplar y echarle en cara eso.
— Si usted condena este matrimonio, entonces tendremos que divorciarnos — Gruñí, no iba a soportar una vida al lado de una señorita que ni siquiera soportaba estar cerca de mí.
Mi padre iba a odiarme y mi familia me detestaría el que me separara tan pronto, pero prefería eso, a estar atado para siempre a alguien que ni siquiera estaría dispuesta a darme hijos y que siempre me sacaría en cara su infelicidad.
Puede que todos los matrimonios por conveniencia fuesen así, pero conocía a muchos que tenían buena convivencia a pesar de la falta de amor, porque a pesar de eso, cumplían con sus deberes y llegaban a acuerdos, sabía que ella ni siquiera estaría dispuesta a eso.
La Señorita Emiliana me observó, sorprendida. No esperaba que fuese tan contundente.
— ¿Divorcio? — Se calmó un poco ¿En serio le gustaba la idea?
— Pronto me iré de viaje, estaré fuera por unas semanas, al volver, podremos arreglar lo del divorcio — Se quedó pensativa, bajando su mirada — La dejaré en una buena posición, le daré lo que le corresponde. Pude haberlo anulado, pero eso la dejará vulnerable, el divorcio le permitirá quedar segura ante la sociedad.
— De acuerdo, acepto — Dijo, de forma firme, elevando su mirada, con expresión seria — Es lo mejor.
Podría sobornarla, mi necesidad por ella me hacía querer pedirle su virtud a cambio del divorcio, pero me contuve. Nunca había forzado a nadie a estar conmigo, aunque tampoco me costaba nada convencer a las mujeres para un momento de pasión, pero no era la primera vez que me rechazaban.
Por eso me gustaba más dedicarle mi tiempo al trabajo de campo, a la recolección de especies de plantas extrañas.
Tomé mi candelabro y salí de la habitación.
Aproveché el resto de la noche para empacar una valija con ropa, necesitaba ir a ver mis negocios de pieles, al norte de Floris. Antes de aquel encontronazo con mi esposa, planeaba partir la semana próxima, pero no valía la pena retrasar mi viaje si no habría luna de miel.
Antes del amanecer ordené a uno de los lacayos preparar mi carruaje, después de enviar una carta a los Roster para hacerles saber que si hija se encontraba bien, lo creí cortes, después de todo, la última vez que vieron a la señorita Emiliana, estaba triste y decaída.
Me marché antes de que el sol terminara de dar claridad.
...EMILIANA:...
Encontré el comedor vacío cuando bajé a desayunar a la mañana siguiente.
— ¿Y Lord Sebastian? — Pregunté al ver su lugar vacío.
— Se marchó — Dijo una de las sirvientas — Al parecer tenía que atender sus negocios al norte de Floris.
No pensé que se marchara tan pronto.
Me sorprendió que me pidiera el divorcio, pero eso significaba que podía volver a ser libre y tener la oportunidad de que Dorian volviera a acercarse a mí. Estaba casi convencida de que a él le había sucedido algo y por eso no llegó a tiempo para salvarme de la boda, pero con lo del divorcio volvería a ser libre.
Eso me dió algo de esperanza y comí con entusiasmo las tostadas con mermelada y tocino.
La sirvienta me observó un poco extrañada por mi falta de respuesta y mi actitud.
Empecé a organizar todo con la ama de llaves y el mayordomo después del desayuno, aunque me iba a separar de Lord Sebastian necesitaba emplear mi tiempo en las labores de esposa o lo verían sospechoso.
Solo ordenar, ya que no quería cambiar demasiado porque no sería apropiado, no cuando me iba a separar del lord.
Recorrí el jardín y los alrededores de la casa, el lugar tenía espacio de sobra y muchas planicies extensas, muy apropiadas para cabalgar.
— ¿Qué es eso? — Le pregunté a la doncella que me acompañaba.
Me refería a una extraña edificación de cristal que se hallaba a unos metros por detrás de la mansión.
— Es el vivero — Dijo la doncella.
— ¿Un vivero?
— Sí, es de Lord Sebastian.
— ¿Le gustan las plantas? — Pregunté, de hecho el vivero se veía muy hermoso desde allí, tenía forma de castillo pequeño.
