Una Blanca Nieves Trasvistiéndose en la Guerra
En el sombrío y misterioso reino de Eldoria, una joven llamada Lucía lucha por sobrevivir en las calles sucias y oscuras. Con su cabello negro como la noche, piel pálida como la nieve y ojos grises como un lobo, Lucía ha aprendido a valerse por sí misma desde que sus padres la abandonaron antes de morir.
El día de su decimoquinto cumpleaños, el reino se ve sacudido por una guerra entre los siete príncipes sucesores del trono, cada uno con una personalidad única y distintiva. Los príncipes, conocidos como Grím, Jovial, Sabio, Tímido, Bromista, Soñador e Hipocondríaco, luchan por reclamar su derecho a gobernar Eldoria.
Ante la noticia de que todos los hombres deben alistarse para la guerra, Lucía ve una oportunidad para cambiar su destino. Decidida a escapar de la miseria, se corta el cabello y se disfraza de hombre, adoptando el nombre de Lucio. Con una blusa café y un pantalón viejo amarillo, se presenta en el campamento de reclutamiento
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capitulo 23
.Capítulo 23: La Ira de la Reina
La reina, furiosa por la traición de Yotsuba y la creciente amenaza del príncipe y sus aliados, decidió tomar medidas drásticas. Desde su trono oscuro, convocó a sus generales más leales y les ordenó movilizar a todo su ejército. Un ejército de doscientos mil soldados, acompañados por los temibles árboles demoníacos, criaturas gigantescas con ramas afiladas como cuchillas y una sed insaciable de destrucción.
—No permitiré que esos rebeldes se acerquen más a mi palacio —dijo la reina, su voz resonando con una mezcla de ira y desesperación—. ¡Destruyan todo a su paso y tráiganme la cabeza del príncipe y de esa traidora, Lucía!
Los generales asintieron y se retiraron rápidamente para cumplir las órdenes de la reina. En cuestión de horas, el vasto ejército comenzó a moverse, marchando con una precisión aterradora. Los árboles demoníacos, con sus raíces retorciéndose y sus ramas crujientes, avanzaban junto a los soldados, listos para sembrar el caos.
Mientras tanto, el príncipe y sus aliados, ahora reforzados por los mercenarios de Yotsuba, se preparaban para el enfrentamiento. Lucía, con su conexión con la naturaleza, sintió la perturbación en el aire y supo que algo terrible se acercaba.
—Mi príncipe, la reina ha desatado su ejército —dijo Lucía, su voz llena de preocupación—. Puedo sentir la presencia de los árboles demoníacos. Son criaturas poderosas y peligrosas.
El príncipe frunció el ceño, consciente del desafío que tenían por delante.
—Entonces debemos estar preparados. Yotsuba, ¿tienes alguna estrategia para enfrentar a un ejército tan grande?
Yotsuba, ahora aliada del príncipe, asintió.
—Podemos usar el terreno a nuestro favor. Los árboles demoníacos son grandes y poderosos, pero también lentos. Si logramos atraerlos a un terreno pantanoso, podríamos ralentizarlos y reducir su efectividad. Además, mis mercenarios están entrenados para combates en terrenos difíciles.
El príncipe asintió, viendo la sabiduría en el plan de Yotsuba.
—Muy bien. Dividiremos nuestras fuerzas. Lucía, liderarás a las Rosas Negras y a un grupo de mercenarios para atraer a los árboles demoníacos al pantano. Mientras tanto, el resto de nuestras fuerzas se enfrentará al ejército de la reina en campo abierto.
Lucía asintió, lista para la tarea.
—No fallaremos, mi príncipe. Haremos todo lo posible para detener a esos monstruos.
Con el plan en marcha, las fuerzas del príncipe se prepararon para la batalla. La tensión en el aire era palpable mientras ambos ejércitos se acercaban al campo de batalla. El destino del reino estaba en juego, y solo el tiempo diría quién saldría victorioso.
El choque de espadas y el estruendo de la batalla llenaron el aire. Lucía, con su agilidad y habilidades mágicas, se movía como un rayo entre los enemigos, derribando a los mercenarios con precisión letal. Las Rosas Negras, inspiradas por su líder, luchaban con valentía y determinación.
Los árboles demoníacos, con sus ramas afiladas y raíces retorcidas, avanzaban lentamente pero con una fuerza imparable. Lucía, usando su conexión con la naturaleza, invocó una tormenta de nieve para ralentizar su avance. Sin embargo, sabía que necesitarían más ayuda para derrotar a estas criaturas colosales.
De repente, un brillo de luz apareció en el cielo. Las hadas, lideradas por el Árbol Madre, habían llegado para ayudar. Con sus alas brillantes y su magia poderosa, comenzaron a atacar a los árboles demoníacos, debilitándolos con hechizos de luz y naturaleza.
—¡Las hadas están aquí para ayudarnos! —gritó Lucía, sintiendo una renovada esperanza.
Con la ayuda de las hadas, las fuerzas del príncipe lograron derribar a los árboles demoníacos uno por uno. La batalla era feroz, pero la combinación de la magia de las hadas y la valentía de los guerreros resultó ser imparable.
Mientras tanto, Lucía y un grupo selecto de guerreros lograron infiltrarse en el castillo de la reina. El interior del castillo era oscuro y ominoso, con sombras que parecían moverse por sí solas. Al llegar al gran salón, se encontraron con el cazador, al mando de veinte mil soldados y dos lobos gigantes.
—Así que finalmente has llegado, Lucía —dijo el cazador, su voz llena de desprecio—. La reina me ha ordenado que te detenga aquí. No pasarás.
Lucía, con una mirada de determinación, levantó su espada.
—No permitiré que la reina siga causando destrucción. ¡Prepárate para enfrentarte a la justicia!
La batalla en el gran salón fue intensa. Los soldados del cazador atacaban sin piedad, pero Lucía y sus compañeros luchaban con una valentía inquebrantable. Los lobos gigantes, con sus colmillos afilados y su fuerza brutal, eran adversarios formidables, pero las habilidades mágicas de Lucía y la destreza de sus guerreros lograron mantenerlos a raya.
El cazador, viendo que sus fuerzas estaban siendo superadas, decidió enfrentarse a Lucía directamente. Con una velocidad sorprendente, se lanzó hacia ella, sus espadas chocando en una explosión de chispas.
—Eres fuerte, Lucía —dijo el cazador, jadeando—. Pero no lo suficiente para derrotarme.
Lucía, con una mirada de acero, respondió:
—No subestimes el poder de la determinación y la justicia.
Con un movimiento rápido, Lucía desarmó al cazador, derribándolo al suelo. Los soldados, al ver a su líder derrotado, comenzaron a retroceder, perdiendo la voluntad de luchar. Lucía, sin embargo, no mostró piedad.
—Ríndanse ahora y no tendrán que enfrentar más derramamiento de sangre —dijo Lucía, su voz resonando con autoridad.
Los soldados, viendo la fuerza y la determinación en los ojos de Lucía, comenzaron a bajar sus armas. El cazador, aún en el suelo, miró a Lucía con una mezcla de respeto y resentimiento.
—Has ganado esta vez, Lucía. Pero no olvides que siempre habrá alguien dispuesto a luchar por el poder.
Lucía asintió, sabiendo que las palabras del cazador eran ciertas. La lucha por la justicia y la paz nunca terminaba realmente. Pero por ahora, habían ganado una batalla crucial.
Con el cazador derrotado y los soldados rendidos, Lucía y sus compañeros continuaron su avance hacia el trono de la reina. Sabían que la batalla final sería la más difícil de todas, pero estaban listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara.