Esta es una historia de amor que, bajo la óptica de la doctrina espírita, trata sobre la reencarnación y el destino. Narra la vida de Gael y Cristina, dos almas que se reencuentran en esta existencia y cuyos sentimientos serán puestos a prueba. Deberán superar varias adversidades para estar juntos, una de ellas es aceptar como su hijo la reencarnación de Mauro, alguien que causó mucho daño a la pareja y persiguió a Cristina, incluso después de su muerte
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Capítulo 15
Y así, en el plano espiritual, se manifiesta una verdadera conmoción. El Dr. Carlos, que formaba parte del equipo de rescate que había logrado rescatar a Mauro del enlace obsesivo que mantenía con su madre, deja a Mauro al cuidado de Nélio y Cátia, monitoreándolo mientras estaba dormido. Carlos parte en busca de una autorización de emergencia para que Mauro pueda reencarnar rápidamente y ser enviado a la Tierra, como medida preventiva para que no pueda causar ningún mal en su plan de venganza y para que pueda reparar sus errores, continuar su aprendizaje y someterse a pruebas que lo hagan evolucionar, ya que en su última encarnación no hizo ningún progreso, permaneció estancado en su cuadro evolutivo.
Nélio comenta con Cátia...
— Tantas veces intenté alertarlo, intuir a Mauro para que tomara un nuevo rumbo en su vida. Tuvo tantas facilidades, tantos recursos... Cuando iba a reencarnar, optamos por que naciera en una familia rica y fuera amado por sus padres, pensando que así desarrollaría el afecto y el amor, en lugar de un sentimiento de revuelta en medio de las dificultades de la vida. Gran error... Como su mentor espiritual... Me entristece esto... — Dice Nélio.
— No te culpes, Nélio. En el papel de mentor, tú solo puedes intuir, mostrar el camino a través de intuiciones y señales, pero son los encarnados quienes, a través de su libre albedrío, toman sus decisiones. Sé cómo te sientes, especialmente por ser él tu primer trabajo como mentor... Yo ya tengo cierta experiencia en esto, sufro como tú estás sufriendo ahora, conozco el sentimiento de impotencia que sientes, pero Mauro, que hoy se entrega al mal, contaminándose con las tinieblas... Un día será un ser de luz, a través de los innumerables pasajes por el plano físico que lo ayudarán a evolucionar y a crecer... Y tú verás cómo sucede. No te preocupes... Solo confía en la bondad divina.
En el mundo material, Cristina termina su jornada, había sido necesario hacer horas extra... Sale angustiada junto a su amiga Cintia, pues a esa hora sería difícil conseguir autobús, y más aún hacia la dirección de la casa de Gael, donde se estaba hospedando...
— ¡Ay, Cintia! ¿Qué hago ahora? ¿Cómo voy a conseguir un coche para la casa de Gael? Lo peor es que no tengo dinero para pagar un taxi...
— No te preocupes por eso, Cris. Pedro está afuera, vino a buscarme, te daremos un aventón, amiga mía, no te preocupes... — Dice Cintia.
— No, no quiero molestar... Además, me dará vergüenza con tu marido... Hacerle desviar la ruta de ustedes...
— ¡Qué tontería, Cris... Qué tontería! — Dice Cintia.
Salen de la oficina y toman el ascensor, fichan para registrar la salida... Al salir, Cristina se encuentra de golpe con Gael, de pie, fuera del coche, esperándola...
— ¿Gael? — Dice Cristina sorprendida.
— ¡Buenas noches! Cristina, vi que se había demorado, me preocupó que no consiguiera transporte a estas horas y vine a buscarla... ¿Vamos yendo?
— ¡Vaya! Gracias... No tengo palabras... ¡Usted siempre en el momento justo y a la hora justa! Pero permítame presentarle, ella es Cintia, mi amiga... Cintia, él es el Dr. Gael... El hombre del que te hablé que me ha estado ayudando... De hecho, que ha sido mi ángel de la guarda...
— Mucho gusto, Dr...
— ¡Qué Dr., Cintia! Ni siquiera estamos en el consultorio... Solo Gael...
(Ruido de claxon) Pedro, el marido de Cintia, le toca el claxon.
— Bueno, Cris, yo me voy, entonces. Veo que estás en buenas manos... Buenas noches, Dr... Cuídate, amiga... — Dice Cintia, corriendo hacia el coche de su marido.
Cristina y Gael se miran, sonríen y él le abre la puerta del coche para que entre...
— ¡Por favor, señorita! — Dice él.
— ¡Qué gentil, Dr...!
Ambos sonríen y Gael entra en el coche, y luego se van...
— Cristina, debe tener hambre, yo también la tengo... Conozco un lugar aquí cerca... Déjeme adivinar... ¿Le gusta el sushi?
— ¿Si me gusta? ¡Me encanta! Pero no quiero seguir molestando así, ya me estoy quedando en su casa, y encima viene a buscarme...
— Entonces, como buena huésped, acepte mi invitación al sushi... A mí también me gusta mucho la comida oriental... Y quiero hablar de una cosa con usted, sobre Estela, la madre de Mauro...
— ¡Ay, Dios mío! ¿Me va a decir que fue a verle para hablar cosas sobre mí? ¿Pero cómo?
— No, no fue... De hecho, fui yo quien fue a verla... Fui a pedirle que la deje en paz... — Dice Gael.
— ¡No lo puedo creer! ¿Usted fue a hablar con ella? ¡Gael! ¿Y qué pasó?
— Le cuento los detalles mientras cenamos, ¿está bien?