El maltrato que sufrió Alessandro en toda su niñez se verán opacada cuando un chico de otra ciudad, lo empieza a tratar de una manera distinta.
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Capítulo 14: Subir la montaña
Sentir el roce de la piel de Alessandro era tan confortable; toda la cama estaba fría, pero su cuerpo estaba caliente. Estar abrazado a él y, cuando se movía, no podía evitar excitarme por el simple hecho de eso. Me sentía mal ya que él estaba durmiendo; me moví un poco y salí de ahí. Fui al baño tratando de tranquilizarme.
—¿Está mal que mi cuerpo reaccione así ante él? —me pregunté. Cuando más pensaba, más se complicaba la cosa. Se escuchó un golpe en la puerta y la voz que sonó era la de Alessandro.
—Lucas, ¿estás bien? —me preguntó.
—Sí, andá a dormir, ya voy —le respondí. No quería que me viera así, no todavía.
—Si te sientes mal, avisáme —dijo Alessandro.
—Sí, gracias —me lavé la cara y respiré hondo, acomodé mejor mi pantalón y salí otra vez a acostarme. Alessandro ya estaba durmiendo; no quería hacerlo sentir incómodo y me acosté en la cama vacía. Me desperté en la mañana y, otra vez, estaba como un tronco. Quería ser tragado por la tierra. Esperé un rato y me levanté, me duché y salí. Desayunamos y fuimos al parque; recorrimos un poco el bosque. Alessandro vio un peluche de un pajarito.
—¿Te gusta? —le pregunté.
—Sí, está muy lindo —me respondió. Miré al vendedor y le hice una señal de que me llevaba ese.
—Quiero este —le dije al vendedor; él sonrió y le entregó el peluche en una bolsa. Le pagué y seguimos recorriendo todo. La tarde fue muy linda; aunque era ilegal hacer fogatas, Arturo la hizo igual. Alessandro se sentó junto a mí, ya hacía frío y él había traído solo una remera; me saqué mi suéter y se lo di.
—Te queda mucho mejor a vos que a mí —le dije; él sonrió.
—Ahora es tuyo —le regalé el suéter—. Usálo siempre que tengas frío —le limpié un poco, ya que tenía un pedacito de hoja.
—Muchas gracias, Lucas —agradeció y puso su cabeza en mi hombro. Me tensé, pero me relajé cuando me tomó de la mano.
—Alessandro, hay algo que quiero decirte —hice una pausa y lo miré, pero justo en ese momento apareció Sol.
—Alessandro, ¿querés malvavisco? —dijo ella, y Alessandro agarró uno. Apreté un poco mi mano, pero me sorprendió cuando Alessandro chocó sus labios con el dulce; abrí mi boca y después lo mastiqué.
—Lucas, gracias —me dijo Alessandro.
—¿Por qué? —Le pregunté sin entender su agradecimiento.
—No hay necesidad de hacer algo para ser agradecido, además hiciste mucho por mí, hasta me compraste un peluche hoy —pausó su habla—. Y también me diste tu suéter, gracias —Terminó de decir, agarró mi muñeca y puso una pulsera de hilos con un oso en el, él tenía también una, sin embargo, su oso era más chiquito.
—¡Usála siempre! —Me ordenó.
—Algún día te regalaré un anillo —le dije, mientras miraba sus ojos. Después de eso, Arturo apagó la fogata y fuimos a casa, ya estaba la cena cuando llegamos, nos limpiamos las manos antes de cenar, cenamos con normalidad mientras mi papá hablaba con mi tío José, Sol miraba a Alessandro y eso me daba un poco de celos, Alessandro hablaba con mi hermanita mientras comían. Fuimos a la habitación, Alessandro había ido al baño, así que yo lo esperaba, como tardaba tanto, fui al pasillo a ver si llegaba y lo vi hablando con Sol. Entré otra vez a la habitación y me acosté en la cama debajo de donde duerme Arturo. Me tapé, no quería verlo, lo que más me molestó es que no tenía remera y ella podía ver su cuerpo así sin más.
Al momento se abrió la puerta, era Alessandro. Se acostó en la cama grande y se durmió. Estaba tan enojado que no me acosté con él.
Un poco más tarde.
—¿No vas a dormir conmigo hoy? —preguntó Alessandro.
—No, tengo gripe y no quiero que te enfermes por mi culpa —mentí.
—Pero yo quiero que duermas conmigo —dijo Alessandro y me señalaba un espacio en la cama.
—No, no quiero —respondí y me di vuelta.
—Está bien, pero si querés dormir conmigo, tenés que acostarte nomás —lanzó Alessandro y se tapó con las mantas.
No respondí y me dormí mirando hacia la pared.