En "En las profundidades de este mar oscuro," la protagonista, una exitosa pianista y escritora, se despierta desorientada en una cama con un hombre mirándola con desprecio. Al intentar recordar cómo llegó allí, se desvela una cadena de eventos espantosos: huía de su prometido, Ian, quien planeaba asesinarla. Tras descubrir una conspiración entre Ian y su amante para sacrificarla, es apuñalada y apenas logra escapar del edificio donde sucedió el ataque. Durante su huida, llama a su madre para alertarla sobre la traición de Ian y pedirle que investigue. Finalmente, gravemente herida, es rescatada por paramédicos y se enfrenta a una enigmática figura de otro mundo, aceptando una nueva vida para proteger a sus seres queridos.
NovelToon tiene autorización de krimenovel para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Encuentros y Dudas
Después del tenso encuentro en el café, esperaba que las visitas de Caín disminuyeran, pero ocurrió lo contrario. Caín se había instalado casi permanentemente en una de las habitaciones vacías de la casa, transformándola en su pequeño estudio. Al principio traté de evitarlo, aferrándome a la idea de que necesitaba mi espacio personal, pero pronto me di cuenta de que su presencia comenzaba a formar parte de mi rutina diaria. Sus gestos, antes casuales, ahora tenían un matiz de familiaridad que me inquietaba. ¿Estaba siendo injusto al dudar de él tanto? Pero cada vez que recordaba el dolor que había sufrido Ansel, mi resolución de mantenerme alerta se fortalecía. No podía permitirme cometer el mismo error dos veces.
Una tarde sofocante decidí hacer un poco de turismo por mi cuenta. Lara se había ido de compras y había llevado a Jack con ella, dejándome solo por primera vez en días. Aproveché la oportunidad para escabullirme, deseando sentir la libertad de explorar la ciudad sin compañía. Caminé por las calles, dejándome llevar por el bullicio y el caos, buscando perderme en la multitud. Me detuve en un café pequeño y acogedor para disfrutar de un momento de tranquilidad. Mientras esperaba mi pedido, mi teléfono vibró insistentemente. Al final, respondí a la tercera llamada.
—¿Ansel? —La voz al otro lado de la línea era inconfundible. Un frío súbito recorrió mi espalda—. Soy Caín. Quería saber si estás en el centro de la ciudad.
—Sí, estoy en un café en el centro —contesté, hojeando el periódico que el camarero me había traído junto con una taza de té, tratando de mantener la calma en mi voz.
—¡Genial! Entonces, si eres el que está tomando té y leyendo el periódico, debo estar cerca —dijo Caín con una emoción palpable. Alcé la vista y lo vi en la entrada, su figura iluminada por la luz del sol. Se acercó con una sonrisa, sentándose a mi lado con la familiaridad de quien se siente en casa—. ¿Ya has ordenado?
Antes de que pudiera responder, un hombre de aspecto serio se escondía detrás de un periódico en una mesa cercana. Algo en él me resultaba familiar. Era Eddy, el mismo hombre que había estado observando cada uno de nuestros movimientos. Su mirada era intensa, casi amenazante, como si cada gesto que hacíamos fuera juzgado minuciosamente. Mientras Caín le hablaba al camarero para ordenar lo mismo que yo, no pude evitar observar a Eddy con creciente preocupación.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunté a Caín, intentando mantener la conversación ligera, pero mi atención seguía dividida.
—Vine a hacer un poco de turismo —respondió Caín con una sonrisa que me desconcertó. Había algo en su tono que me hacía dudar—. ¿No crees que es cosa del destino que nos encontremos aquí?
Sonreí ante su comentario, aunque mi mente estaba lejos de compartir su optimismo. El destino, ese caprichoso titiritero, parecía estar jugando conmigo.
—Quizás... Simplemente, sucedió —respondí, dejando el periódico sobre la mesa mientras los ojos de Eddy no dejaban de seguirnos.
Nos sirvieron el desayuno, y aunque noté que Caín no parecía ser fanático de los dulces, los comió con gusto, o al menos eso parecía. Poco después, recibió una llamada y tuvo que irse de manera abrupta, dejándome con una sensación de incomodidad. Fue entonces cuando Eddy se levantó de su mesa y se acercó a mí con pasos firmes, su mirada cargada de algo más que simple desconfianza.
—Te lo advierto —dijo Eddy, tomando mi brazo con una fuerza que casi me hizo perder el equilibrio—. Aléjate de él. Caín ha hecho un gran esfuerzo para seguir adelante, y tú no eres quien para ilusionarlo.
Sentí una mezcla de sorpresa e ira ante sus palabras. ¿Quién era este hombre para hablarme así? ¿Qué derecho tenía de entrometerse en algo que claramente no comprendía?
—¿Disculpa? —respondí, tratando de mantener la calma—. ¿Quién te dio el derecho de hablarme así?
Eddy apretó mi brazo con más fuerza, pero no le di la satisfacción de mostrar dolor. Lo aparté con un empujón, dejando claro que no me dejaría intimidar. La tensión en el aire era palpable, y su frustración solo creció cuando intentó derramarme el agua caliente del té, fallando miserablemente y cayendo al suelo en el proceso.
—No hagas comentarios que no puedas manejar —dije, mirándolo con una mezcla de lástima y desprecio, antes de salir del café. Afuera, Caín estaba esperando, y su rostro se iluminó al verme, pero yo ya no podía compartir su entusiasmo.
Mientras caminábamos hacia un parque cercano, me sumí en un silencio cargado de pensamientos. ¿Realmente debía continuar con esta relación? ¿O estaba simplemente prolongando una mentira que solo causaría más dolor? Cada paso que daba me alejaba más de una verdad que no quería enfrentar: quizás nunca sería lo que Caín necesitaba, o tal vez, simplemente no era la persona que él creía amar.
—Ansel... —La voz de Caín me sacó de mis pensamientos. Me detuve, girándome hacia él, notando la preocupación en sus ojos—. ¿Te sientes bien?
Sentí su mano en mi frente, un gesto de cariño que en otro momento me habría reconfortado, pero ahora solo me hacía sentir más distante.
—Todo está bien —respondí, apartándome suavemente—. Solo que en una semana tengo que regresar a mi país. Es una fecha importante que no puedo dejar pasar.
Era cierto; debía regresar para el aniversario de la muerte de los padres de Ansel. Aunque no los conocía, sentía una extraña obligación de estar presente en ese día tan significativo.
—No te preocupes. Entiendo que es temporal. Probablemente regresaré el mes próximo, ya que tengo que hacer unas escalas en otros lugares —dije, mientras me sentaba en una banca cercana. Caín se sentó a mi lado, en silencio, su presencia cálida pero llena de una tristeza que no podía ignorar.
—Comprendo. Te esperaré —dijo Caín, sonriendo con una ternura que me dolió en el alma. Su sonrisa era genuina, pero los ojos no mentían: una sombra de tristeza los opacaba—. Se está haciendo tarde. ¿Te gustaría que te acompañe a casa?
Rechacé su oferta, alegando que me estaban esperando. Aceptó acompañarme hasta cerca de mi destino, y se despidió con una sonrisa que me dejó con un nudo en el estómago. Le respondí con otra, pero por dentro me sentía culpable, perdido en un mar de emociones contradictorias. No sabía si estaba usurpando el lugar de alguien que Ansel había amado y olvidado, o si simplemente me estaba equivocando de persona. Las dudas me atormentaban, y aunque intentaba mantener la calma, sabía que solo el tiempo diría si Caín tenía un lugar en mi vida o si debía seguir adelante, buscando respuestas en la verdad y no en ilusiones.