— Solo las plantas exóticas, les encanta estudiarlas, siempre pasa la mayoría del tiempo viajando, recolectando especies y estudiando sobre ellas, es algo que hace como pasatiempo — Me explicó, mientras cruzamos por el camino de piedras.
— Debe gustarle mucho.
— Demasiado, la razón de que se tardara tanto en casarse es eso — Comentó la doncella, con un poco de descuido.
— Quisiera acercarme a ver las plantas.
— Solo lo podremos ver por fuera, el lord cierra con llave siempre.
La señorita me guió hacia el vivero, para admirarlo desde afuera.
Lo cierto es que no se veía mucho hacia adentro, pero pude notar muchas hileras con plantas.
Pasé varios días en completa serenidad, luego vinieron semanas y ya me sentía un poco mejor.
Estaba en la habitación leyendo las cartas de Dorian cuando la doncella Alis entró.
— Mi lady, tiene visita.
Me ilusioné un poco ¿Podría ser él?
— ¿Quién vino? — Me levanté, acomodando mi vestido azul y mi tocado.
— La condesa y el conde Roster. Los hice a pasar al salón y les serví té, le están esperando.
Mi emoción cesó un poco.
— ¿Mi hermana también vino con ellos?
— No, solo la condesa y el joven conde.
— Oh, iré en un momento.
Guardé las cartas y bajé al vestíbulo, me desvié hacia el salón.
Mi madre y Lean se levantaron al verme entrar. Ella llevaba un vestido de tono verde, con el cabello recogido y joyas, mi hermano, lucía unos pantalones café, con una camisa blanca y una chaqueta de cuero, el cabello lo tenía revuelto.
— Hija mía, me alegra verte — Mi madre se acercó y me besó en las mejillas — Estás hermosa.
— Madre ¿Qué hacen aquí?
Ella se tensó ante mi respuesta descortés.
— Vinimos a visitarte ¿O es qué acaso no podemos? — Mi hermano me lanzó una mirada — Agradece que después de todo los que nos gritaste afuera de la iglesia, estamos aquí aún.
Me apené un poco, no me seguía agradando que hubiesen jugado con mi vida sin consultarme, pero era mi familia al cabo, a la que no podía perdonar aún, era a Eleana.
— Lo siento, pero lo que hicieron no fue correcto.
— Puede que nos hayamos equivocado en la manera de comprometerte — Mi madre me tocó la mejilla — Pero, teníamos miedo de que cometieras una locura por creer en el duque.
— El duque estaba dispuesto a casarse conmigo, solo habló de escaparnos como una última opción, por si Lean no lo aceptaba.
Lean resopló — Prueba de que ese sujeto no era apropiado para ti es...
Mi madre lo interrumpió — No, Lean, vinimos a ver como está Emiliana, aún no es momento de tocar ese tema. Dime ¿Dónde está tu esposo?
Me separé de ella y fruncí el ceño hacia mi hermano.
— ¿De qué tema hablas? — Pregunté y ambos se observaron, me aproximé a Lean — ¿A caso Dorian si fue a buscarme? Dime ¿Él vino por mí?
Lean se rió de una forma irónica.
— Dorian fue a la mansión.
Me emocioné — Sabía que lo haría... Él vino por mí...
— ¡Deja la estupidez Emiliana! — Mi hermano alzó la voz y me estremecí.
— ¡Lean, no le hables así! — Le reprendió mi madre.
— ¡Estoy harto de que sea una ilusa, tienes que entender, el duque es un ser despreciable, un asqueroso, un maldito desquiciado!
— ¡Lean, si hiciste que Dorian se alejara para siempre, yo...
— ¡Tú ya estás casada y para que se te salga de la cabeza de una vez... — Mi hermano estaba tan furioso que me tensé — ¡Dorian también está casado!
Mis ilusiones se desplomaron y la respiración se me paralizó.
— ¿Qué dices? — Jadeé.
— ¡El duque se casó con Eleana!
La lágrimas salieron de mis ojos.
Alguien se aclaró la garganta.
Lord Sebastian estaba en el salón, oyendo todo.