El Beso De La Bestia

El día se asomaba de manera devastadora por el balcón, Titania no quería levantarse, sentía realmente derrotada y desanimada por lo que había ocurrido anoche en el invernadero, se sentía tan sucia y humillada todo por culpa de Arthur.

Arthur se estaba burlando de manera descarada de ella, le demostró que él tenia control por ella, por su cuerpo, y eso comenzaba a asustarla, lo peor era que es que seguía deseándolo.

—¿Qué te pasa, Titania? —se preguntó a sí misma molesta, hundiendo el rostro en la almohada.

Se tuvo que levantar por obligación, pues debía atender a Áine asegurarse que haya tomado su medicamento.  Anoche no le dio tiempo de preparar más dosis, así que con ese pretexto, le diría a su hermana que ese día no saldría del palacio, así evitaría salir con ese alfa, no quería verlo por miedo a caer nuevamente en su sucio juego.

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Áine sonrió al ver a su hermana entrar con la misma apariencia de siempre, o bueno eso intentaba Titania, pero su hermana notó algo más en su mirada, que hizo que se preocupara.

—¿Te sientes bien? —preguntó Áine, aun sabiendo que su hermana no diría nada.

—Sí —se limitó a responder, mientras le entregaba sus medicamentos—. Hoy prefiero quedarme y encargarme de preparar tus medicamentos.

Áine asintió. Aunque esperaba que su hermana disfrutara más de su libertad antes de que Xander llegara, sabía que una vez el caballero llegara, su hermana volvería a ser privada de su libertad.

—Xander llegará pronto, deberías disfrutar tu libertad mientras tanto —sugirió Áine dirigiéndole la mirada

Titania entrecerró la mirada al recordar que Xander llegaría, lo había olvidado por todo lo que había sucedido, pero ya tampoco había forma de detenerlo, lo único que le quedaba era resignarse, a volver a la vida que tenía en el palacio de las hadas.

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Arthur ya había sido informado que ese día el viaje a la ciudad se cancelaba, se sentía molesto, frustrado, ella seguía provocándolo en ese juego peligroso, que lo único que ocasionaba era que él quisiera poseerla más, dominarla de una manera salvaje.

Esa necesidad de destruirla y quebrantar su voluntad seguía latente en todo su ser.

—Princesa, deja de provocarme así —murmuró con frialdad, pasando sus dedos por su barbilla.

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Las bestias preparaban su ataque inminente al palacio real del país del Sur, habían preparado todo con mucha calma y sin cometer errores, tenía la misión de captura a la reina hada, ella, siendo la máxima autoridad del reino de las hadas, debía saber donde esta Madre Naturaleza, ellos estaban sedientos de venganza por aquella deidad que se atrevió a encerrar a su Dios Némesis, ella debía pagar por tal osadía

—Nos movilizaremos esta noche, que será luna menguante —dijo el Rey de las Bestias cargado de autoridad en su voz.

Esta vez, él dirigiría el ejército de las bestias, sedientas de sangre, no le importaba quien se atravesará en su camino, se encargaría de destruirlos hasta el último.

Todo comenzaría al anochecer, con la luna apenas visible, pensaban atacar el palacio del sur, el cual se teñiría de rojo.

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Titania se encontraba sola en su habitación. Había finalmente terminado de preparar las dosis para Áine. Sentía su cuerpo cansado, usar su magia de curación e implantarla en aquellas hierbas era agotador, pero era necesario para controlar la extraña enfermedad de Áine.

—Necesito recuperar mi energía —susurró, sentándose en la cama con pesadez.

La única forma era el contacto directo con la naturaleza.  Tenía que ir al bosque, aquella cascada donde tuvo su primer encuentro fogoso con ese alfa, sería suficiente,  pero, la idea de encontrarse con Arthur la hacía temblar de miedo y deseo a la vez, su cuerpo seguía traicionándola.

A su pesar tenía que ir, no podía simplemente posponerlo, sabía las consecuencias si no recuperaba su energía, ya lo había vivido en carne propia y aunque fue hace muchos años, aquel recuerdo podía sentir lo agonizante que era cuando su cuerpo no recuperaba su magia como era debido.

Suspiró con pesadez, y siendo lo mas silenciosa posible salió de su recamará rumbo al bosque específicamente a la cascada, y esperando que Arthur no la viera.

