Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 18: El Camino de los Guardianes
Los días pasaron, y aunque las rutinas de la vida diaria intentaban reclamar a Elías, la conexión con Sombravelo permanecía viva en su corazón. Sabía que sus experiencias en aquel mundo mágico no habían sido meras aventuras pasajeras; eran un llamado, un despertar a un propósito mayor. En el fondo, entendía que ser un Guardián no era solo una tarea para proteger los secretos de Sombravelo, sino también para comprenderse a sí mismo y cuidar de su propio mundo.
Las noches se volvieron más tranquilas. Desde que selló las grietas en su corazón y el vínculo entre los mundos, sus sueños ya no estaban plagados de sombras inquietantes. Sin embargo, a veces vislumbraba destellos del bosque encantado, con sus árboles susurrantes y criaturas que lo observaban con curiosidad. Era como si Sombravelo le recordara que su destino no estaba completamente desligado de aquel lugar, que aún tenía un papel que desempeñar.
Un día, mientras caminaba por el bosque cercano al pueblo, Elías sintió una extraña presencia. El aire se volvió denso, y la piedra cristalina que llevaba consigo comenzó a brillar suavemente en su bolsillo. Al seguir el resplandor, llegó a un rincón del bosque que no había explorado antes. Allí, en un claro oculto entre los árboles, encontró un antiguo arco de piedra cubierto de enredaderas. El arco no llevaba a ningún lugar en particular, pero en su centro, un tenue resplandor parecía vibrar en el aire, como si hubiera un portal escondido, esperando ser despertado.
Elías dio un paso hacia el arco y extendió la mano con la piedra cristalina. Al hacerlo, el resplandor creció, y de repente, una figura familiar emergió del centro del portal. Era Nox, el cuervo con plumas deshilachadas y ojos rojos brillantes. El ave se posó en el marco de piedra, mirándolo con esa mezcla de complicidad y misterio que tanto lo caracterizaba.
—"Elías, joven Guardián," dijo Nox con su voz rasposa. —"Te has preparado bien, pero los caminos de un Guardián nunca son sencillos. Sombravelo vuelve a necesitarte, pues no solo la Niebla acecha. Hay fuerzas más antiguas y poderosas que buscan desequilibrar el delicado equilibrio entre los sueños y la realidad."
Elías sintió una punzada de temor y emoción a la vez. Pensaba que había hecho lo suficiente al sellar la conexión entre los dos mundos, pero comprendió que su destino no se trataba de una única misión, sino de un compromiso continuo con los secretos que había descubierto.
—"¿Qué debo hacer?"— preguntó, sus ojos brillando con determinación.
—"El equilibrio en Sombravelo ha sido perturbado. Los viejos espíritus del bosque, que solían permanecer en silencio, ahora se agitan. Uno de los más antiguos, el Guardián de la Medianoche, ha despertado y no recuerda quién es ni su propósito. Su confusión amenaza con abrir nuevas puertas a la Niebla y a otros peligros. Debes encontrarlo y ayudarlo a recuperar su memoria antes de que sea demasiado tarde."
Elías asintió, sintiendo cómo la tarea que se le encomendaba lo llenaba de una mezcla de responsabilidad y esperanza. Recordó la Fuente de los Recuerdos y el poder de los recuerdos para sanar o destruir, y supo que ayudar al Guardián de la Medianoche sería un reto no solo para sus habilidades, sino también para su corazón.
Sin más dilación, Nox agitó sus alas y voló hacia el centro del portal, que comenzó a expandirse, mostrando un paisaje que Elías reconocía bien: Sombravelo lo esperaba una vez más. El joven, con la piedra cristalina brillando en su mano, cruzó el umbral sin vacilar.
Al otro lado, lo recibió el aire fresco y fragante del bosque encantado. El cielo, teñido de un púrpura profundo, estaba salpicado de estrellas danzantes, como si el tiempo y el espacio fueran fluidos en este lugar. Elías avanzó, guiado por la intuición y el resplandor de la piedra, que parecía señalar el camino.
Mientras se adentraba más en el bosque, las sombras comenzaron a alargarse y a moverse de manera inquietante. La magia de Sombravelo se sentía más inestable, y la luz de las hojas brillantes parecía parpadear, como si algo las perturbara. Elías caminó con cautela, consciente de que no estaba solo en el bosque. Pronto llegó a un claro donde el aire era más denso, y la presencia de algo antiguo se hacía palpable.
En el centro del claro, sentado sobre una roca cubierta de musgo, estaba el Guardián de la Medianoche. Su figura era alta y esbelta, con una túnica oscura que se mezclaba con las sombras. Sus ojos, de un profundo azul que reflejaba el cielo estrellado, estaban perdidos en la distancia, como si miraran más allá del mundo físico. Cuando Elías se acercó, el Guardián lo miró con una expresión de desconcierto y tristeza.
—"¿Quién eres, niño?"— preguntó el Guardián, su voz resonando como un eco distante. —"Mi mente está en caos, y mi propósito se me ha escapado. Solía custodiar algo importante, pero no puedo recordar qué es."
Elías dio un paso adelante y sostuvo la piedra cristalina, que brilló intensamente en la presencia del Guardián.
—"Soy Elías, un Guardián de Sombravelo,"— dijo con voz firme. —"He venido para ayudarte a recordar. Tu memoria es la clave para restaurar el equilibrio en este lugar, y juntos podemos enfrentarnos a la oscuridad que amenaza con extenderse."
El Guardián de la Medianoche lo miró con atención, y por un momento, sus ojos brillaron con un atisbo de reconocimiento. La piedra en la mano de Elías comenzó a irradiar una luz cálida, envolviendo a ambos en un resplandor dorado. Poco a poco, fragmentos de recuerdos surgieron en la mente del Guardián, como destellos de luz en la oscuridad: imágenes de antiguas batallas contra la Niebla, de portales cerrados con su poder, y de sus promesas hechas a los otros Guardianes de proteger el equilibrio de Sombravelo.
Sin embargo, en medio de esos recuerdos, había también una profunda herida, una sombra que parecía haberse arraigado en su ser. Era la causa de su olvido y la razón por la cual la Niebla había encontrado un punto débil. Elías comprendió que no bastaba con devolver los recuerdos al Guardián; había que sanar la oscuridad que lo afectaba.
El joven extendió su mano hacia el Guardián, ofreciendo no solo su poder, sino también su propia luz y voluntad. Juntos, cerraron los ojos y se sumergieron en un paisaje mental, donde las sombras se retorcían, intentando mantener el olvido y la confusión. Con la piedra cristalina brillando con intensidad creciente, Elías y el Guardián enfrentaron la oscuridad, disipando los ecos oscuros y restaurando la luz que había estado perdida.
Cuando la última sombra se desvaneció, el Guardián de la Medianoche abrió los ojos con una expresión renovada. La confusión había desaparecido, y su mirada ahora era clara y profunda.
—"Gracias, joven Guardián,"— dijo con voz solemne. —"Has traído de vuelta mi propósito y mi memoria. El equilibrio de Sombravelo se ha fortalecido gracias a tu valentía."
Elías sonrió, sabiendo que la tarea no había sido solo la del Guardián de la Medianoche, sino también su propio camino para convertirse en lo que estaba destinado a ser. Sombravelo lo había llamado, y él había respondido.
Pero en su corazón, sentía que todavía quedaban más caminos por recorrer, y más pruebas que enfrentar. El destino de un Guardián nunca está completamente sellado, y el equilibrio es una tarea eterna.