¿Qué pasa cuando un personaje de novela antigua transmigra al mundo moderno? Esta es la divertida historia de una villana adaptándose al progreso. Es como invitar un neandertal a casa
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La otra Dalia
Dalia miraba la comida que su madre había preparado. Esto se veía estupendo, pero como no tenía idea de la forma de consumir aquello, se quedó allí esperando a ver a quién imitaba primero.
- Dalia, princesa ¿es que no te agrada la comida?- dijo Rosa.
- Nada de eso me encanta, pero como papá está hoy con nosotros, quisiera que él hiciera los honores.
- Ah, mi niña querida gracias por el detalle.-dijo emocionado Eduardo. Hacía bastante tiempo desde la última vez que compartió la mesa con ellas. Mientras servía los platos rememoró la desastrosa cena de cumpleaños que mandó preparar con esmero en el restaurante favorito de su hija. Habían pasado dos años de aquella funesta noche en la que Dalia había accedido a reunirse con él. Todo fue a través de mensajes de celular, claro. Ella todavía no le dirigía la palabra, pero esa noche tendría que hacerlo pensó. Cuando Dalia había llegado acompañada de Rosa, él sintió una felicidad infinita. Al fin veía a su niña en carne y hueso y no por las fotos que a veces Rosa le enviaba. Se adelantó a saludarla y ella lo esquivó hábilmente. Era como si el mínimo contacto con su persona le pegara una enfermedad contagiosa. Su corazón se encogió de pena.
No obstante, hasta ahí todo había ido bien. El desastre fue cuando Mario que se había quedado adentro del restaurante, supervisando los últimos detalles; apareció con la tarta cantando feliz cumpleaños. Dalia se puso pálida de la rabia y tomó asiento como el que quiere estar en cualquier lugar menos allí con ellos. La cena llegó hasta la mitad en un silencio lapidario. Mario quizás por no soportar la tensión cometió otro error garrafal al preguntarle a Rosa, si estaba saliendo con alguien. Dalia estampó con fuerza los cubiertos sobre la mesa y le espetó agresivamente.
- ¿Y a ti qué te importa cucaracha mantenida, lo que haga mi madre con su vida o acaso piensas quitarle otro marido?
Por un momento el restaurante quedó en suspenso y quizás todo hubiese quedado ahí si no hubiese sido porque Mario se había defendido.
- Eres una muchacha maleducada. Cuida a quien ofendes, que yo soy la verdadera víctima en todo esto.
Lo que pasó después fue tan rápido. Ni él ni Rosa tuvieron tiempo de detenerla. Dalia había cogido la tarta de cumpleaños y se la estalló en la cara a Mario. Había cogido a su madre del brazo y la sacaba de allí a pura fuerza. Las únicas palabras que le dirigió esa noche fueron como puñales.
- Ya estás satisfecho. Ha sido bastante humillante tener que soportar la presencia de esta alimaña rastrera, como para que le permitas criticarme. Eres despreciable tú y tu mariposa plumífera. Entiende de una vez que elegiste sacarnos de tu vida, pues sigue haciéndonos el favor y deja de fingir que te importamos.
- Niña malcriada mira cómo le hablas a tu padre.- había dicho Mario que batallaba con quitarse de encima los restos de la tarta.
- Tú te callas insecto de poca monta. A mí no me dirijas la palabra.
Su niñita del alma se había dado la vuelta y no volteó a ver, ni una sola vez. En el restaurante quedó él, Mario y el personal consternado. Mario, chorreando merengue y panetela quizás tratando de hacerlo feliz le había metido en la boca un trozo de la malograda tarta y riendo le había dicho.
- Esto sí que fue un cumpleaños divertido. Me invitas para la próxima. - y se rió. El pobre ahí aguantando con buena cara. Había sido insultado y maltratado. Estaba cubierto de dulce y todavía bromeaba como si no hubiera pasado nada. Mario era un tipo estupendo. No cabía dudas y por eso lo apreciaba.
Volvió al presente. Aquí estaba dos años después de aquel incidente. Su niña casi había muerto sin hablarle, pero Dios era misericordioso y les había dado esta nueva oportunidad. No estaba seguro si quería que ella recordara del todo. Es que la miraba y así la veía feliz y vibrante como siempre fue. Antes claro, de que su mirada se apagara por la decepción que con su inconsciencia les había causado.
- ¿Papito cuánto tiempo vas a quedarte?
- Verás antes que pasara tu accidente ya estaba tomando las medidas para trasladarme al país. Ya lo había discutido con Mario. Él no estaba de acuerdo, pero fue tu accidente y yo aceleré las cosas y aquí estoy listo para establecerme nuevamente.
- ¿Ya tienes visto dónde vas a vivir?- preguntó Rosa.
- La verdad es que no. De momento me voy a quedar en un hotel, pero pienso mañana mismo contactar con algunas inmobiliarias.
- Bueno, a lo mejor no quieres, pero Dalia Rentó por todo un año un apartamento del segundo piso. En lo que la niña se recupera y se traslada puedes quedarte ahí.
