Freya siempre ha creído que el romance es una pérdida de tiempo. ¿Para qué enamorarse si todo tiene un final inevitable? Con esta filosofía, ha construido una vida de encuentros casuales y relaciones superficiales, pasando de una mujer a otra sin dejar que nadie se acerque demasiado. Pero, ¿qué sucede cuando el amor inesperado llama a su puerta? ¿Podrá Freya abrirse a la posibilidad de un amor verdadero, o seguirá aferrada a su creencia de que el romance es solo una ilusión efímera?
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Capítulo 5:¿algo podría salir mal?
La hora de las clases ya había terminado para nosotras. Estaba agotada por todas las clases y tareas que tenía, así que, junto a Charlotte, me dirigí al comedor. Mi estómago rugía de hambre.
Al llegar a la mesa, estaba decidiendo qué comer para saciar mi hambre, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por alguien que me abrazaba por detrás.
—¿Qué te pasa? ¡Suéltame!
Me sobresalté por el susto. La persona detrás de mí susurró en mi oído:
—¿Qué comerás, hermosa?
No era nadie más que la mismísima Min-ju.
—¿Te asusté? Te traigo algo para que comamos juntas.
—No, gracias, ya pediré algo.
—Te traigo una malteada de chocolate, una pasta de camarones y un pequeño postre.
Su propuesta me hizo dudar. Me encantaban los postres y la malteada.
—Es comida, no puedo dejar que se desperdicie. Dámelo.
Intenté decirlo de la manera más seca posible. La comida que me mostraba frente a mí era tan tentadora y yo tan glotona.
Min-ju se sentó con nosotras. La cara de Charlotte reflejaba fastidio y una molestia insoportable, que se podía sentir en sus ojos azules.
—Abre la boca, cariño, te daré un poco.
—¡Espera! No me des de comer y, más aún, no me hables así —respondí, tartamudeando, avergonzada.
—Mmmm, solo un poquito, ándale, cariño.
—¡Basta! ¡Ella TE DIJO QUE NO!
El grito de Charlotte hizo que todos en el comedor nos miraran. La situación era vergonzosa.
—Por favor, baja la voz, Charlotte. Al igual que tú, Min-ju, yo puedo comer sola.
—No es asunto tuyo, Charlotte. Es más, vete. Quiero estar a solas con Fraye.
Las palabras de Min-ju fueron afiladas. Se podía sentir la tensión entre ellas, como si se apuñalaran con la mirada, aunque no se tocaban. El ambiente se sentía caliente, pesado, como si cualquier palabra pudiera desatar una pelea.
—¡Cállate, mocosa! Solo eres una más de su lista, mañana habrá otra.
—¡BASTA LAS DOS! Dejen de pelear, vamos a comer en paz.
Nuestro almuerzo terminó en un silencio incómodo, con esas dos solo mirándose con cara de odio. Cuanto más se acercaba Min-ju, más se enfurecía Charlotte.
Finalmente, Charlotte rompió el hielo con voz tensa.
—¿Hoy vamos a ver una película, Fraye?
—Ella ya tiene planes conmigo, así que piérdete —Min-ju la interrumpió, su tono feroz haciendo que Charlotte se pusiera aún más roja de ira.
—No tengo planes y mucho menos contigo, así que no molestes, Min-ju. —Por supuesto, Charlotte, veamos una en mi departamento.
El rostro de Charlotte se iluminó, como si hubiera ganado una medalla de oro. La competencia por mi atención estaba llegando a un punto insostenible.
Esa misma noche, Charlotte tocó a mi puerta. Esta vez no era como siempre, en pijama para nuestras noches de película. Hoy llevaba un vestido negro satinado, algo más sexy, que se ajustaba a su figura. Era una mujer muy hermosa, con ojos azules como el océano y una cabellera rubia y larga. Era alta, solo un par de centímetros más baja que yo. Su sangre rusa se notaba por su belleza.
—¿Y esa pijama qué? Jaja, ¿vas de cazadora? —dije, burlándome, ya que lucía tan diferente a lo habitual.
—Claro que no, boba. Solo la vi en la tienda y me pareció bonita, así que la compré. ¿Qué tal me queda?
—Lucen muy bien, hasta diría sexy. Destacan tus ojos, me gustan.
—¡Haces que me sonroje!
Nuestra tradición de los viernes consistía en ver películas hasta tarde, mientras comíamos palomitas y bebíamos un poco. Pero esa noche fue distinta. Un visitante tocó a mi puerta, interrumpiendo nuestra película.
Esos ojos oscuros se asomaron por la rendija de la puerta. Min-ju, la pequeña coreana, estaba en mi puerta con pizzas en las manos, usando una pijama de satín rojo, que coincidía exactamente con la de Charlotte. Mis ojos se detuvieron en su cintura, que tanto me gustaba.
—¿Qué haces tú aquí ahora? ¿No te cansas de seguirme?
Mis palabras hicieron que Charlotte volteara a mirar a la pequeña.
—¡¿Con un demonio?! Otra vez tú.
Su voz resonó, pero no tan fuerte. Su cara de enojo era clara, aunque trataba de controlarse.
—Solo pasé por casualidad frente a una pizzería y pensé que podría hacerles falta. ¿Puedo pasar?
—No.
Le cerré la puerta de golpe. Sin embargo, la chica no dejaba de golpearla, de manera tajante, dejándome sin opción más que abrirle.
—Pasa solo un rato y luego vete.
Entró con una sonrisa tan grande, de oreja a oreja, como si estuviera ganando alguna batalla.
—Traje algo de tequila para relajarnos.
Eso era una señal. El tequila era peligroso, teniendo en cuenta a dos mujeres locas y el ambiente tan cargado. Esa noche tenía tantas posibilidades de salir mal que solo me quedaba mantenerme sobria... o eso pensaba.