Max es un hombre lobo de ojos azules que quita el aliento. Tiene un cuerpo musculoso y una estatura imponente. Es el futuro alfa de la manada "SilverClaw", pero no se siente digno de ese título. Su padre, un líder cruel y tirano, que lo humilló y maltrató desde pequeño. Todos lo ven como un hombre lobo débil, cobarde y sumiso. No tiene confianza en sí mismo, ni en su capacidad para gobernar, proteger o amar. Es el rey de la nada, y todos lo desprecian. Su lobo se llama Logan, es un lobo gris con reflejos azules. Él y Max nunca estuvieron de acuerdo con la forma en que su padre dirigió la manada. Ellos son protectores y fuertes, pero su padre les hizo daño a ellos, a su gente, llenándolos de inseguridades. Logan sueña con encontrar a su compañera, pero Max tiene miedo de que lo rechace, como lo hace su manada.
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Sin dudar (Max)
Llego a la sala de entrenamiento donde me esperan los lobos que Drew me recomendó. Al verme entrar, se colocan en formación y me saludan con respeto. Hay algo en sus miradas... ¿admiración? ¿inseguridad? ¿lástima? No lo sé. Me siento fuera de lugar, como si todavía estuviera probándome frente a ellos.
Pero no puedo dejarme arrastrar por eso. Soy el alfa. Lo soy. Tengo que actuar como tal, aunque por dentro la inseguridad me carcoma.
Respiro hondo y camino con la espalda recta. Mi voz tiene que sonar firme, mi presencia debe inspirar algo más que temor: debe transmitir confianza, liderazgo.
Los observo mientras se presentan. Todos bajan la mirada con respeto, menos uno. Me sostiene la mirada con desafío. Gruño, fuerte, sin vacilar. Él parpadea, sorprendido, y finalmente inclina la cabeza.
Una pequeña victoria, pero mía.
Droch se encarga de dividirlos en parejas y los hace pelear. Lo observo con cautela, como si cada uno de sus movimientos pudiera convertirse en una emboscada. Lo conozco demasiado bien. Evalúa con dureza, casi con desprecio.
Durante los combates, cuatro lobos destacan. No son los más brutales, pero sí los más hábiles. No desperdician movimientos, actúan con control, con estrategia. No necesitan destruir para demostrar fuerza. Me gusta eso.
Pero al terminar, Droch, como era de esperarse, lanza su veneno:
—Aquí tenemos dos guerreros de verdad y cuatro cobardes. ¡Tuvieron mil oportunidades para acabar con su enemigo! ¿Qué harán cuando enfrenten a los WhiteMoon? ¿Rogar por sus vidas? ¡Tienen que arrancarles la garganta!
No puedo quedarme callado. No hoy.
—Ustedes —digo señalando a los cuatro que destaco— vengan conmigo. Quiero ver cómo interactúan con el resto de la manada.
Veo a Droch fulminarme con la mirada. Sé que odia no tener la última palabra. Sé que me desprecia por buscar algo distinto. Pero no importa. Hoy no le doy el gusto de enfrentarlo con palabras. Hoy decido con acciones.
Mientras caminamos por el pueblo, les hago preguntas sencillas pero clave: qué opinan sobre la venganza, si tienen pareja, cómo ven el futuro de la manada. Me responden con honestidad, sin intentar adularme. Son leales, sí, pero también críticos. Eso es lo que necesito.
Tengo a mis tres finalistas.
Tomás, un veterano de casi setenta años, que apenas encontró a su pareja hace poco y está por ser padre por primera vez. La experiencia y la templanza se notan en su voz.
Dustin, joven, recién transformado hace tres años. Fuerte, ágil... y sobrino de Rick. No comparte nada con los métodos del pasado. Su determinación me recuerda demasiado a mi viejo amigo.
Johans, un soldado nato. Obediente, pero no ciego. Tiene ideas, las piensa antes de hablar, y eso es raro por aquí.
Necesito la opinión de Drew. Lo cito en el claro donde antes crecían las monlies.
—Hola, alfa Max —me saluda, relajado.
—Gracias por todo, Drew. Ya tengo a mis tres: Tomás, Dustin y Johans.
—¡Sabía que elegirías a esos tres! Dustin... da escalofríos lo mucho que se parece a Rick.
Asiento. Caminamos por el claro. Hay algo extraño en el aire. La calma que solía rodear este lugar ha desaparecido. Siento la piel erizarse.
—¿Lo sientes, verdad? —dice Drew.
—Sí. Este lugar solía ser un santuario... ahora me inquieta.
Drew se detiene. Me mira con una mezcla de preocupación y desconfianza.
—Mi hermano... cambió después de transformarse aquí por primera vez. Era un buen chico. Noble. Pero lo vi golpear a otro lobo por no dejarlo pasar primero. No era él.
—¿Aquí fue su primera transformación?
—Sí. Droch se lo recomendó.
Mi mente empieza a conectar piezas. Muchos de los lobos más agresivos... se transformaron aquí. Pero este lugar era puro. ¿Qué lo corrompió?
—Drew, ¿desde cuándo ya no crecen las monlies?
—Desde hace unos años. Justo después de que tu padre cambió.
—Entonces quizás... no fue este lugar el que lo cambió a él. Tal vez fue él quien corrompió este lugar.
—Tiene sentido. Quizá por eso los nuevos se contaminan.
—Necesitamos respuestas. Drew —digo con voz de mando, sin buscarla—, encuentra a una bruja blanca. Necesitamos que revise este claro.
—Entendido, alfa —responde sin dudar.
Estamos por regresar cuando sentimos dos presencias. Una es de nuestra manada. La otra… es distinta. Me tenso. Drew también.
Nos acercamos.
Y entonces la vemos.
Una niña, no mayor de ocho años, tirada en el suelo. Tiembla, asustada. Sobre ella, un lobo mayor la mantiene atrapada contra la tierra, gruñéndole.
—¿Qué crees que haces en nuestro territorio? —escupe el lobo.
—Lo-lo siento —lloriquea la niña—. Mi padre necesita la flor...
—¿Y crees que una alimaña como tú puede conseguir una monlie? Olvídalo. Y olvida también que vas a regresar a tu manada. Ahora eres mi juguete —dice, relamiéndose con mirada perversa.
Siento que todo el aire me abandona el pecho. Logan gruñe en mi mente, furioso. Mis ojos se tiñen de dorado.
Este lobo acaba de sellar su destino.
TENDRIA QUE TENER EL MISMO NOMBRE VOLÚMEN 2