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La Niña Del Capo

La Niña Del Capo

Status: Terminada
Genre:Completas / Mafia / Dominación / BDSM / Diferencia de edad
Popularitas:929.9k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Yesenia Stefany Bello González

Stefano Messina es el nuevo Capo de la ´Ndrangueta, un cargo que nunca pensó que tendría. Para seguir siendo el jefe debe cumplir las reglas que le ha impuesto su hermano, siendo la más importante mantenerse alejado de Inés Guzmán. La dueña de sus fantasías más perversas.
¿Podrá hacerlo o caerá ante la dulzura de la única mujer que no puede tener?

NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Desobediencia

Stefano

Recorro el cuerpo de la mujer que está frente a mí.

Cuando escuché su dulce voz esperé encontrarme a la niña que atormenta mis recuerdos, pero no fue así.

Inés es toda una mujer.

Presiono con fuerza el muslo de la prostituta a mi lado como una advertencia para que no haga un movimiento en falso. Aún no he terminado con ella.

Me levanto y abrazo a la chica que me mira con unos enormes ojos de ciervo.

–Que gusto, mi niña –susurro cuando la tengo en mis brazos–. Estás preciosa –digo sin poder evitarlo.

Inés se aleja, incomoda mientras mira a la puta.

–¿Es ella… es ella tu novia? –pregunta entre titubeos.

–No –ladro.

Podré ser muchas cosas, pero nunca tendría una relación con una mujer adicta a la cocaína y al crack

Inés da un paso hacia atrás, asustada por mi reacción.

–Son negocios –agrego de forma más conciliadora.

Inés asiente.

–¿Qué puedo servirles?

–Un café, por favor –digo.

–Enseguida –dice antes de girarse y caminar hacia la barra.

Mis ojos siguen detenidamente sus largas piernas y ese perfecto trasero.

Me encantaría azotarlo hasta dejarlo ardiendo.

Tomo el brazo de la asustada mujer que pasa a mi lado corriendo.

–No tan rápido, tenemos una conversación pendiente.

–Por favor –comienza a sollozar.

La devuelvo a su asiento y saco mi arma y la clavo en sus costillas.

–Tranquila –digo en un susurro–. Si quieres vivir ya sabes lo que tienes que hacer.

–No sé dónde está. Lo juro.

Saco mi navaja y la clavo en su vientre con la fuerza necesaria para asustarla, pero no para lastimarla.

–Respuesta equivocada. Ricky es tu proveedor y acabas de inyectarte hace menos de media hora. Dime dónde está.

–Me matará –susurra.

Miro como la máscara de sus enormes pestañas corre por sus mejillas debido tanto a sus lágrimas como a su sudor.

–Última oportunidad –digo con impaciencia.

La mujer huele a alcohol y a perfume barato y ya no pienso seguir soportándola.

–Avenida Bronxwood con la doscientos veinte. La casa con el toldo azul.

La suelto.

–No era tan difícil, ¿no?

–Va a matarme.

–No. Yo te mataré si descubro que has mentido –digo–. Puedes irte. Y por tu bien espero no volver a verte –siseo y la mujer sale corriendo.

Busco a Inés con la mirada y la encuentro conversando con el tipo que atiende el bar. Ambos ríen como si la vida se les fuera en ello.

¿Qué mierda puede ser tan gracioso?

La chica pelirroja le entrega la bandeja a Inés y ésta la recibe y camina hacia mí.

Lleva una blusa blanca y con el foco de luz pegándole en todo el pecho puedo ver la forma de su brasier blanco con encaje conteniendo sus pechos altos y perfectos. Una falda tubo deja a la vista sus preciosas piernas y un delantal azul marino amarrado en su cadera realza su pequeña cintura.

–Tu café –dice y lo coloca sobre mi mesa–. ¿Algo más?

–¿A qué hora sales?

–Espero que a las cuatro de la mañana, pero eso va a estar difícil –dice mirando a todas las mesas llenas.

–Te llevaré a casa.

–No, gracias. No puedes esperarme hasta que termine. Además, vivo a dos estaciones de aquí, tomaré el metro.

–Te llevaré a casa –insisto.

–No es necesario.

Me pongo de pie y tomo su mentón entre mi dedo índice y pulgar.

–No era una pregunta. Te llevaré a casa, mi niña.

Se cruza de brazos y levanta su barbilla, obligándome a soltarla.

–No necesito un hermano mayor, Stefano. Si tengo la edad suficiente para trabajar y vivir sola, ciertamente puedo tomar el puto metro a las cuatro de la mañana –suelta con vehemencia.

¿Hermano mayor?

Me rio internamente. Si supiera las cosas que quiero hacerle no me tacharía de hermano mayor.

