La primera regla de la amistad era clara: no tocar al hermano. Y mucho menos si ese hermano era Ethan, el heredero silencioso, la figura sombría que se movía como una sombra en la mansión de mi mejor amiga, Clara.
Yo estaba allí como refugio, huyendo de mi propia vida, buscando en Clara la certeza que había perdido. Pero cada visita a su casa me acercaba más a él.
Ethan no hablaba, pero su presencia era un lenguaje. Podías sentir la frustración acumulada bajo su piel, el resentimiento hacia el mundo que su familia le obligaba a soportar. Y, de alguna forma, ese silencio me llamó.
Sucedió una noche, con Clara durmiendo en el piso de arriba. Me encontró en el pasillo. Su mirada, siempre distante, se clavó en la mía, y supe que la línea entre la lealtad y el deseo se había borrado. Me tomó la cara con brusquedad. Fue un beso robado, cargado de una rabia helada y una necesidad desesperada.
No fue un acto de amor. Fue un acto de traición.
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Capitulo XXIV Nueva alianza
El anuncio del embarazo transformó la mansión. El señor Hawthorne, por primera vez, dejó de hablar de la junta directiva para hablar de cunas y nombres. La nueva "verdadera" boda se convirtió en una celebración doble, y la vida se instaló en un ritmo de aparente felicidad.
La verdadera luna de miel, sin embargo, nos había dejado con una verdad más grande que cualquier complot corporativo. Ethan estaba eufórico. Su deseo de ser padre no era una obligación, sino una profunda necesidad de corregir su pasado.
Una tarde, mientras estábamos en la biblioteca —que ahora se había convertido en una guardería improvisada llena de libros sobre paternidad—, mi teléfono sonó. Era un número desconocido. Lo ignoré.
Al día siguiente, mientras salíamos de la mansión para un almuerzo de negocios, una mujer estaba esperando junto a nuestro coche. Llevaba un traje impecable, gafas de sol de diseñador y un aire de arrogancia familiar. No la conocía, pero la tensión en el rostro de Ethan me dijo todo lo que necesitaba saber.
Ethan se detuvo en seco, su agarre en mi brazo se hizo dolorosamente firme.
—¿Amelia? —dijo, su voz plana, desprovista de emoción.
La mujer, Amelia, se quitó las gafas de sol. Sus ojos eran fríos y calculadores.
—Hola, Ethan. O debería decir, Sr. Hawthorne. Parece que finalmente has aceptado tu destino. Y te has casado con... bueno, con quienquiera que sea ella.
Me mantuve en silencio, esperando que Ethan tomara la iniciativa. La palabra quienquiera que sea ella me había encendido.
—Amelia, ¿qué haces aquí? —preguntó Ethan, sin soltarme.
—Me enteré de tu "boda sorpresa" y de tu repentino ascenso a CEO. Parece que finalmente has madurado. Y pensé que era el momento perfecto para visitarte. Después de todo, antes de que te convirtieras en el heredero, yo era la única persona que realmente conocía tu lado silencioso.
Ethan dio un paso adelante, colocándose ligeramente delante de mí.
—No tienes nada que hacer aquí. Vete.
—Vaya, qué bienvenida. Después de todos los años que pasamos juntos planeando tu ascenso, ¿así me recibes?
—Nunca planeamos mi ascenso, Amelia. Y lo que tuvimos terminó hace mucho tiempo.
—Terminó porque te asustaste de tomar el control. Yo te convencí de que tenías lo necesario para derrocar a tu padre. Y mira, me fui, y tú te casaste con esta... cómplice —dijo, usando la palabra con desprecio.
La acusación me golpeó. Ella sabía de la conspiración, o al menos de la esencia de nuestra alianza.
—Ella es mi esposa, Amelia. Y estamos esperando un hijo.
El anuncio del embarazo pareció ser el golpe que Amelia no esperaba. Su sonrisa se desvaneció por un instante, reemplazada por una rabia helada.
—¿Un bebé? Qué tierno. ¿Y tu padre lo aprueba? Apuesto a que quiere un heredero. Bien por ti, Ethan. Pero déjame decirte algo, querida esposa. Yo sé más sobre el pasado turbulento de Ethan que tú. Cosas que podrían hacer que su nuevo puesto de CEO sea muy, muy inestable.
Ethan se interpuso por completo, enfrentándola. —Si intentas algo, Amelia, te juro que no solo caerá tu reputación. Yo te conozco mejor de lo que crees. Y sé dónde guardas tus secretos.
—Tú sabes dónde guardo los tuyos, Ethan. Y este matrimonio es una farsa conveniente para cubrir tu falta de agallas. ¿Crees que tu amiguita sabe por qué realmente rompimos?
Ethan no respondió. Me tomó de la mano y me obligó a entrar al coche. El chófer, con su habitual discreción, arrancó. Miré por la ventana. Amelia se quedó allí, sonriendo, con la promesa de una nueva tormenta en sus ojos.
—¿Quién es ella, Ethan? —pregunté, mi voz sorprendentemente tranquila, a pesar de la sacudida interna.
Ethan suspiró, la victoria sobre Alexander pareciendo un recuerdo lejano.
—Amelia fue mi prometida hace años. Éramos jóvenes y ambos estábamos desesperados por complacer a nuestras familias. Ella venía de un linaje de banqueros. Ella fue la que me convenció de que la única forma de sobrevivir en esta familia era tomar el control. Ella era... muy ambiciosa.
—¿Y ella sabía de la conspiración? ¿O de algo más?
—Ella conocía mis planes iniciales de dejar la empresa. Ella fue mi primera cómplice, Liv. Pero ella quería poder, no amor. Rompimos cuando me di cuenta de que ella estaba dispuesta a arriesgar a mi familia por mi ascenso.
—Y ¿qué secretos tiene que puedan dañar tu puesto de CEO?
Ethan dudó. Me miró, y vi el regreso del miedo.
—Hay un inversor de hace años. Un trato que hice a espaldas de mi padre. Un trato que podría ser visto como manipulación de acciones. Ella me ayudó a encubrirlo. Si esa información sale, no solo pierdo la empresa. Podría enfrentar cargos legales.
Mi corazón se hundió. Habíamos construido nuestra verdad sobre las ruinas de las mentiras de Alexander, pero el pasado de Ethan estaba a punto de convertirse en nuestro nuevo enemigo.
—Entonces, no vamos a huir. Vamos a enfrentarla —dije, sintiendo la vieja chispa de la cómplice encenderse.
—¿Qué tienes en mente, Sra. Hawthorne?
—Una alianza de nuevo. Pero esta vez, no solo conmigo. Vamos a necesitar la ayuda de un banquero ambicioso que odie a Amelia, un padre que ama a su empresa más que a su orgullo, y una hermana que ama la justicia.
Ethan sonrió, la tensión dejando paso a la estrategia. —La cómplice ha vuelto.
—Siempre —respondí. Teníamos un matrimonio, un bebé en camino, y ahora, una nueva batalla para asegurar el futuro.
