Caminos Cruzados

Sofia: Estamos haciendo un postre, el ambiente es alegre, las chicas son divertidas. Al principio estaban serias conmigo, pero ya hemos hablado; se tranquilizaron cuando le expliqué que este empleo era temporal, y si a veces quería cocinar no era por quitarle empleo a ninguna.

La señora Emma quería un postre; decidí preparar torta de tres leches. Comenzamos la receta, entre risas.

Me dirijo a la alacena, que está al lado de la cocina, a buscar la canela para terminar el postre, y escucho la voz de hombre; esa voz me paralizó.

Decido salir; cuando lo veo es imponente; sus ojos azules, lo alto, todo es hermoso, pero rápidamente cambió mi expresión; la señora Emma me presenta. Solo asentí con la cabeza y dije mucho gusto. Sentí su mirada penetrante. Tuve miedo; traté de mantener la calma.

Cálmate, solo es el hijo de la señora Emma; es atractivo, pero tiene que controlar estos nervios. Él no es hombre para una joven como yo, pero mi corazón salta sin importar razones; me repito que no estoy aquí para esto.

El amor o los sentimientos, es algo que tengo que aplazar lo más que pueda.

Estoy joven, con muchas metas, que cumplir. Pero estoy pensando, como si existiera una posibilidad con el joven Fernando, él nunca se fijaría en una persona como yo. No es que me sienta menos, pero existen diferencias entre las personas y el enamoramiento inicial no marca un amor verdadero". Si se fijara un hombre así de una joven como yo, es para diversión. No estoy dispuesta a una posibilidad así. Muchas personas deciden vivir el momento y lo disfrutan mientras dure. Es cuestión de elección, como todo en la vida.

Yo admiro su belleza de lejos y listo. La señora Emma sale con su hijo de la cocina.

Luego de un rato regresa ella, y me indica que su hijo me espera en el despacho. No pregunto nada, solo me dirijo hacia allá y toco la puerta.

Me dice adelante.

Esa voz me exalta; pienso que esto va a hacer difícil si solo su voz me hace reaccionar así.

Trato de cuidar mi expresión, paso y me siento. Que será lo que quiere hablarme.

Su rostro estaba serio y sin más me dice que está preocupado que su madre está contenta.

Sin poder guardar silencio, le pregunto: ¿Está preocupado que su madre esté feliz?

Y él me respondió, diciendo palabras más palabras menos, que soy una extraña y astuta y puedo manipular a su madre.

No me importó perder mi empleo, pero no le voy a permitir que hable o insinúe esas cosas.

Le dejé bien claro que ni me interesa manipular a nadie, que me voy pronto, y que trate de no dirigirme la palabra. Pues no soy responsable de la soledad de su madre. Ya ni recuerdo las palabras exactas que use, pero lo que sí recuerdo es su cara de asombrado; nunca se imaginó mi respuesta.

Salí de allí con una mezcla de sentimientos, aunque estaba furiosa, mi corazón no dejaba de latir a mil por hora.

¿Llegué a la cocina la señora Emma, se me acercó que pasó estás pálida?

Hablaré con mi hijo, no, no se preocupe, con todo respeto vamos a olvidar el tema, no fue nada.

Eso espero. Mi hijo a veces es cabeza dura, pero solo quiere cuidarme.