Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo XXIV, Andrew
Mis compañeros del equipo de basquetbol y yo estábamos en los vestidores; el entrenador nos estaba dando palabras de aliento antes del comienzo de este partido que definiría si iríamos o no a los octavos de final.
Nuestros oponentes eran el equipo Gigantes, del liceo Reina Victoria Isabel. El que ganara este partido quedaría en primer lugar en el bloque D y entonces avanzaría a los octavos de final.
Yo estaba sumamente preocupado ante la idea de que el rey Francisco me convocara en medio del partido. Mi equipo me necesitaba y yo realmente deseaba llevarlos hacia la victoria.
No es que no tuvieran posibilidades de ganar sin mí. Pero perderme en medio del partido inclinaría la balanza en su contra.
Además, deseaba compartir la gloria de obtener la victoria junto con ellos.
Finalmente fuimos a la cancha y el partido inició. A los pocos minutos se hizo la primera anotación, la cual fue hecha por el capitán del equipo contrario con una impresionante clavada.
Siguieron pasando los minutos y los Gigantes seguían anotando y nosotros en cambio no. Faltaba poco para terminar el primer tiempo cuando nuestro capitán anotó un tiro de tres puntos, pero para entonces el equipo contrario llevaba dieciséis puntos.
Se trataba de un oponente muy difícil y por algún motivo yo no lograba acceder a mi clarividencia. Tal vez era nuestro destino inevitable perder el partido y por eso yo no podía ver nada. Pero ninguno de nosotros iba a rendirse.
Segundos antes de concluir el primer tiempo, tras recibir un pase de Armando, logré anotar un tiro sencillo, logrando así que el marcador del primer tiempo cerrara con un dieciséis a cinco a favor del otro equipo.
En el segundo tiempo pusimos el alma y el corazón en cada jugada, tanto defensiva como ofensiva. Ambos equipos continuamos haciendo anotaciones y cuando quedaban tan solo cinco minutos, el marcador estaba a treinta y cinco a treinta en contra nuestra. Fue entonces cuando pude ver con detalle los únicos cinco escenarios futuros posibles, en dos de ellos empatábamos, en dos ganábamos y en uno perdíamos.
Comencé a jugar con la ventaja de anticiparme totalmente a los movimientos de todos los demás. Justo antes de quedar atrapado en una doble marcación hice un pase a nuestro capitán Esteban y él encestó un tiro de tres puntos.
Luego de eso nos vimos obligados a concentrarnos en la defensa, hasta que Armando intercepto un pase y pasó a la ofensiva, sin embargo, pronto le arrebataron el balón e intentaron anotar. Por fortuna para nosotros, el balón rebotó, algo que yo había anticipado y logré saltar lo bastante alto para tomarlo, hice un pase a mi compañero Eric y él logró avanzar rápidamente a través de la defensa del otro equipo, fingió que haría una clavada y cuando estaban a punto de bloquearlo, anotó con un tiro sencillo.
Sólo quedaba un minuto de partido, el marcador estaba empatado, el capitán del equipo contrario tenía el balón y entonces todo se tornó negro para mí y para cuando me di cuenta ya estaba en el salón real, frente al rey Francisco que permanecía sentado en el trono.
—¡No pudiste escoger un peor momento para convocarme! —grité. Y como respuesta recibí una increíble sensación de dolor en todo mi ser, como si me estuviera quemando.
—¡Jamás te atrevas a hablarme de esa manera! —gritó el rey Francisco mientras golpeaba el posa-brazos izquierdo del trono con el puño cerrado.
Fue entonces cuando sucedió algo que en verdad no me esperaba. Una luz dorada empezó a salir de cada parte de mi proyección psíquica y pronto la luz se reunión a un lado mío y tomó la forma de un ser espiritual poderoso.
—¡¿Quién eres?! —pregunté sintiéndome desconcertado.
—Veo que tu hermana no te ha hablado de mí… soy la guardiana espiritual de ella y, casualmente, también me llamo Andrea… he estado aguardando en tu interior a que llegue este momento para protegerte de este rey.
Una poderosa llama viajo desde el trono hasta nosotros. Creí que sería mi fin. Pero la guardiana nos protegió con una barrera de energía sólida.
—Lo siento, su majestad, pero es hora de que yo termine con esto. —dijo la Guadiana.
—¡No puedes matarme, eso alteraría el pasado y tu época no sería la misma cuando volvieran! —exclamó el rey.
—Pero no voy a provocar ningún cambio, históricamente este día tú mueres con un pedazo de carne impidiéndote respirar.
El rey empezó a asfixiarse, pronto su cara se tornó morada y, tras un tiempo, murió.
—He materializado el pedazo de carne obstruyendo su vía respiratoria —explicó la guardiana.
—¿Quieres decir que desde un principio él estaba destinado a morir por tu mano y de esta forma?
—Así es.
La guardiana Andrea volvió a ocultarse en lo profundo de mi mente y yo regresé a mi cuerpo. Estaba en los vestidores y lamentablemente el partido ya había concluido y a su vez, habíamos tenido la fortuna de ganar por dos puntos de ventaja. Mis compañeros me veían preocupados y, desde luego, no tenía forma de explicarles que el problema que causaba los desmayos acababa de ser solucionado.