–Eres mi responsabilidad –digo.

Lanza su cabeza hacia atrás y suelta una carcajada.

–No lo soy.

Me cruzo de brazos al igual que ella.

–Estás en mi ciudad –digo–. Harás lo que yo te diga.

Vuelve a reírse. –Sigue soñando –dice antes de girarse y volver a la barra, dejándome solo.

Pero qué mierda.

No tolero que las personas no sigan mis órdenes, menos si esa desobediencia proviene de una mujer.

Vuelvo a mi asiento y bebo el café lentamente mientras miro a la chica insolente coquetear con clientes y con el barman. Si fuera mía esa audacia le costaría un buen castigo.

–Pero no lo es –me recuerdo. No si quiero seguir siendo el Capo de La ´Ndrangueta. No si quiero mantener la confianza de mi hermano.

No si quiero que esa preciosa niña no salga lastimada por mi culpa.

Sacudo la cabeza en negación al recordar lo que ese drogadicto le hizo. Inés nunca dejará que alguien vuelva a amarrarla y azotarla, ni siquiera por placer. Y yo sencillamente no puedo sentir placer si no tengo sexo a mi manera.

Cuando no es la chica adecuada no lo es y ya.

Pero una cosa es que no pueda someterla en la cama y otra muy distinta es que permita que no me obedezca. Ella cree que ganó esta discusión, pero no lo hizo.

Saco un fajo de billetes de mi billetera y lo dejo sobre la mesa. Ya volveré por esa desobediente, pero primero tengo que ajustar cuentas con alguien.

*****

–No. No. Por favor, no –ruega.

Sonrío y le saco otra muela con mi tenaza de metal, disfrutando de los aullidos de dolor que suelta.

–No puedes huir de La ´Ndrangueta –le recuerdo.

Masculla palabras sin sentido.

–Y sabes que nadie puede robarnos –continúo.

–No les robé –susurra mientras la sangre fluye de su boca–. Tengo una deuda que pagaré cuando tenga el maldito dinero.

Me rio. Pobre iluso.

–No nos importa tu dinero, Ricky. Ya no –digo mientras coloco la daga frente a él. Comienza a moverse, pero no puede hacer mucho ya que lo tengo amarrado a una silla. Y además, le quebré ambos pies con un martillo cuando intentó huir.

–¿Qué vas a hacerme? –pregunta con los ojos completamente dilatados por el terror.

–Entregar un mensaje –digo antes de clavarle la daga en su vientre y retorcerlo.

Veo como da su patético último aliento. Le doy una patada a la silla y cae al suelo, todavía amarrado, sobre su propio charco de sangre.

Eso les enseñará a estos imbéciles a pagar a tiempo.

Me apresuro en recoger mis cosas y subirlas al auto.

Inés hoy aprenderá una lección.

1
Anonymous
qué hermoso pequeño quien no se enamoraría de él
Anonymous
pensar que hay tantos casos asi
Anonymous
esta historia es muy interesante me encanta
Anonymous
esos. malditos no se acaban
More Arcia
Excelente historia, felicitaciones
Anonymous
sin darnos cuenta le confiamos a nuestros hijos a personas que no s9n confszblrs
Anonymous
hay muchas maneras de disfrutar sin pasarte
Anonymous
el fue giolado pero le metieron en la cabeza otra cosa
Erika Bustamante
excelente
Betty Montaya
Me gusta que plantearas este tema tan delicado el maltrato infantil es aberrante pero sucede en nuestro entorno y la posibilidad de salir adelante como en esta historia con amor incondicional y con fe te felicito muy bella
Yesenia Bello González: Muchas gracias por tus lindas palabras y por la puntuación 😊 💜 💕 🙌 💛 ♥️ 😊
total 1 replies
Anonymous
él ya no necesita de esas cosas, pues se siente bien y dusfrcon ella, y lo de las nalgadas muchos lo hacen hasta a mi me han tocado alguna vez
Anonymous
qué bueno que tiene padres tan comprensivos
Anonymous
Excelente
Anonymous
es una novela maravillosa me encanta
Anonymous
es una situación muy complicada
Betty Montaya
Bueno entre gustos y colores 🌈 no hay nada escrito cada disfruta de la mejor manera que la haga sentir bien en este mundo haya de todo y para todos
Lamaga Toledo
Excelente
Faby Mena
Felicitaciones escritora por está novela, no es fácil superar ciertos traumas.
Betty Montaya
Ines tiene que tener mucha confianza en el amor que siente por Stéfano primero está Nancy y luego esa habitación que acaba de ver no lo tiene facil pero tampoco imposible
Anonymous
la comprende
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