Sofía y Erick se conocieron cuando ella tenía seis años y él veinte. Ese mismo día la niña declaró que sería la novia de Erick en el futuro.
La confesión de la niña fue algo inocente, pero nadie imaginó que con el paso de los años aquella inocente declaración de la pequeña se volvería una realidad.
¿Podrá Erick aceptar los sentimientos de Sofia? ¿O se verá atrapado en el dilema de sus propios sentimientos?
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El cumpleaños de Sofia
Las horas fueron pasando, y la angustia que Sofía había sentido luego de hablar con Erick se convirtió en nervios y expectación. Había decidido dejar de pensar en la respuesta que él le había dado, se aseguró a si misma que cuando él llegara a la fiesta y la viera se daría cuenta de que ya no era una niña, ahora era más que eso, una mujer dispuesta a amar y ser amada.
Así que, sin demasiada prisa comenzó a prepararse para la gran fiesta que Leo y Mónica habían preparado.
Sofía estaba en su habitación, rodeada de globos de colores, serpentinas y los regalos que había recibido en los días previos. El nerviosismo la hacía caminar de un lado a otro, tocándose el cabello y arreglándose el vestido de fiesta que había elegido con tanto cuidado. Era un vestido azul claro, el color que más le gustaba, con detalles en encaje y una pequeña cinta que marcaba su cintura. Frente al espejo, se miraba, sonriendo a medias, tratando de convencerse de que todo saldría bien. Este era su cumpleaños número diecisiete, un día especial en el que esperaba ver a todos sus seres queridos, pero sobre todo a él, a Erick.
Mónica entró en la habitación con una sonrisa amplia y una taza de té en la mano. Al ver a su hija tan nerviosa, no pudo evitar reírse con ternura. Se acercó y la abrazó por detrás, rodeándola con sus brazos.
-¿Estás lista, princesa?- preguntó Mónica, su voz suave y llena de cariño.
Sofía asintió, aunque su corazón no dejaba de latir con fuerza. Se volvió hacia su madre y la abrazó con fuerza.
-Estoy lista, mamá. Solo... estoy un poco nerviosa.
Leonardo apareció en la puerta, con una sonrisa cómplice y los ojos brillando de emoción al ver a la que una vez fue su pequeña, su hija. No importaba que ella nunca lo llamara papá, él sentía que lo era de corazón, y verla crecer tan rápido le llenaba de orgullo y una sensación de amor indescriptible. Se acercó y le dio un beso en la frente.
-Vas a brillar esta noche, princesa. Eres increíble, y todos lo van a ver- le dijo, con esa voz profunda que siempre lograba tranquilizarla.
Diego, quien había llegado temprano para ayudar con los últimos preparativos, se asomó por la puerta. Al ver a Sofía y la expresión de la pareja, se acercó y le sonrió.
-Todo va a salir bien, Sofi. Y recuerda, todos estamos aquí para ti- le dijo, con un tono cariñoso y alentador. Su presencia era un anhelo de protección y seguridad para ella, un recordatorio de que no estaba sola, incluso en los momentos más difíciles.
La campanita de la puerta sonó y los primeros invitados comenzaron a llegar. El sonido de risas y voces llenaba la casa, y Sofía sintió un cosquilleo en el estómago. No era solo la emoción de cumplir un año más, sino la expectativa de ver a las personas que más amaba, incluidos Ian y, por supuesto, Erick.
Ian apareció con su típico aire despreocupado y su sonrisa fácil. Vestía una camisa de cuadros y jeans, y un brillo especial en los ojos al ver a su mejor amiga. Se acercó a Sofía y la abrazó con fuerza.
-Feliz cumpleaños, Sofía. ¡Te ves increíble!- le dijo, levantándola un poco del suelo en un gesto de cariño.
Sofía rió y lo abrazó de vuelta. Los nervios comenzaban a mezclarse con la emoción, y por primera vez en el día, una sonrisa genuina se dibujó en su rostro. El aire de la fiesta se llenaba de alegría, de la música suave y de la risa de los amigos y la familia, pero en su corazón, Sofía no podía evitar pensar en él y en qué significaría su llegada para ella, para su noche, y para ese momento que tanto había estado esperando.
Sofía e Ian se encontraban en un rincón de la sala, cerca de la mesa de los aperitivos, charlando entre risas y pequeños comentarios mientras observaban a los invitados llegar. La emoción en el aire era palpable; se sentía en la música que sonaba de fondo y en el bullicio de las conversaciones que llenaban la casa. Sofía, aunque feliz, no podía evitar sentir ese cosquilleo nervioso que se había instalado en su estómago desde que se despertó esa mañana.
Ian la miró de reojo, con una sonrisa tímida y comprensiva. Sabía lo mucho que significaba Erick para ella, y también sabía que a pesar de que Sofía había crecido seguía siendo la misma niña que, a los cinco años, le prometió que algún día sería su novia. Ian se sintió un poco celoso, pero era una emoción que se disipaba al ver la cara de su amiga, tan llena de esperanza y cariño.
-¿Crees que venga, Sofía?- preguntó Ian, recordando que ella le había dicho lo de la llamada, lo preguntó suavemente asi como si temiera romper la burbuja de felicidad que ella había creado.
Sofía levantó la vista y le sonrió, esa sonrisa que él conocía tan bien, la que le daba esperanza incluso en los días más nublados. Asintió con la cabeza, intentando esconder su nerviosismo detrás de una expresión confiada.
-Sí, Ian. Estoy segura de que vendrá- respondió ella, casi como un susurro, mirando hacia la puerta como si allí se encontrara la respuesta a todas sus preguntas.
El ambiente a su alrededor se llenó de risas y charlas, pero de repente, un par de voces infantiles sobresalieron entre el ruido. Lucas y Marco, los pequeños de la familia, corrían por la casa, y entre risas y gritos emocionados, exclamaron:
-¡Ahí llegó el tío Erick!
El corazón de Sofía dio un salto en su pecho. Sus ojos se abrieron de par en par y se giró hacia la entrada, con el tiempo pareciendo detenerse por un momento. En ese instante, Ian también se dio la vuelta y pudo ver cómo la figura de Erick entraba en la casa, con su porte elegante y su sonrisa confiada. Detrás de él, una mujer con cabello oscuro y ojos azules lo seguía, mostrando una sonrisa radiante que parecía iluminar el salón.
La emoción se mezcló con una punzada de incertidumbre en el corazón de Sofía. ¿Quién era ella? ¿Qué significaba eso para Erick? A pesar de la calidez de la reunión, el mundo de Sofía se encogió por un momento. Sus ojos buscaron a Ian, quien le miraba con una expresión de apoyo, sabiendo que ahora el tiempo había llegado a un punto de no retorno.
-Sofia- dijo Ian, acercándose a ella, mientras la música y la charla de los invitados continuaban a su alrededor- lo importante es que este día es para ti.
Sofía asintió, aunque su mirada seguía fija en Erick y en la mujer que lo acompañaba. Sabía que ese momento marcaría algo en su vida, y aunque los sentimientos fueran confusos, también entendía que a veces el amor era más complicado de lo que ella había soñado. Con un suspiro, trató de concentrarse en las voces y risas a su alrededor, dejando que el presente la envolviera, al menos por un momento más.