Shiro es un soldado el cual no revela nunca emociones, pero al llegar una carta de una desconocida su futuro qué parecía oscuro se ve iluminado por un sentimiento que no sabe de donde proviene ¿descubrira Shiro quien es esa persona o sabrá cual es ese sentido?
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Tinta Sin nombre
El sol brillaba con suavidad sobre los tejados de la aldea.
Las flores crecían con libertad en los caminos sin empedrar, y el aroma del pan recién horneado flotaba en el aire.
Yuki caminaba por el mercado con una canasta en brazos, saludando a los otros aldeanos mientras compraba algunas hierbas para la botica de su padre
—¡Buen día, Yuki! —gritó una mujer mayor desde el puesto de telas—. Te ves más feliz últimamente. ¿Pasa algo bueno?
Yuki sonrió, bajando un poco la mirada. —Nada en especial… solo que la primavera está llegando.
—O será que estás enamorada, ¿eh? —añadió otra, con una risita.
Yuki negó con la cabeza, algo roja.
—¡No es eso! De verdad…
–Bueno, Bueno dile a tu padre que su medicina funcionó muy bien–dijo otro intentando calmar el ambiente.
–Yo le aviso– respondió Yuki algo incomoda.
Regresó a casa al mediodía, ayudó a su madre con unos frascos y luego empezó a limpiar unas hojas secas en el jardín.
En ese momento, un mensajero a caballo se acercó por el camino principal.
—¿Señorita? ¿Yuki? Tengo una carta para usted.
Ella dejó caer suavemente las hojas y fue a su encuentro.
La tomó con ambas manos.
Era simple, pero tenía ese aunque pequeño muy simbólico hilo rojo.
—¿Otra carta de tu amor sin nombre? —preguntó su madre con picardía, limpiándose las manos con un trapo—. ¡Ya llevas varias! A este paso te casas con un fantasma.
—Mamá… —dijo Yuki, negando suavemente con la cabeza.
Otro vecino, un joven que trabajaba con madera, se acercó mientras pasaba por la entrada.
—¿Y si solo es un viejo senil o algun mocoso de la capital? —bromeó.
Yuki no respondió.
Solo abrazó la carta contra el pecho y subió las escaleras.
《Eso no puede ser, claro que no es verdad》
Entró en su cuarto, cerró la puerta con cuidado y se sentó junto a la ventana. La luz entraba entre las hojas de un cerezo cercano, pintando sombras suaves en el suelo.
Desató el hilo con cuidado y abrió la carta.
Por un instante, el mundo entero quedó en silencio.
《Bueno la verdad no me importa mucho quien escribe las cartas, ya que sus palabras ya eran suficientes》
Yuki sonrió, con el corazón tranquilo.
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En el fuerte
La sala de mando era fría, iluminada solo por lámparas de aceite.
En el centro, un largo escritorio de piedra, y tras él, tres figuras de alto rango con expresiones impenetrables.
Shiro entró sin escolta. Su sola presencia bastaba.
Uno de los generales habló primero:
—Kutogane. Tenemos una tarea que se ajusta a tus capacidades.
Otro, con voz más grave, añadió:
—La investigadora Lyra ha solicitado permiso para explorar unas ruinas al noroeste. Están fuera de los mapas actuales y podrían ser peligrosas.
Shiro no parpadeó.
—¿Y yo que debo hacer?
—Protegerla —dijo el primero—. Asegurar su integridad física durante la misión y garantizar su regreso.
En ese momento, Lyra dio un paso al frente desde las sombras del cuarto. Vestía de forma más ligera, con pergaminos enrollados y una mirada afilada.
—No suelo aceptar guardaespaldas —dijo con calma—. Pero estas ruinas no son comunes.
Podría haber diferentes tipos de trampas, bestias… o cosas que son normales.
Necesito a alguien que no muera fácilmente.
Shiro la observó unos segundos.
《Una misión de escolta, debe ser muy peligroso si me lo piden a mi》
—Acepto —dijo finalmente.
Los superiores asintieron. La decisión estaba sellada.
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Esa misma noche.
La habitación de Shiro estaba en silencio. Sus cosas estaban listas para la marcha al amanecer.
Se sentó frente al escritorio y tomó una hoja de papel.
Y no se movió ni un milímetro —¿Qué debería de escribir?, algo como me iré, pero quiero que me esperes, no, no, definitivamente no.
Y al fin empezó a escribir:
A quien siempre lee:
Me han asignado una misión.
Puede que esté lejos, o en un sitio sin forma de responder cartas por un tiempo.
No es que no quiera seguir hablando.
Solo que tardaré un poco más de lo normal en responder la siguiente carta que envíes.
Cuando regrese, le escribire, sera lo primero que haga.
Dobló la carta con cuidado.
《Solo espero que no me odie y todo siga igual cuando vuelva》
La ató con el hilo rojo, como siempre.
Y la entregó al mensajero con una sola instrucción:
—Llévala al mismo lugar. Y sin demora.
—Claro señor— dijo el mensajero como algo habitual