- Por mí no hay problema, pero... Dalia puede quedarse Mario también.
Dalia que había permanecido callada al intercambio entre sus padres cogiendo nota de lo que decían ahora era interpelada. Lo pensó por unos segundos. A los amigos había que tenerlos cerca y a los enemigos más cerca aún. Era una oportunidad única para descubrir y desenmascarar a aquel canalla egocéntrico. Así que contestó.
- Sí la rata plebeya puede quedarse.
- Gracias mi princesa. Mañana mismo me instalo. Y hablando de instalar ya el móvil debe estar cargando voy a traerlo. - Eduardo se levantó de la mesa y recogió el cargado con el celular. Volvió a sentarse, no sin antes comprobar que estaba al cien.- Puede recordar la contraseña de tu antiguo móvil, para cuando recuperes tu línea bajar la información de la nube.
- ¿Contraseña, nube?- dijo Dalia más perdida que una vaca dentro de un cine.
- No te preocupes ya me has respondido. Tú no te preocupes mi equipo tiene excelentes profesionales informáticos y te dejarán el celular como si siempre hubiese sido tuyo, pero tendrás que esperar hasta después de mañana o pasado para poder usarlo. Mientras voy a tratar de conectarte por la Laptop de tu cuarto.
A Dalia le daba vueltas la cabeza. Bueno parece que hoy aprendería más cosas después de todo. Laptop, celulares y saber Dios qué cosa de una nube. De lo único que sí está convencida es que en este nuevo mundo no va a aburrirse. Para disimular se hacía la que estaba comiendo más postre. La cena fue muy tranquila y agradable. Sus padres habían venido con ella a su cuarto para dejarle lista la conexión y ella seguía la corriente. Una vez en el cuarto se dejó caer en la esquina de la cama. Desde allí observaba como su padre abría el cuadrado metálico que estaba sobre la mesa que ella revisó antes en busca del diario de la Dalia verdadera. Así, que esa era la laptop.
- Está baja de carga. ¿Dónde guardas la batería?
Por suerte no tuvo que responder a eso su mamá lo hizo.
- Está ahí mismo en la gaveta.- Su padre haló para sí mismo lo que ella creyó que era una tabla lateral de la mesa. Sorprendente así que era una gaveta secreta. Ya la revisaría minuciosamente después que ellos se fueran. Su papá conectó la batería a la laptop y el otro extremo lo tomó en sus manos buscando al parecer algo en las paredes que a ella se le escapaba.
- Ahí mismo tienes el toma detrás del portalápices.- dijo Rosa. Mientras Dalia tomaba nota. Así que esos huequitos de la pared le daban energía al celular, la televisión y ahora a la Laptop. Los huequitos se llamaban toma. Bueno no era tan complicado después de todo. Sin querer a Eduardo se le cayeron todos aquellos palitos de escribir y Rosa le dijo que no se preocupara que ella recogería los lápices y bolírafos del piso. Él apenado asintió. Así que los palillos eran lápices y bolígrafos. Siguió observando con atención redoblada. Su padre había abierto el cuadro de metal y ahora lucía como la tele, pero más pequeña. Ella se acercó como un resorte.
- Voy a cambiarte la contraseña para que no pases trabajo para entrar. Veamos el usuario seguirá siendo tu nombre y la contraseña...- se giró para ella que estaba a centímetros escasos de él, de puro entusiasmo- ¿Qué te gustaría ponerle como contraseña?
Dalia se quedó en blanco. Oyó a su mamá que estaba recogiendo el desastre del suelo decir:
- ¿Todavía guardas este viejo bolígrafo?
Ya lo tenía, eso era, si lo que hacía falta era una palabra, pues qué mejor que esa misma.
- Ponle bolígrafo.- se agachó viró para su madre y le dijo si es que me encanta.
La pantalla abrió y aparecieron un montón de cosas y de fondo una imagen que ya había visto en los libros de la caja. Allí más grande estaban ellos tres. Eran más jóvenes todos, pero definitivamente eran sus imágenes. Eduardo sonrió nostálgico y acarició involuntariamente la pantalla.
- ¿Todavía conservas esta fotografía?- Había preguntado. Así que las imágenes se llamaban fotografías.
- Si y tengo un montón más en una caja en el vestidor. ¿Quieres verlas?
- ¿Puedo? - Pensé que habrían quemado todos los álbumes.
- Pues parece que no pude hacer eso. Ahora los traigo.- para sus adentros mientras se encaminaba a cogerlos repetía: los libros donde están las fotografías se llaman álbumes.- Toma aquí están.
Los tres se habían sentado en la cama olvidando la laptop con los álbumes de fotografías. Dalia escuchaba y absorbía toda la información detrás de cada foto. Sus padres se perdieron en un mar de recuerdos que parecía pertenecerle solo a ellos y no se quejaba de ser excluida, al contrario esa noche estaba aprendiendo un montón de cosas sobre amigos, viajes y familia. Los álbumes habían resultado ser una mina de información inesperada.
de raros como su amiga que a pesar
de todo va por su meta de acostarse con Mario le gusta
los villanos será que ella se lo quede lo amarre?