La puerta chirrió al abrirse, revelando a Serena y a la enfermera Sabrina Santos.
—Arthur, hijo —anunció Serena—, ha llegado tu nueva enfermera. Por favor, sé amable esta vez.
Una sonrisa cínica curvó los labios de Arthur. Sabrina era la duodécima enfermera en cuatro meses, desde el accidente que lo dejó ciego y con movilidad reducida.
Los pasos de las dos mujeres rompieron el silencio de la habitación semioscura. Acostado en la cama, Arthur apretó los puños bajo la sábana. Otra intrusa más. Otro par de ojos recordándole la oscuridad que lo atrapaba.
—Puedes irte, madre —su voz ronca cortó el aire, cargada de impaciencia—. No necesito a nadie aquí.
Serena suspiró, un sonido cansado que se había vuelto frecuente.
—Arthur, querido, necesitas cuidados. Sabrina es muy experta y viene con excelentes recomendaciones. Dale una oportunidad, por favor.
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Capítulo 24
En un punto determinado de la ciudad, Vitor acababa de atender a su último paciente del día.
-- Ese fue tu último paciente. ¿Qué tal si vamos a tu apartamento ahora?
Vitor suspiró profundamente masajeando suavemente su sien izquierda.
-- Que bien, Solange. Hoy no me siento muy bien, prefiero ir a casa y descansar. Puedes ir a tu casa, quiero estar solo un poco.
Solange se acercó al médico, irritada. -- ¿Qué está pasando contigo? Parece que no quieres que vaya a tu apartamento y también he notado que estás un poco distante de mí.
Vitor frunció el ceño, solo quería estar solo en ese momento... Y de hecho, desde que discutió con Sabrina, algo había cambiado dentro de él. Vitor estaba pensando que tal vez ella quería terminar con él y eso de alguna manera, le incomodaba.
-- Solange, ¿qué tiene de malo querer estar solo? Yo tengo mi propia vida. ¿Será que no puedes aceptar eso?
Solange retrocedió, con los ojos chispeando. -- ¿Qué tiene de malo?, repitió, con la voz quebrada. -- ¡Lo que tiene de malo es que me estás alejando, Vitor! ¡Me preocupo por ti, y actúas como si fuera una molestia!
Vitor se pasó las manos por el cabello, exasperado. -- No es eso, Solange. Es solo que... no estoy de humor para compañía hoy, ¿entiendes? Tuve un día difícil.
-- ¿Un día difícil?
Solange se burló. -- ¿O un día difícil porque estás pensando en Sabrina? Es eso, ¿no es así? Desde que estuviste con ella, has cambiado. Vitor, deja de pensar en esa mujer... Si realmente te gustara, no te habrías involucrado conmigo.
El nombre de Sabrina flotó en el aire, pesado. Vitor sintió un nudo en la garganta. No quería admitirlo, pero Solange tenía razón. La discusión con Sabrina, la incertidumbre sobre su relación, todo eso lo estaba corroyendo por dentro. La idea de que ella pudiera querer terminar con él era un fantasma constante en su mente, y eso lo dejaba inquieto, distante.
Miró a Solange, que lo encaraba con una mezcla de dolor y frustración. Sabía que estaba siendo injusto con ella, pero la verdad es que no podía librarse de la sensación de que algo importante estaba a punto de derrumbarse en su vida.
-- Por favor, Solange, dijo Vitor, con la voz más suave ahora. -- Solo necesito un tiempo. Por favor, vete a casa.
Solange vaciló por un momento, la rabia disminuyendo para dar lugar a la tristeza. Asintió lentamente, tomó su bolso y se giró para salir. -- Está bien, Vitor, dijo en un susurro, sin mirar atrás. -- Espero que puedas resolver lo que sea que te esté perturbando. Realmente no sabes lo que quieres.
Vitor la observó irse, y el silencio del consultorio vacío pareció amplificar sus propios pensamientos. Estaba solo, como quería, pero la soledad no traía el alivio que esperaba. La imagen de Sabrina y la posibilidad de un fin para su relación continuaban acechándolo, haciendo imposible cualquier descanso.
Vitor se levantó y se quitó su bata blanca. Tomó su celular de encima de la mesita y llamó a Sabrina.
La había llamado varias veces, intentando conversar, pero parecía que ella lo estaba castigando.
El celular de Sabrina vibró en el bolsillo de su uniforme. Miró para ver quién era.
Una mirada de tristeza alcanzó su vista mientras el aparato vibraba sobre sus manos.
-- ¿No vas a contestar? -- Pregunta Arthur curioso.
-- Sí, con permiso. Enseguida regreso.
Arthur ya estaba acostado en la cama y observó a Sabrina saliendo del cuarto con una mirada distante.
-- ¿Aló? -- su voz salió baja, atendiendo la llamada en el pasillo.
-- ¿Sabrina? ¿Será que podemos encontrarnos? Sé que estás trabajando, pero necesito conversar contigo.
-- ¿Qué de tan importante tienes para decirme, Vitor? No puedo salir de mi trabajo. Mi paciente necesita mucho de mis cuidados. Dime por la llamada, no puedo dejar la mansión.
Vitor caminaba de un lado para otro en el consultorio, muy inquieto.
-- Sé que dijiste que estaba todo bien entre nosotros, pero siento tu frialdad, Sabrina. Por casualidad, ¿dejaste de amarme? ¿No te importa nuestra relación? Necesito verte, abrazarte... Te extraño.
Sabrina suspiró del otro lado de la línea. -- Vitor, no puedo simplemente salir. Estoy en horario de trabajo, y el paciente que estoy cuidando ahora realmente me necesita. Es un caso delicado.
-- ¿Pero es más importante que nosotros?, preguntó Vitor, con la voz cargada de angustia. -- Sé que prometí que no te molestaría más, pero no aguanto esta distancia. Yo... tengo miedo, Sabrina.
-- ¿Miedo de qué, Vitor?, cuestionó ella, con la voz un poco más suave ahora, percibiendo la vulnerabilidad de él.
-- Miedo de perderte, admitió él, con la voz casi un susurro. -- Desde nuestra última conversación, estás diferente. Siento que me estás alejando. Por favor, dime, ¿aún me amas? O... ¿estás pensando en terminar?
Hubo un silencio pesado del otro lado de la línea. Sabrina sintió un apretón en el pecho. La pregunta de Vitor la tomó por sorpresa, no por la pregunta en sí, sino por la duda que sintió surgir dentro de ella. Por primera vez, la certeza de sus sentimientos por Vitor vaciló. No sabía cómo responder, pues la respuesta que él quería oír ya no era tan clara para ella. Su relación, que antes parecía tan sólida, ahora parecía estar sobre un terreno inestable, y su vacilación era la prueba.
-- Vitor, no puedo conversar contigo en este momento. Necesito cuidar de mi paciente. Al final de semana estaré regresando a casa y prometo que retomaremos esa conversación.
Vitor quedó frustrado. Realmente quería conversar con ella.
-- Estás diferente conmigo. No estoy consiguiendo concentrarme, ¿sabías? Siempre nos entendimos bien, pero después que comenzaste a trabajar en esa casa, te pusiste muy fría conmigo. Tal vez deberías dejar de trabajar ahí. Si quieres, yo te consigo un trabajo fijo para ti en el hospital en el que trabajo. Solo no quiero verte así.
Sabrina quedó paralizada ante la sugerencia de Vitor.
-- Sinceramente, tu sugerencia está siendo inconveniente en el momento. Voy a colgar, después conversamos.
Sin dudar, colgó el celular.