Contrato De Amor

—Nos esperan para desayunar, si quiere báñese primero y luego baje acompañarnos, solo estaremos el general y un servidor—

—¿Y que debo ponerme?, recuerdo que no traía nada cuando me trajeron con ustedes—

—Su ropa está en el pequeño buró, además no falta mucho para llegar a nuestro destino, ahí podrá comprar toda la ropa que necesite— le informó y salió.

—¿Dónde está?—

—Se dará un baño—

—¿Cuál fue su reacción al verlo?—

—Tenías razón, la hizo inmensamente feliz, podrás tener la oportunidad de que te pida perdón, ya tu elegirás cómo— se burló de su primo.

—Cállate— lanzó un pan, directo a su cara.

Johana, después de su baño, salió temerosa de la habitación, sabía que debía pedir disculpas, pero aún no encontraba la manera de hacerlo. Aunque no quería bajar, debía hacerlo, pues al no haber cenado la noche anterior, su estómago suplicaba por algo de comida, no tenía opción.

—Buen día— saludó, haciendo una leve reverencia.

—Buenos días— respondieron ambos hombres.

—Siéntate, hay muchas cosas para desayunar, puedes tomar lo que gustes— su expresión era seria, pareciera que le daba igual su existencia.

La chica castaña, asintió y tomó algo de pan, te y fruta, lo acercó hacia donde se había sentado y comenzó a comer, pues el resto ya había comenzado desde hace quien sabe cuánto tiempo.

—¿Está rico?— no podía perder la oportunidad.

—Todo está delicioso, gracias— sonrió, degustando cada bocado que daba.

—Me alegro. Todo lo preparó el general, le he dicho que ya se puede casar y su esposa será tan afortunada— se burlaba

—Es cierto, la mujer que se convierta en su esposa, será muy afortunada— continuaba disfrutando de su comida, pero terminó asustada cuando un general avergonzado, casi se ahoga con su té, al escuchar sus palabras, pues las decía sin ninguna intención de burlarse.

Stephan no pudo evitar reír, ver de esa forma a su primo, era una de las cosas que más lo hacían disfrutar la vida.

—Aún queda mucho por hacer capitán, salga y termine todo— se había molestado lo suficiente como para desquitarse con alguien.

Aún riendo, salió del lugar, no podía dejar de burlarse.

—Me alegro que le haya gustado la comida, puede seguir comiendo todo lo que guste, solo recuerde que partiremos en una hora— pretendía salir del comedor para no ser visto tan nervioso.

—Se lo agradezco— continuó comiendo, tenía la intención de hablar sobre lo que había pasado, pero creyó que no era el momento.

Donatello salió y fue a su habitación, debía recoger todo y prepararse para continuar. Todo iba bien hasta que alguien tocó su puerta. Se acercó para abrir y su sorpresa fue ver a Johana frente a él.

—¿Necesita algo?— estaba sorprendido.

—Me gustaría hablar con usted si es que tiene algo de tiempo— se mostraba nerviosa.

—¿Quiere hacerlo aquí o en algún otro lugar?— quería escucharla.

—No importa el lugar— agachó la mirada y entre cruzó sus manos.

—Adelante— la hizo pasar a su habitación. —Hable, la escucho— ambos se sentaron en un par de sillones.

—Me gustaría disculparme por como me he portado— se levantó y hizo una reverencia.

—No entiendo a qué se refiere, ¿podría explicarse?— su mayor satisfacción, era tenerla justo como estaba ahora, totalmente nerviosa.

—Me refiero a las malas palabras, a los golpes y cualquier ofensa que le haya causado— no aguantaba el nerviosismo, que comenzó a jugar con sus dedos.

—Debería pensar muy bien las cosas antes de hacerlas, así como yo no la conozco, usted tampoco me conoce. Simplemente supuso que yo era el peor de los hombres, no me dejó explicar nada, ni contar mis planes—

—Hoy vi a Stor, le agradezco por salvarlo y exponerse de esa manera, no tenía que hacerlo, pero aún así, aquí esta— se acercó para tomar las manos del general, sobre las de ella.

—Si, si, está bien— se levantó, poniendo distancia entre ambos.

Era la primera vez que sentía nerviosismo al tener a una mujer tan de cerca, evidencia de que la castaña le gustaba más de lo que imaginaba.

—¿De verdad me perdona?, haré todo lo que esté a mi alcance para que sea feliz siempre— se acercó a abrazarlo, estaba feliz.

Donatello solo pudo quedarse quieto, no hizo por mover ni un centímetro de su cuerpo, dejó que lo abrazaran, mientras sentía su cuerpo arder.

Aunque pasados unos segundos, refrescó su mente y habló sobre lo que tenía pensado hacer con anterioridad.

—Solo hay una verdadera forma en la que puedo perdonarte— apartó a Johana y caminó hasta un pequeño escritorio.

—Haré lo que usted quiera. Puedo cocinarle, puedo lavarle la ropa, puedo acompañarlo en sus paseos, no lo sé, cualquier cosa la puedo hacer— parecía estar dispuesta a hacerlo todo, por un perdón.

—Me alegra escuchar eso, porque…— le entregó unos documentos. —Léelos y si estás de acuerdo, debes firmarlo. En caso de no estar de acuerdo, puedes agregar o quitar alguna cláusula, pero solo aceptando lo que está ahí escrito, podré perdonarte— miró a otro lugar, sonreía victorioso.

Johana comenzó a leer los documentos, dos hojas para ser exactos, en la primera venía un apartado donde decía:

Yo Johana Chian, tercera hija del conde Ángelo Chian, estoy de acuerdo en firmar este documento, con el que establezco un contrato con el duque y primer general Donatello Roux.

Dicho documento consiste en mantener una relación de matrimonio por tiempo definido, el cuál es establecido al final del mismo.

Beneficios de aceptación:

Se desglosaron varios puntos que supuestamente beneficiaban a Johana, que apenas estaba comprendiendo lo que leía.

☆Tendrá un hogar (techo para vivir)

☆Se convertirá en una duquesa, por lo que tendrá más poder y estatus que su familia anterior.

☆Podrá hacer cualquier cambio dentro del territorio del ducado.

☆Tendrá voz y voto en cualquier asunto relacionado con el ducado.

☆Podrá utilizar todos los recursos a su disposición para lo que quiera o necesite.

☆Nunca nadie se volverá a burlar de ti.

☆Podrá vengarse si quiere.

Obligaciones para con su esposo:

Sabía que nada podría ser tan bello y resultar fácil, continuó leyendo.

☆Comportarse como su título lo requiere.

☆Encajar en su nuevo círculo social.

☆No intervenir en las decisiones privadas de su esposo.

☆Tener un encuentro marital al menos una vez al mes.

☆Convivir con los padres de tu esposo.

☆Intentar llevarse bien con su esposo.

Al parecer, ese contrato era del total desagrado de la castaña, pues casi lo arruga y bota, pero se detuvo a pensar.

—»Solo será por un tiempo, después podría irme incluso del imperio, sin deberle nada a nadie«— suspiró y terminó de leer.

“El tiempo que dure el contrato, lo elegirá usted”

Había un espacio en blanco, claramente le estaba dejando decidir cuánto tiempo estaría en su cárcel de oro, pues los beneficios era muy buenos.

Sin darle mucha importancia a aquello, escribió un número en la parte blanca y firmó con su nombre.