Grettel es una mujer pobre, que se enamora de un hombre rico, al que conoció desde niños.
Ese amor desencadena una serie de maltratos, odio y situaciones en las que de pronto te obligan a decir, ¡ella o yo, tienes qué decidir!
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Los nuevos vecinos
El abogado de Adrián se movía por todas partes pero no pudo recaudar ninguna prueba para liberarlo ni para apelar.
Estoy seguro que ellos deben de tener todas las pruebas. Obvio son falsas, pero ellos me quieren incriminar a como dé lugar, se quieren quedar con todas mis cosas y mi dinero. Nunca me cansaré de decir que soy inocente.
Está bien, haré todo lo posible para que pueda salir libre. Debe de tener mucha paciencia.
Está bien, Clemente, yo tendré toda la paciencia del mundo, pero, por favor, trate de encontrar lo necesario para mi libertad.
Eso es justo lo que estoy haciendo. Bueno, me voy porque tengo otros clientes esperando.
Adrián estaba muy intranquilo, sabía que tenía una hija y no podía cuidarla. Pero tampoco sabía quién era ni dónde podría estar. Solo sabía que doña Martha era muy amiga de su esposa, pero no estaba seguro de que ella supiera dónde estaba su hija.
"Dios mío, tú sabes que yo no he abandonado a mi hija, por favor, ayúdame a salir de este lugar".
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En otra parte de la ciudad, una pareja discutía...
Pero Guillermo, ¿cómo es posible que hayas perdido todas las acciones de la empresa?
Lo siento, Ana Luisa. Hice un negocio que me salió mal, de verdad que lo siento mucho.
¿Eso quiere decir que hemos quedado en la ruina, Guillermo?
Eso quiere decir que tendremos que dejar esta casa y buscar un lugar más accesible, ya no tenemos dinero.
¿Ves lo que pasa?, ¿se te olvida que tenemos un hijo?, el niño necesita muchas cosas y a ti te vale...
No es que me valga, pero ya no hay nada que hacer. Así que inmediatamente busquemos un lugar donde podamos vivir.
Ana Luisa le dio la última mirada y se alejó a su cuarto a preparar las maletas.
Al decir "la última mirada", era precisamente eso, "la última mirada"
Guillermo tuvo un infarto fulminante que le quitó la vida.
Como era de esperarse los acreedores llegaron y obligaron a Ana Luisa y a su hijo a salir de ahí, sin nada más que su ropa y sus objetos personales, la casa quedaría incautada con todo y muebles.
Por favor, solo deme unos días en lo que entierro a mi esposo, dijo Ana Luisa con lágrimas en los ojos.
Una semana solamente, ni un día más, le dijeron los hombres mal encarados.
Con muchos sacrificios Ana Luisa logró recaudar algo de dinero y pudo enterrar a su esposo.
En cuanto terminó todo, Ana Luisa preparó sus maletas y las del niño y salió de ahí sin mirar atrás.
Empezaría una nueva vida, tratando de que a su hijo no le faltara absolutamente nada.
Fue a parar a la vecindad donde vivía Grettel, afortunadamente, había un cuarto desocupado porque el inquilino que vivía ahí se fue a vivir con su hija, porque él estaba muy enfermo y necesitaba que alguien lo cuidara.
La portera le enseñó el cuarto a Ana Luisa. Chéquelo usted, es muy espacioso y aquí podrá vivir tranquila. Eso sí, no se aceptan mascotas.
Sí, me gusta. Creo que sí lo tomaré. Y no se preocupe, no me gustan las mascotas.
Entonces, ¿lo toma?, le dijo la portera, que se veía un poco cansada.
Sí, señora. Aquí está mi paga y un mes de anticipo como usted me lo pidió.
La portera checó el sobre con el dinero y lo contó. Ok, todo está en orden, aquí está su llave.
Bienvenida a su nueva casa.
Grettel vio a la señora que se estaba mudando, y se acomidió a ayudarla.
Hola, me llamo Grettel, ¿puedo ayudarla en algo?
Gracias, Grettel, pero ya terminé de acomodarme, ¿gustas pasar a tomar una tacita de café con unas galletas?
Sí, me encantaría...
Pues pásale, disculpa que no tenga tantas cosas el cuarto, pero apenas me estoy cambiando, no he comprado muebles.
No se preocupe señora, aquí nadie somos ricos, pero sea bienvenida a este lugar.
Gracias. Mira, te voy a presentar a mi hijo Ulises.
Mira, hijo, ella es Grettel, es una vecina que acabo de conocer justamente hoy.
Ulises vio a Grettel y al instante quedó enamorado de ella.
Eres muy hermosa, Grettel.
Gracias, Ulises, espero que seamos buenos amigos.
Desde hoy considérame tu más ferviente admirador.
La sonrisa que le dio Grettel, fue la más hermosa que le pudo haber otorgado.
Ana Luisa les sirvió café y galletas a los dos niños. Como no tenían sillas estaban sentados en el suelo, una mesita baja hacía el papel de comedor.
Por fortuna, Ana Luisa tenía su cuenta personal, y de ahí fue sacando para amueblar su cuarto poco a poco.
Aunque la calidad de vida ya no sería la misma, por lo menos tendría techo y comida.
Cuando Grettel entró a su cuarto, doña Martha la recibió con mucho coraje.
¿Acaso te crees la Reina Isabel? ¿Por qué entras y sales cada que te da tu gana? Esto no es un hotel, niña.
Discúlpeme, doña Martha, es que estaba recibiendo a la nueva vecina.
La nueva vecina. ¿Acaso tú eres la portera, o la presidenta, o qué?
Ay, doña Martha, claro que no, simplemente, quería darles la bienvenida, es todo.
Me imagino que ya debes de haber comido, ¿verdad?, porque aquí no hay nada.
¿Y cuándo hay algo en esta casa?, ¿acaso me quiere matar de hambre, señora?
Pues aquí la comida ya se sirvió, y si llegaste tarde... o noche, no es culpa mía.
Con permiso, doña Martha, voy a mi cuarto.
El cuarto de Grettel era muy chiquito, pero para ella, que nunca tenía nada, era suficiente. Era el único lugar donde ella podía ser ella misma.
Pero aún con todo eso ella era feliz porque tenía a Axel y también un nuevo amigo que se llamaba Ulises.
Además de Romina, que era un poco mayor que ellos, pero también era su amiga.
"Mamá, ¿dónde estás, por qué nunca te he visto? ¿Y dónde está mi padre, quién es? Daría lo que fuera por saber quién es mi padre"...
Grettel muchas veces le preguntó a Martha quién era su padre y su madre, pero ella le contestaba con evasivas, no le quería decir la verdad.
Lo único que le decía siempre era: "Los hombres son malos, ellos enamoran a las mujeres y luego las mandan a la goma, sin pensar siquiera todo lo que las hacen sufrir"...