Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta, decidida, libre para expresarse.
Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Encuentro inesperado
Al día siguiente, Isabella llegó temprano a la empresa, ansiosa por su primer día como asistente de don Rafael
-Buenos días, don Rafael- saludó Isabella al entrar en su oficina.
-Buenos días, Isabella. Espero que estés lista para un día lleno de actividades- respondió don Rafael con una sonrisa cálida- Aquí tienes la agenda para hoy. Necesito que organices estas reuniones y prepares algunos informes.
-Entendido, don Rafael. Me pondré manos a la obra de inmediato- dijo ella, tomando la agenda y los documentos.
La mañana transcurrió en un torbellino de actividad. Isabella se mantuvo ocupada organizando la agenda de don Rafael, coordinando reuniones y asegurándose de que todo estuviera en orden. Agradecía que su jefe fuera tan amable y paciente, lo cual hacía su trabajo mucho más llevadero.
-Isabella, ¿puedes venir un momento?- llamó don Rafael desde su despacho.
Ella se apresuró a entrar.
-¿Sí, don Rafael?
-Solo quería agradecerte por tu eficiencia esta mañana. Todo está saliendo perfecto. Eres una gran ayuda- le dijo, con una sonrisa.
-Gracias, don Rafael. Haré todo lo posible para seguir así- respondió Isabella, sintiéndose valorada y motivada.
A medida que avanzaba el día, la muchacha seguía inmersa en sus tareas, sin cruzarse ni una sola vez con Alejandro. La ausencia de su presencia severa y crítica era un alivio, permitiéndole concentrarse completamente en su trabajo.
Finalmente, llegó la hora de salida. Isabella miró su reloj y se dio cuenta de que tenía el tiempo justo para recoger a Ian del colegio. Con el móvil en la mano, verificó la hora una vez más mientras se dirigía al ascensor.
Entró en el ascensor y marcó el botón del estacionamiento. La puerta se cerró y ella aprovechó el breve momento para revisar los mensajes en su móvil. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, salió apresuradamente, sin levantar la vista.
De frente y también distraído venía Alejandro, quien estaba revisando unos documentos importantes. Sus cuerpos chocaron bruscamente, y por instinto, él tomó del antebrazo a Isabella para evitar que cayera.
-Lo siento- dijo Alejandro, disculpándose mientras levantaba la mirada. Su expresión cambió al reconocerla- ¿Qué haces tú aquí?
Isabella, aún sorprendida por el choque, trató de recomponerse rápidamente.
-Perdón, señor...Martínez. No estaba mirando por donde iba- dijo ella sorprendida al verlo.
Alejandro la soltó, pero su mirada permaneció fija en ella, con una mezcla de sorpresa y desconfianza. -¡Creí haberte despedido!- dijo, sin ocultar su sorpresa.
Isabella se enderezó, ajustando su bolso en el hombro.
-Don Rafael me ha asignado como su asistente. Trabajo para él ahora- respondió ella sin inmutarse
Alejandro frunció el ceño.
-¿Mi padre te asignó a ti como su asistente?
-Sí- confirmó Isabella, tratando de mantener la calma- Estoy segura de que don Rafael le habrá informado.
Alejandro se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación. Finalmente, asintió con una expresión seria.
-Muy bien. Solo asegúrate de no causar problemas.
-Claro, señor Martínez- respondió Isabella, sintiendo la tensión en el aire.
Sin más que decir, Alejandro continuó su camino hacia el ascensor, mientras Isabella se dirigía rápidamente hacia su coche, su corazón latiendo con fuerza por el encuentro inesperado.
A lo lejos, Alejandro la observó mientras se alejaba.
Isabella, por su parte, caminó hasta su automóvil y, para su desagrado, se encontró con que una de las llantas estaba rota. Se lamentó mucho por no tener una llanta de repuesto, y la ansiedad empezó a crecer. Tenía que ir a recoger a Ian al colegio y no podía permitirse llegar tarde. Pensó en llamar a un taxi y se dirigió hacia la salida del estacionamiento para esperar uno.
Mientras esperaba, uno de sus compañeros de trabajo, un hombre joven y bastante guapo, se detuvo al verla. Era Carlos, un analista financiero en la empresa, conocido por su amabilidad y sonrisa deslumbrante.
-Hola. ¿Tienes problemas con tu coche? -preguntó Carlos, observando su expresión preocupada.
-Sí, una de las llantas está rota y no tengo una de repuesto- respondió Isabella, suspirando- Estoy esperando un taxi, pero no ha aparecido ninguno y tengo que recoger a mi hermano pequeño del colegio.
