Lazos De Poder

Al día siguiente, Arata despertó con una determinación arrolladora. Las imágenes de la noche anterior seguían repitiéndose en su mente como una película desordenada, y aunque intentaba mantenerse en calma, las dudas y la frustración comenzaron a crecer. Mikhail seguía encerrado en su habitación, aislado del resto de la mansión, y eso solo aumentaba la inquietud de Arata. Sabía que algo andaba mal. No podía seguir ignorando la situación, pero cada vez que intentaba acercarse a la puerta de Mikhail, los guardias le recordaban con firmeza:

—El jefe dejó en claro que no quiere ser molestado.

Aquellas palabras resonaban en su mente una y otra vez, llenándolo de una mezcla de rabia y dolor. No entendía por qué Mikhail lo estaba apartando. Después de todo, no solo compartían un lazo; eran algo más. Arata sentía que, a pesar de todo, tenía derecho a estar allí, a saber qué estaba ocurriendo con él.

Frustrado y herido por la distancia impuesta, decidió que ya no iba a quedarse de brazos cruzados. Si Mikhail pensaba que podía ordenarle mantenerse alejado, estaba muy equivocado. Arata, con todo el orgullo que siempre había llevado consigo, se preparó para hacer lo que mejor sabía: desafiar a quien lo subestimara.

Se vistió con rapidez, ignorando las advertencias de Alexander y los demás. "No deberías meterte en esto, Arata", le habían dicho. Pero él no escuchó a nadie. Sabía que era terco, pero no le importaba. Tenía preguntas, y Mikhail le debía respuestas.

Cruzó los pasillos con paso firme, intentando ignorar la sensación de inquietud que comenzaba a formarse en su estómago. Cuando llegó frente a la puerta de Mikhail, tomó una profunda respiración. No esperó a que nadie lo detuviera; simplemente abrió la puerta y entró.

Lo que encontró dentro fue lo último que esperaba.

Mikhail estaba en el centro de la habitación, de pie, con la mirada perdida, pero algo en él era diferente. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, ahora brillaban con un dorado intenso, extasiados, como si estuviera luchando por mantener el control. Arata sintió el golpe de las feromonas al instante, un oleaje poderoso y dominante que casi lo dejó sin aire.

El alfa estaba en pleno rut.

Arata se quedó paralizado por un momento, toda su valentía desapareciendo ante lo que estaba viendo. La habitación estaba cargada de una energía sofocante, y su cuerpo reaccionó de inmediato a la presencia de Mikhail. Su piel hormigueaba, y el lazo que compartían latía con fuerza, recordándole la naturaleza inquebrantable de su vínculo.

Mikhail trató de alejarse en cuanto lo vio entrar. Su respiración era pesada, entrecortada, y la lucha interna era evidente en su rostro.

—Arata, sal de aquí —gruñó Mikhail, su voz baja y cargada de peligro—. No deberías estar aquí. Esto... esto no es algo que puedas manejar.

Pero Arata, aún afectado por la presencia abrumadora de su alfa, dio un paso adelante. Su mente estaba confusa, pero su instinto lo empujaba a acercarse, a estar cerca de él. La necesidad de estar junto a Mikhail era casi imposible de ignorar. Aunque su lógica le decía que debía retroceder, su cuerpo no obedecía.

—No voy a irme —respondió con una firmeza que apenas sentía—. Confío en ti, Mikhail. Sé que no me harías daño.

—No entiendes —Mikhail gruñó con más fuerza, sus ojos brillando aún más intensamente—. Esto es peligroso. Yo... no soy como los demás. Soy un alfa dominante, territorial. Si te acercas, no podré controlarlo.

Arata sintió su propia respiración acelerarse, las palabras de Mikhail resonando en su mente. Claro que entendía el riesgo. Sabía lo que significaba estar en la habitación con un alfa en pleno rut, especialmente uno tan poderoso como Mikhail. Pero también sabía que el lazo que compartían era más fuerte que cualquier instinto primario.

—Ya no soy un niño —dijo Arata, su voz temblando ligeramente, pero sin perder su convicción—. Tú lo sabes mejor que nadie. No me importa lo que digas. Tengo tu marca en mi cuello, Mikhail. Eso significa que me perteneces tanto como yo a ti.

Mikhail cerró los ojos por un momento, su rostro contorsionándose en una mezcla de agonía y deseo. La lucha interna era evidente, pero las palabras de Arata lo habían tocado en lo más profundo.

—Arata... —susurró, como si intentara contenerse—. Esto no es un juego. Si sigo adelante, no habrá vuelta atrás. Soy un monstruo. Si te quedas...

Arata no vaciló. Sus ojos se encontraron con los de Mikhail, desafiantes.

—Nunca hubo vuelta atrás desde el momento en que me marcaste—susurro Arata, dando el último paso que los separaba.

Mikhail quedo inmóvil por un instante, su mirada atrapada en la determinación de Arata. Entonces, como si todas las barreras finalmente se rompieran Mikhail lo envolvió en sus brazos con una fuerza que hizo que el aire escapara de los pulmones de Arata

Las feromonas en la habitación eran abrumadoras, y Arata sintió cómo su propio cuerpo respondía a la energía de Mikhail, su piel vibrando con cada respiración. Sabía que cruzar esa puerta lo había llevado a un punto de no retorno, pero también sabía que no quería estar en ningún otro lugar.