El centenario del Torneo de las Cuatro Tierras ha llegado antes de lo esperado. Para conmemorar los cien años desde la creación del brutal torneo, los Padres de la Patria han decidido adelantar el evento, ignorando las reglas tradicionales y usando esta ocasión para demostrar su poder y someter aún más a las Nueve Ciudades.
Nolan, el mejor amigo de Nora, ha sido elegido para representar a Altum, enfrentando los peligros de las traicioneras tierras artificiales: hielo, desierto, sabana y bosque. Nora, consciente del destino que le espera a Nolan, no está dispuesta a permitir que se repita la misma tragedia. Junto a la rebelión, buscará acabar con los Padres de la Patria y poner fin a la dictadura de las Cuatro Tierras.
El reloj avanza, el torneo está a punto de comenzar, y esta vez, el objetivo de Nora no es solo salvar a Nolan, sino destruir de una vez por todas el yugo que ha esclavizado a las nueve cuidades
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Entre la espada y la pared
En la base de Vire, el ambiente era un hervidero de actividad. Faltaban apenas dos días para el ataque planeado contra los Padres de la Patria, y todo debía estar perfectamente sincronizado si querían tener alguna posibilidad de éxito. Los rebeldes corrían de un lado a otro, cargando cajas de suministros, revisando armas, y asegurándose de que los helicópteros estuvieran listos para despegar en el momento preciso. Era la única oportunidad de la rebelión para golpear con fuerza y liberar a los seleccionados que se encontraban atrapados en las Pruebas de la Tierra Artificial.
Sora se abrió paso entre el bullicio, apartando cajas y esquivando a otros rebeldes que iban con prisa. Buscó a Eli entre la multitud, hasta que lo vio limpiándose el sudor de la frente, sentado en un banco de madera junto a uno de los hangares. Se acercó rápidamente y le tocó el hombro, indicándole que la siguiera.
—Tenemos que hablar, Eli —dijo en voz baja, tirando de él hacia un rincón más apartado—. ¿Cómo vamos a avisarle a Nora cuando lleguemos a la Ciudad Principal? Si no sabemos dónde está exactamente, podríamos ponerla en peligro.
Eli se pasó una mano por el cabello despeinado y soltó un suspiro.
—Lo tengo bajo control, Sora —respondió, mirando de reojo hacia el bullicio de la base—. He asignado a Marcos y a la señorita Lara para que vayan por ella. Ellos coordinarán la evacuación de la gente en la zona para cuando empecemos el ataque.
Sora frunció el ceño y sacudió la cabeza, sin estar del todo convencida.
—Eso podría ser un movimiento arriesgado —replicó con preocupación—. Si evacuamos a la población tan cerca del ataque, podríamos alertar a los Padres de la Patria antes de tiempo. Si se enteran de lo que estamos planeando, reforzarán sus defensas y no tendremos ninguna ventaja. Es más, podríamos perder la única oportunidad que tenemos.
—Lo sé, Sora —respondió Eli con calma, colocando una mano en el hombro de ella para tranquilizarla—, pero no hay otra opción. No podemos revelar nuestro plan antes de tiempo. Cualquier descuido podría costarnos la vida. Los Padres de la Patria tienen el poder y los recursos, pero nosotros tenemos el factor sorpresa. Eso es lo único que nos mantiene en ventaja.
Sora bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior, antes de asentir lentamente.
—Tienes razón —dijo al fin, con un suspiro resignado—. Lo siento, estoy nerviosa. Es mucho lo que está en juego.
—Todos estamos nerviosos —respondió Eli, dándole un apretón en el hombro antes de regresar a sus tareas.
En la base de la montaña, la tensión también se palpaba en el aire. Cada miembro de la rebelión estaba ocupado en los preparativos finales para el inminente ataque. El silencio se rompía ocasionalmente por el sonido de las herramientas al trabajar en los vehículos o los murmullos de los combatientes repasando las estrategias una y otra vez. Lara, una de las líderes, revisaba una lista de suministros cuando Thomas, el nervioso joven encargado de la logística, se le acercó.
—Es increíble que, después de tantos años, finalmente tengamos una oportunidad de derrocar a los Padres de la Patria —dijo Lara, con una sonrisa que no podía disimular su emoción.