Carlos asintió comprensivamente y miró su reloj.
-Puedo llevarte, si no te importa. Mi auto está justo aquí- dijo, señalando un sedán negro impecable.
-Oh, no quiero causarte molestias...- dijo Isabella, dudando un momento.
-No es ninguna molestia. Además, no puedes quedarte aquí esperando eternamente. El tráfico a esta hora es un desastre- insistió Carlos, sonriendo.
Viendo que el tiempo pasaba y no aparecía ningún taxi, Isabella decidió aceptar la oferta. No podía llegar tarde para recoger a Ian.
-Está bien, gracias, Carlos. Te lo agradezco muchísimo- dijo, subiendo al automóvil.
Carlos sonrió mientras arrancaba el coche y se dirigía hacia el colegio de Ian. Durante el trayecto, conversaron de temas triviales, y Isabella se sintió agradecida por la amabilidad del hombre, ignorando por completo que a pocos metros de allí, Alejandro observaba la escena desde su propio coche.
Alejandro, quién había regresado por haberse olvidado unos papeles dentro del coche, alcanzó a ver a Isabella subiendo al auto de Carlos, no pudo evitar que sus prejuicios se acrecentaran. La percepción de que Isabella era una joven demasiado liberal se asentaba aún más en su mente.
Mientras tanto, en el auto de Carlos, la conversación continuaba de manera amena.
-¿Cómo te ha ido en tu primer día?- preguntó Carlos, mirando brevemente a Isabella antes de volver a centrarse en el tráfico.
-Ha sido tranquilo, por suerte. Aunque ha habido algunos momentos tensos al principio- respondió Isabella, recordando el encuentro con Alejandro.
-Es normal. Pero don Rafael es un excelente jefe- comentó Carlos, con una risa ligera.
-Lo he notado- dijo Isabella, sonriendo- Gracias nuevamente por llevarme. De verdad no sabía qué hacer.
-No hay problema, Isabella. Siempre es bueno ayudar a los compañeros de trabajo. Y, si necesitas algo más en el futuro, no dudes en decírmelo- dijo Carlos, mientras se acercaban al colegio.
Finalmente, llegaron al colegio de Ian. Isabella se bajó rápidamente y fue a buscar a su hermano, que la esperaba ansioso.
-¡Isabella!- gritó Ian, corriendo hacia ella y abrazándola con fuerza.
-Hola, pequeñín. ¿Cómo te fue hoy?- preguntó Isabella, acariciándole el cabello.
-Bien. Hicimos muchas cosas divertidas en clase- respondió Ian, con una sonrisa radiante.
-Me alegra escuchar eso. Vamos, tenemos que agradecerle a Carlos por traerme- dijo Isabella, tomando la mano de Ian y dirigiéndose hacia el auto.
-Gracias, señor Carlos por traer a Ida hasta aquí- dijo Ian, con una educación que hizo sonreír a ambos adultos.
-De nada, campeón. Isabella, si quieres, puedo llevarte a casa. No es un problema- ofreció Carlos nuevamente.
-No, no. Ya has hecho mucho por nosotros. Vamos a tomar un taxi desde aquí. De verdad, gracias por todo- insistió Isabella.
Carlos asintió, aunque con una leve preocupación.
-Está bien. Cuídense mucho. ¡Ah, Isabella! si necesitas algo, no dudes en llamarme- dijo, entregándole una tarjeta con su número de teléfono.
-Lo haré. Gracias de nuevo, Carlos- dijo Isabella, tomando la tarjeta y sonriendo.
Carlos se despidió y se fue, dejando a Isabella e Ian esperando por un taxi en una esquina transitada. Finalmente, consiguieron uno y se dirigieron a casa.
Mientras tanto, Alejandro había llegado a su casa. Su mente seguía dándole vueltas al encuentro en el estacionamiento. Decidió llamar a su padre nuevamente.
-Hola, Papá ¿como estás?- dijo Alejandro, en cuanto don Rafael contestó.
-Bien, hijo ¿y tú?- respondió el hombre imaginando el motivo de la llamada de su hijo.
-Bien, papá. Te llamaba porque necesito hablar contigo- respondió.
-¿De verdad? ¡Oh, pero va a tener que ser en otro momento hijo! - exclamó en tono despreocupado- Ahora estoy muy ocupado.
-¡Pero, papá! Es urgente- replicó Alejandro.
-Pues, lo siento pero tendrás que esperar a mañana- le dijo su padre y de inmediato terminó la llamada dejando a Alejandro sumido en sus ganas de reclamarle por la presencia de Isabella en la empresa.