Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Dos
En Nueva York, el retumbante sonido del reloj despertador le anuncia a Alejandra que es hora de levantarse, detesta madrugar porque es noctámbula, pero su jornada laboral la espera. Un café negro bien cargado es lo que necesita para comenzar el día.
La chica de cabello azabache recogido en una cola alta y su particular atuendo negro, llega al colegio privado donde da clases de literatura.
—¿Cómo estuvo tu fin de semana preciosa?— le pregunta cariñosamente el profesor Córdoba, un hombre mayor que le dió clases a su madre y es el padre de su amiga Belkis.
— Muy bien profe y usted ¿qué tal? — expresa con una sonrisa al recordar los intercambios de mensajes de la noche anterior con su confidente desconocido. Él notó el brillo particular en sus ojos, sin embargo no hizo ningún comentario.
Así paso la mañana, sin pena ni gloria, entre clases y corrección de exámenes.
Franco es madrugador, después de su rutina de ejercicios y un desayuno con proteínas sale hacia la oficina con su traje de sastre oliva, que resalta sus ojos pardos y lo hace ver con más años de los que realmente tiene.
— Buenos días, señor Alcázar, el señor Reinaldo Leiva lo está esperando — informa la recepcionista señalando al joven distraído en una revista que está sentado en el sillón más alejado de la recepción.
Reinaldo es un fotógrafo artístico amigo de Franco y fue personalmente a asegurarse de que asistiera a la inauguración de su exposición.
—Te aseguro que ahí estaré — expresa Franco estrechando su mano y despidiéndose de él, para sumergirse en el desarrollo de los proyectos pendientes...
— Amiga, acabo de tropezar en la puerta con un papacito que ¡Dios! — dice Belkis abanicándose el rostro con sus manos, junto con llegar a la mesa donde la espera Alejandra. — ¿No lo viste?
Ella niega, estaba tan concentrada en la lectura que por un momento se perdió de todo lo que la rodea.
—¿Cómo va todo con Pablo?— pregunta curiosa su amiga.
— Bien, normal ¿por qué?— responde Alejandra un tanto a la defensiva, está cansada de que todos le digan que debe formalizar su relación.
— Por nada, solo que — hace una pausa suspirando — es que tus ojos brillan más si te digo que te regalaré un libro de cocina, que si te lo nombró a él, y es bastante decir que tú no eres muy amante que digamos a la cocina.
Alejandra da un sorbo a su café tratando de organizar su respuesta, pero nada sale de su boca.
— Si no lo quieres déjalo, peor es que vivas una vida gris por complacer a los demás — prosigue Belkis en lo que se ha convertido en un monólogo — vamos a estar claros en algo y quiero que lo entiendas, todos merecemos un amor que nos haga estremecer.
El tema murió ahí y se concentraron en temas irrelevantes, pero dos palabras quedaron rondando en la cabeza de Alejandra: Gris y estremecer.
Así pasaron dos días en los que Alejandra sigue en una relación monótona con Pablo y a once minutos para la medianoche tiene el móvil en mano, esperando el mensaje de su dios nórdico...
— Joven, lo busca una señorita — le dice Mayra, la muchacha de servicio, a Franco cuando se encuentran, ella subiendo a avisarle y él bajando listo para ir a la exposición de Reinaldo.
—¿Qué haces aquí Melanie?— pregunta de manera hosca.
— ¿Así es como recibes las visitas?— pregunta la mujer rubia de minúsculo vestido y grandes implantes mamarios, haciendo una mueca con la boca mientras pestañea repetidas veces.
— No recibo a nadie en mi casa, debiste llamar — le contesta un poco irritable,
—Bueno, pero como ya estoy aquí podemos divertirnos por ahí o aquí— le dice acercándose lentamente tratando de seducirlo.
— Lo siento, pero voy de salida — habla mientras abre la puerta y la invita salir de la casa.
—¿Puedes llevarme? Es que no traje vehículo — dice fingiendo estar desvalida.
Franco se rinde y como una muestra de caballerosidad abre la puerta de copiloto a Melanie para luego él ingresar al auto, no le queda más remedio que llevarla de acompañante, prometió estar junto a su amigo en el momento de la inauguración y no quiere retrasarse.
Al llegar a la Galería de Arte de Toronto, Melanie se cuelga del brazo de Franco y al verlos acercarse, Reinaldo mira a su amigo con una sonrisa y levantando una ceja.
— Ni lo menciones — es lo único que dice Franco mientras trata de soltarse del agarre de su acompañante.
El joven empresario esta fascinado con la temática del fotógrafo, "la reacción humana ante las artes". Distintas impresiones gráficas donde las expresiones faciales toman un papel preponderante; pero no fue hasta que estuvo al frente de una gigantografía de 1.50 x 1.00 metros, que quedó sin aliento. Una hermosa mujer frente a la escultura de Pigmalión y Galatea con los ojos vidriosos y los labios entreabiertos, expresando un sin fin de sentimientos.
— Está es mía — dijo Franco y salió apresurado en busca del artista, olvidándose de la mujer que lo acompaña.
— Reinaldo, Galatea es mía, ponle precio, no se la puedes vender a nadie más— dijo apresurado antes de que otro se enamore del cuadro, al principio el artista no entendía a qué se refería y recordó la fotografía de gran formato.
Después de insistir por más de una hora ante la negativa del fotógrafo, este accedió a venderle la obra.
— Ahora cuéntame — dice mientras realiza una transferencia para asegurar ser el dueño de la pieza de arte — ¿Cómo lograste sacar fotografías dentro del Museo Metropolitano de Nueva York?
Reinaldo solo sonrió encogiéndose de hombros — Tengo contactos y mis mañas.
Franco se retiró más que satisfecho, solo tiene que esperar a que desmonten la exposición para tener su nueva adquisición en sus manos. Muere por contarle a Galatea2943 pero hoy no era el día de comunicarse y pasa la medianoche.