Thomas asintió, pero su expresión reflejaba preocupación.
—No cantes victoria aún, Lara. Incluso si logramos encarcelar a los Padres de la Patria, tomará tiempo y esfuerzo para que la gente confíe en nosotros —replicó, cruzando los brazos sobre el pecho—. Convencer a las Nueve Ciudades de que somos la mejor opción no será fácil. Ellos han vivido bajo el miedo y la opresión durante demasiado tiempo.
Marcos, que estaba organizando la munición, se giró hacia ellos.
—Thomas tiene razón —dijo en tono serio—. No podemos subestimar el desafío que nos espera después del ataque. La rebelión tiene miles de simpatizantes, pero muchos todavía dudan de que podamos liderar un cambio real. Será una batalla tanto política como militar.
—Lo sé —respondió Lara, pero la determinación en su voz seguía firme—. La gente que ha sufrido bajo el yugo de los Padres de la Patria nos apoyará. Nos aseguraremos de que entiendan que estamos luchando por un futuro mejor.
Thomas cambió de tema, visiblemente incómodo.
—Marcos, no estoy seguro de que haya sido una buena idea poner a Sora al frente de la base de Vire —comentó en voz baja—. Algo en ella me inquieta.
Lara intervino antes de que Marcos pudiera responder.
—Estoy de acuerdo. Esa mujer siempre ha sido extraña, pero últimamente... parece que presta atención a cada palabra que decimos, como si estuviera recopilando información. Además, la forma en que reacciona cuando mencionamos a Gale Steel es... sospechosa —añadió, frunciendo el ceño.
—Basta —dijo Marcos, con tono firme—. Conozco a Sora desde hace años. Siempre ha apoyado nuestra causa, incluso antes de que la rebelión fuera más que un puñado de valientes. No vamos a dudar de ella ahora.
Justo en ese momento, el rostro de Eli apareció en la pantalla del televisor en la sala de comunicaciones, interrumpiendo la conversación. La imagen estaba borrosa, pero su voz era clara.
—Marcos, tenemos un problema grave —dijo Eli, con un tono de urgencia que puso a todos en alerta—. Me temo que hay un infiltrado entre nosotros, y si es así, nuestro plan podría estar comprometido.
Marcos se acercó a la pantalla, el corazón latiéndole con fuerza.
—¿Quién es? —preguntó, temiendo la respuesta.
—Es Sora —dijo Eli, con un suspiro—. Esta mañana la noté actuando de forma extraña, y cuando fui a buscarla a su habitación esta tarde, descubrí que había escapado por la ventana. Encontré una nota en su cuarto diciendo que habíamos caído en su trampa.
El silencio que siguió a esa revelación fue sofocante. Lara y Thomas se miraron con una mezcla de incredulidad y rabia.
—¿Estás seguro, Eli? —insistió Marcos, negándose a aceptar lo que oía.
—Totalmente seguro —replicó Eli—. Sora nos traicionó. Tenemos que avisarle a Nora inmediatamente. Debe abandonar la Ciudad Principal y volver a la base.
Marcos apretó los puños, sintiendo la frustración y la impotencia apoderarse de él.
—Dile que aborte la misión —dijo al fin, con voz dura—. Si Sora está pasando información a los Padres de la Patria, es demasiado arriesgado continuar.
Lara levantó la voz.
—¿Y qué hay de Nolan? ¿Lo dejaremos a su suerte en las Pruebas? Sabes que la dificultad ha aumentado considerablemente y él está en peligro —reclamó, su voz cargada de preocupación.
—No tenemos elección —replicó Marcos—. Sacar a Nora de allí es nuestra prioridad. Ella es la clave para la rebelión. Sin ella, la moral se vendrá abajo.
Thomas se adelantó, su voz firme pero cargada de desesperación.
—No será tan fácil como crees. Conozco a Nora, y si le decimos que se retire, no lo hará. No abandonará a Nolan a su suerte, especialmente no ahora que las cosas se han puesto tan complicadas.
Eli asintió con resignación desde la pantalla.
—Lo sé. Hemos caído en una trampa. Los Padres de la Patria nos han hecho un jaque mate, y ahora dos de nuestras piezas una valiosa y la otra que necesitamos para que la pieza valiosa haga las cosas están en peligro.