Siempre pensé que mi destino lo elegiría yo. Desde que era niña había sido un espíritu libre con sueños y anhelos que marcaban mi futuro, hasta el día que conocí a Marcelo Villavicencio y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados.
Él era el peligro envuelto en deseo, la tentación que sabía que me destruiría, y el misterio más grande: ¿Por qué me había elegido a ella, la única mujer que no estaba dispuesta a rendirse? Ahora, mí única batalla era impedir que esa obligación impuesta se convirtiera en un amor real.
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Capitulo XXII Plan oscuro
Punto de vista de Fabiana
La estúpida de Diana siempre se salía con la suya, desde niñas ella era quien llamaba la atención, quien sobresalía en clases, a la que consideraban la más bonita e inteligente. Ahora ella vivía una vida feliz, mientras a mí me tocaba conformarme con las sobras de un hombre que solo me prefirió por ser la única heredera oficial de la familia Vega, pero cuyo corazón le pertenecía a ella, un hombre que vivía obsesionado con Diana. ¡La bastarda!
Pensé que había dado un golpe de gracia cuando me interpuse en su relación con Sergio. Pensé que por primera vez en la vida había ganado una batalla contra ella. Y ahora resulta que la muy estúpida logró conquistar el corazón del hombre más poderoso del país, logró casarse con él a pesar de las diferencias entre ambas familias, y para colmo, estaba esperando un hijo de él. Un niño que heredaría todo el dinero y la fortuna que el apellido Villavicencio podía otorgar.
La vida me había tratado mal y todo por la existencia de mi querida medio hermana. Era injusto que ni siquiera podía disfrutar del apellido de mi padre, solo porque ella estaba de por medio, acaparando la atención. ¡Qué fácil sería todo para mí si Diana Vega no existiera!
Mi corazón se había llenado de odio durante todos estos años, y por eso le había dado las pruebas a Sergio sobre el verdadero origen de Diana. Sin embargo, las cosas no salieron como yo esperaba. Mi padre estaba investigando al responsable de que esa información se filtrara, amenazándome con desheredarme si se enteraba de que había sido yo o Sergio. Todo me salía al revés, y la única culpable de toda mi desgracia tenía nombre y apellido: Diana Vega, la hija ilegítima de la familia que se pavoneaba como la reina.
Pero no podía seguir quejándome de mi miseria. Necesitaba un plan para destruir a mi hermanastra, y no era solo acabar con su reputación. Tenía que ser algo definitivo, algo que asegurara sacarla del camino para siempre. Este plan sería solo mío, no lo compartiría con nadie, y así no habría cómplices que me delataran.
Por eso lo llevaría a cabo yo misma. Tenía que reunir toda la información necesaria que me llevara a saber su ruta de llegada a la empresa, cuáles eran las actividades que realizaba a diario y, más importante, cuáles eran los puntos débiles, esos en los que ella estaba sola.
Con un plan oscuro en mente, empecé a seguir cada uno de sus movimientos. Me vestía con ropa discreta, usando gorras y gafas para no ser reconocida. Observaba desde la distancia, apuntando sus horarios y sus rutinas.
Había pasado más de un mes desde que empecé a seguirla y, aunque Villavicencio le había asignado seguridad casi permanente, aún no había logrado encontrar un punto de quiebre que me permitiera salir de ella definitivamente. El tiempo se agotaba; si Diana confirmaba ese embarazo, sería intocable. Tenía que actuar rápido. La próxima semana, encontraría su debilidad. Tenía que hacerlo.
Punto de vista de Marcelo
Había pasado más de un mes desde que Diana y yo empezamos a vivir como un matrimonio real. Aunque las circunstancias fueron las más extrañas al comienzo, ahora las cosas habían cambiado. Los días se centraban en el trabajo, mientras que las noches estaban llenas de un placer desmedido. Mi esposa resultó ser insaciable, lo que siempre había buscado en una mujer y no sabía que existía.
Esta mañana ella me despertó, ya que se estaba sintiendo mal. Salió corriendo al baño a devolver el estómago, y desde hacía varios días no había querido probar bocado. Ella decía que era normal cada vez que estaba por llegarle su periodo, aunque yo tenía la esperanza de que fuera nuestro hijo quien ya estaba dando sus primeras manifestaciones de vida. Y es que, cada vez que estábamos íntimamente, nunca nos cuidamos.
—Amor, es necesario que vayamos con un doctor —dije, incorporándome, la preocupación marcando mi voz.
—Esta vez te daré la razón. Ya llevo mucho tiempo sintiéndome así y, bueno, puede ser que estemos embarazados —Por fin me dio la razón. Así que esa misma mañana, concreté una cita con un doctor.
Llegamos a la clínica, donde fuimos recibidos por una enfermera quien nos llevó con un amigo mío de mi absoluta confianza, a quien podía pedirle un examen para mi esposa sin necesidad de que nadie más se enterara.
—Entiendo la situación y, como siempre, sabes que puedes contar con mi absoluta discreción —aseguró Leonardo con profesionalismo.
Tomó una muestra de sangre de mi esposa y le pidió a la enfermera que hiciera todos los análisis necesarios para conocer el estado de salud de Diana, incluyendo la prueba de embarazo.
—Es solo rutinario, para saber cómo va el bebé en el vientre —dijo Leonardo de manera casual, como si quisiera tranquilizar a mi esposa, pero en verdad quería persuadir a la enfermera de la importancia de la prueba.
Esperamos por una hora a que los resultados estuvieran listos. Mientras, a Diana la tenían en una habitación pasándole líquido por una vía debido a su alto grado de deshidratación por las últimas devoluciones de su estómago.
Leonardo entró a la habitación con un sobre en las manos y procedió a leerlo.
—Bien, Diana, Marcelo. Los resultados muestran que Diana presenta una anemia que, si no es controlada, puede llegar a ser grave. Además de la deshidratación obvia y la falta del peso adecuado. Todo esto junto puede ocasionarle daño al bebé que están esperando, sin embargo, como estás en las primeras semanas de embarazo, no es nada que no se pueda solucionar. Felicitaciones, futuros padres.
Leonardo se retiró, dejándonos solos para que pudiéramos disfrutar de nuestra felicidad.
—¡Estás embarazada! Soy el hombre más feliz del planeta. ¡Gracias, mi amor! No sabes cuánto te amo —La emoción me ganó, dejando que mis sentimientos hacia Diana finalmente salieran sin filtro. Ella era la mujer que siempre había esperado y la única que podía darme tanta dicha.
—¿Acabas de confesarme tu amor? —preguntó con una gran sonrisa, con los ojos brillando a pesar del suero.
—Así es, mi hermosa esposa. Y quiero que sepas que dedicaré mi vida entera a hacerte feliz, cuidarte y darte todo lo que necesites. Eres intocable, la dueña de mi corazón, de mis pensamientos y de mi cama.
Sellamos el momento con un apasionado beso, que, si no fuera por el lugar en el que estábamos y por su estado de salud, la hubiera hecho mía en ese mismo momento. Aunque la felicidad nos embargaba, había una situación de salud que resolver, y esa era ahora nuestra principal preocupación. Diana y mi hijo eran ahora mi único universo.