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Titania salió del palacio con dirección al bosque, se esforzaba por ser silenciosa hasta invisible, pero ella no pasaba desapercibida para Arthur, no había necesidad de verla, pues ya sentía sus pasos a través de la tierra fértil, ya los reconocía, eran ligeros y silenciosos, además su aroma a rosas silvestres, era inconfundible y dulce para él, que se sentía en el aire con tanta brutalidad.

Guiándose de sus instintos fue en busca de ella, sonrió haciendo una mueca depredadora, mientras sentía como ella se adentraba al bosque, sabía que se estaba ocultando de él, pero más que enojarse eso lo hacía divertido.

Llegó hasta la cascada. Ahí estaba, desnuda bajo la cascada, sintió su cuerpo reaccionar de inmediato, sus deseos de poseerla en es lugar despertaron.

Con ese deseo en su mente trato de entrar a la cascada, pero extrañamente sintió un golpe, un choque con una barrera invisible.

No pudo avanzar, había algo que no se lo permitía, aunque no había nada visible ante sus ojos. La naturaleza lo rechazaba.

Sintió la ira correr por todo su cuerpo, quería acercarse a ella, poseer ese exquisito cuerpo desnudo, forzarla a estar bajo su dominio, pero no podía, había una barrera que le impedía acercarse a la princesa hada.

Lo único que podía hacer en esos momentos, era observarla lo que se convertía para él en una tortura.

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Titania sentía como lentamente su cuerpo recuperaba su energía, eso era demasiado tranquilizador, le encantaba sentir el contacto directo con la naturaleza, pero un así, su mente seguía traicionándola. No podía dejar de pensar en él.

Arthur estaba en su mente, con esa cruel y sexy sonrisa, recordaba sus caricias recorrer su cuerpo de esa manera salvaje y posesiva, lo le hacía sentirse miserable porque sabía claramente que solo se estaba burlándose de ella,  aún así su cuerpo seguía traicionándola deseándolo cada vez más.

Soltó un suspiró, y se giró aun estando dentro de la cascada, sus ojos lo encontraron.

Arthur estaba observándola, mejor dicho devorándola con la mirada en la orilla, sin poder atravesar la barrera invisible, la mirada intensa hacía que su cuerpo reaccionara al instante. Por supuesto ella no noto la barrera que lo detenía.

Manteniéndose firme y con su rostro sin ningún rasgo de emoción, salió del agua, camino con elegancia hacía a él, dejando ver su cuerpo desnudo, ese cuerpo que el Alfa moría por poseer.

—¿Qué hizo? —preguntó con molestia,   pesar de estar a unos pasos de distancia, seguía sin poder acercarse a ella.

—Nada —respondió Arthur, sin siquiera mirarlo, tomo sus ropas, necesitaba vestirse y alejarse de él lo más pronto posible.

Antes de que Arthur dijera algo, sintió la presencia enemiga, estaban rodeados y no se había percatado a tiempo.

Arthur intento acercarse más a ella, pero la barrera seguía rechazándolo, eso lo frustro, dado a que ahora la princesa corría peligro y él no era quien la acechaba.

—¡Quita la maldita barrera! —gritó Arthur furioso.

Titania dio un pequeño salto ante su grito sin entender a que se refería con eso de la barrera.

Arthur se coloco en frente ya no había tiempo de huir, solo quedaba pelear y protegerla para que no saliera herida, por esas bestias.

Titania miró con asombro las bestias que aparecieron en frente, eran alrededor de cinco, enormes y aterradoras, sedientas de sangre.

—Ahora ni se te ocurra quitar tu maldita barrera —gruñó Arthur, sin mirarla, tenía que encargarse de esas bestias por si solo.

—¿Eh? — Titania seguía sin entender a lo que se refería Arthur, pero tampoco iba a cuestionarlo en esos momentos, pues la prioridad eran aquellas bestias, era un combate de cinco contra uno, por que ella no sabía ni siquiera pelear.

Arthur se puso en posición de combate analizando a cada una de las bestias. No podía perder la concentración, aquellas bestias también lo estaban analizando, y Arthur sabía que debía derrotarlos sin perder el tiempo.

 Pero mientras se preparaba para atacar, sentía un poder correr todo su cuerpo, era totalmente desconocido para él, pero le gustaba, pues estaba sedienta de sangre, con deseos de destruir todo aquello que tratara de tocar a la princesa que tenía detrás de él.

Arthur lo sabía, sabía que debía destruir a esas bestias y una vez que eso pasara, entonces debía cobrar su recompensa, una jugosa recompensaba que no se basaba en el dinero, era mucho mejor que eso.

La recompensa que él quería estaba justo detrás de ella, la sumisión absoluta de Titania.