Black Snow.

He intentado ser paciente, se los juro que sí, en éste último mes que los niños se han quedado con nosotros; traté de ser la mejor madrastra posible, pero esos malditos son bastardos del demonio.

Los iba a recoger en la escuela porque se peleaban, pero me hacían pasar la humillación de mí vida ya que decían que yo era la amante de su padre y no su verdadera madre, entonces debía esperar a que Alexei viniera por ellos.

Cocinaba postres, ya que a mí esposo le encanta, pero los malditos arrojaban mis preparaciones a la basura, o mezclaban azúcar con sal y otros ingredientes no correspondientes.

He tenido que soportar sus comentarios de mierda sobre que soy una amante y qué debería dejar a su padre, para luego escucharlos mentir con respecto a que me aman.

Incluso, me he mordido la lengua para no decirles cosas hirientes, porque hasta los he escuchado decir que traerían a su madre a vivir aquí.

Hasta entonces, mantuve la calma, porque quería creer que sólo eran niños pequeños y dañados que necesitaban atención, pero eso se acaba hoy.

Ésta mañana me encontraba tranquilamente haciendo un proyecto para la universidad, cuando veo a Eos sonriendo diabólicamente desde la puerta de mí cuarto. El simple hecho de ver a ese niño, sonriéndome de esa forma, me hizo sentir que algo no estaba bien.

—¿Qué haces aquí? –Cuestioné, y él salió a correr–.

Cuándo se fue, no le dí mucha importancia, pero algo dentro de mí me advertía; e insistía que lo siguiera. Me puse de pie y comencé a caminar hacia donde el niño había ido, al llegar, estaban los tres pequeños en la jaula del tigre de su tío.

Siempre me pregunté por qué Xander tenía un tigre, pero nunca le dí realmente importancia.

Los vi ahí, sonriendo, mientras en sus manos tenían a mis conejitos; Vaquita y Canela. Planeaban arrojarlos a la jaula del tigre para que se los comiera.

—¡DETENGANSE! –Grité y corrí hacia ellos, tratando se recuperar mis conejitos–.

—¡Aléjate de nuestro padre y te damos los conejos!

—¡Su padre es mí maldito esposo, malditos dementes!

—¡Nuestra mamá es su esposa, tú debes irte!

—¡¡JAMÁS!! –Tan pronto como dije esas palabras, los niños arrojaron a los conejos a la jaula del tigre y, sin pensarlo, me arrojé yo misma allí para poder salvarlos–.

No me dí cuenta de lo estúpida que fue esa idea hasta que me estuve atrapada allí, no era una jaula con rejas y esas cosas, era más bien una jaula inspirada en su hábitat y, para salir, debía esperar a que abrieran la puerta de acero que estaba detrás. Ahora estaba ahí, atrapada con mis dos conejos en la jaula de un tigre.

No lo veía, pero lo podía escuchar gruñir lo que causaba que el pánico llenara mí ser. Nunca he sentido tanto miedo en mí vida, el animal estaba cerca y no podía escapar.

Lo peor fue que los niños comenzaron a arrojar carne para que los instintos del tigre se activaran y me atacara.

Mientras el tigre comía, lentamente me escabullí hacia la puerta, tratando de abrirla.

—¡Tigre tonto, ve y cómete a esa zorra! –Exclamó Reegan–

—¡Si, devora su cuerpo antes de que papá llegue! –Intervino Ezra–.

Dios, me dolía demasiado escucharlos hablar así, ellos me odiaban tanto y yo no había hecho nada para merecerlo realmente.

—¡Debes comerla, entonces mamá podrá estar con papá! –Eos tomó otra carne de la cubeta y la lanzó, pero al hacerlo, perdió el equilibrio y cayó dentro de la jaula–.

—¡¡EOS!! –Gritaron sus hermanos al unísono– ¡¡REEGAN BUSCA LA LLAVE!!

Al verse en la misma situación, el niño entró en pánico; comenzó a llorar desconsoladamente mientras buscaba la forma de trepar el muro, lo cuál era imposible. Vi como el tigre había acabado de comer y fijó su atención en el pequeño, entonces supe que debía hacer algo.

—¡¡EOS, VEN AQUI, AHORA!! –Grité frenéticamente, él me observó con ojos llorosos y rápidamente corrió hacia mí; hundiéndose en mis brazos mientras lo protegía con mí cuerpo–.

—Tengo miedo, tengo miedo... –Confesó entre llantos, era tal su pánico que se orinó encima. Lo levanté en mis brazos, mientras continuaba tratando de abrir la puerta, pero ya era tarde porque el animal había comenzado a correr hacia nosotros, estaba segura de que íbamos a morir–.

Arrojé a el niño contra una esquina de la jaula, mientras usaba mí cuerpo como escudo, porque si el tigre me comía al menos él podría escapar. Cerré los ojos esperando el ataque, pero nunca llegó, los abrí y vi como Alexei y Xander le habían disparado dardos tranquilizantes al animal.

Al ver qué ya no estábamos en peligro, mis rodillas se debilitaron y caí al suelo, comenzando a llorar desconsoladamente. Alexei abrió la puerta y los niños corrieron dónde su hermano; Alexei ingresó y se acercó a nosotros, pero su atención fue al niño. Lo tomó en brazos y comenzó a consolarlo. Xander, por su parte, me ayudó a ponerme de pié ya que no podía dejar de llorar y temblar.

—¿Qué mierda ocurrió? –Dijo Alexei, con tono oscuro y peligroso, los niños guardaron silencio pues tenían mucho miedo de su padre–.

Miré a los niños mientras secaba mis lágrimas y luego observé a mí esposo.

—Quiero que se vayan –Solté de repente y él me observó desconcertado, mientras que los niños jadearon en shock–. Quiero que tus hijos se vayan con su madre, no los quiero aquí. Y si se quedan, entonces me iré yo –Sin más que decir, tomé a mis conejitos y salí de aquél horrible lugar, encerrandome en mí cuarto a llorar desconsoladamente por todo lo ocurrido–.

No pasó mucho tiempo cuando mí esposo ingresó al cuarto y se acercó a mí, abrazándome con fuerza.

—¿Qué fue lo que ocurrió exactamente?

Levanté la vista y lo observé, comencé a contarle todas las travesuras y palabras horribles que sus hijos me decían, había guardado silencio pero ya había tenido suficiente, literalmente casi muero, no sólo yo, sinó también Eos. Así que ya no los quiero en la casa.

Cuando acabé, su expresión era oscura y sombría, como si no pudiera creer que todo eso ocurría debajo de su techo. Sabía que era difícil para él, porque fuí yo quien insistió en tener una relación con los niños, pero ya no, ya no quiero eso.

—Sé que estoy poniéndote en una situación difícil porque ellos son tus hijos, y también sé que si eliges a alguien será a ellos, pero de verdad ya no los quiero aquí. Si no hubieras aparecido, tu hijo y yo habríamos muerto, y sí él no hubiera caído, Reegan no te hubiera buscado, por lo que sólo habría muerto yo. Alexei, lo siento por esto, pero si de verdad me amas, entonces haz que se vayan, no los quiero aquí.

Mí voz estaba cargada de agotamiento y suplica, él me observó detenidamente, se notaba que estaba batallando entre su deber como padre y su deber como esposo, finalmente soltó un largo suspiro y besó mí frente suavemente.

—Los enviaré con su madre.

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