Tu Decidiste Dejarme

NATASHA

No sé que me pasó anoche solo me volví salvaje y no lo deje dormir, aunque él respondió de la misma manera haciéndome sentir la mujer más hermosa del mundo.

Me estiro en la cama, escucho el leve gruñido de Oliver a mí espalda y luego un beso.

– Deja de moverte –dice con voz ronca.

– ¿Que te parece si vamos a pasear? –me giro hacia él–. ¿Eh?.

– ¿Quieres ir a pasear? –susurra–. Me parece bien. Podemos ir al parque.

– Bueno, entonces a levantarnos –digo sonriendo.

Cuando intento levantarme Oliver toma mí brazo y me tira de nuevo a la cama, se coloca sobre mí.

– Unos minutos más –me dice haciendo puchero–. ¿SII...? –me besa en cuello dejando una mordida.

– Oliver... –arqueo la espalda–. Tu sabes que cuando dices unos minutos son dos horas.

– Tómalo o déjalo, amor –se ríe mirándome.

– ¿Y si te digo que está noche te tengo una sorpresa? –lo miro picarona.

– ¿Una sorpresa? –me mira arqueando una ceja–. ¿Que sorpresa?.

– Es para esta noche –le doy un beso–. Pero ahora me duele mucho el cuerpo, asesino.

– No me digas así, amor –me devuelve el beso–. Lo siento... Pero no lo siento.

Desliza sus manos por mis piernas hasta mis muslos, libero pequeños jadeos alentadores para él.

– ¿Mamá, papá? –Catalina habla detrás de la puerta–. Benicio me está molestando.

– No puede ser. –bufa–. Ahora vamos mí amor –le dice Oliver.

– Tenemos que levantarnos, señor Ferrari –le sonrío–. Nos encontraremos esta noche, señor.

– Que no se entere mí esposa, señorita Ferrari –me sonríe.

Nos levantamos y nos vestimos para salir de la habitación. Desayunamos... Adler y Nicole se fueron al circuito.

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ADLER

Vamos junto a Nicole al circuito, llegamos al taller y veo a los demás hablando. Pronto Ryan aparece en mí campo de visión, con las manos en los bolsillos se acerca a nosotros.

– Hola... –nos saluda–. ¿Cómo están?.

– Estamos bien –dice Nicole–. Que raro que me saludes a mí.

– ¿Vas a empezar así o que? –se cruza de brazos–. Quiero hablar con ustedes.

– Claro, vamos –digo y empezamos a caminar.

Los tres salimos del taller y nos acercamos a las gradas para hablar.

– Ya estamos aquí –digo–. ¿Sobre que querías hablar?.

– Sobre lo que pasó ayer –Ryan suspira–. Sobre la carrera.

– Si. ¿Y que con eso? –pregunta Nicole.

– Bueno, no se cómo decirlo –traga saliva–. ¿Aún está en pie la propuesta de correr?.

– ¿Lo dices en serio? –le pregunto–. ¿Quieres correr?

– Si, digo sino han cambiado de opinión sobre apoyarme –nos mira–. Me gustaría.

Miro a Nicole quien mira a Ryan sonriendo emocionada.

Empieza a dar saltitos de emoción.

– ¡CLARO QUE SI! –exclama y golpea su hombro–. Soy buena convenciendo gente.

– No te creas... –Ryan la mira–. Mí hermano también estuvo torturandome toda la noche con correr.

– ¡Siempre amargandome! –exclama ella y sonríe–. ¡PERO VAS A CORRER! ¡ES GENIAL!.

– Iré ya mismo a hablar con los dirigentes y hablaré con nuestro tío Alex –le digo–. Mañana mismo quizás empieces con el papeleo.

– Hay un problema –dice Ryan–. Desde que mí padre murió me dedique a cuidar a mí hermano, no pude terminar el secundario. ¿Pasa algo con eso?.

– Aamm... No, creo que no –digo–. Cualquiera cosa la solucionaremos.

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OLIVER

Nos sentamos en el parque bajo una manta que tire en el piso, veo a mis hijos jugar juntos en la plaza.

– Han crecido tanto –dice Natasha–. Son enormes y muy activos.

– Muy activos... Ellos tres, Adler y Nicole, y tu... –la miro–. Son lo mejor que me pasó en la vida.

– Cuando acabó todo con Jake y me fui, con el paso del tiempo jamás pensé que habría una nueva persona –me sonríe.

Se abre paso entre mis brazos y me abraza, beso su cabeza y luego sus labios.

– Luego apareciste –dice–. Y todo lo que había pensando se esfumó en segundos.

– Y yo pensé que jamás me enamoraría –le sonrío–. Y tu cambiaste todo en dos segundos.

– Te amo, mucho mucho, Oliver –me dice.

– ¡PAPÁ! –grita Catalina–. ¡VAMOS A JUGAR PAPÁ!

– El deber me llama, amor mío –la beso y me levanto–. ¡AHÍ VA EL CAMPEÓN!

Juego con ellos varios minutos, pero ya estoy viejo para esto. Nos sentamos a comer un poco cuando mí celular se pone a sonar.

– ¿Quien es, amor? –pregunta Natasha.

– Es Adler. Ahora vuelvo –me levanto.

Me alejo un poco y contesto la llamada.

📱 << – Hijo. ¿Que paso? – >>

📲 << – Hola, papá. Lamento molestarte, pero quería pedirte algo – >>

📱 << – Claro que no molestas, hijo. ¿Que paso? ¿Que necesitan? – >>

📲 << – Aamm... ¿Recuerdas a Ryan Collins?. Es el mecánico del circuito. ¿Lo recuerdas? – >>

📱 << – Bueno... Creo que si, si lo recuerdo. ¿Que paso? – >>

📲 << – Bueno, él quiere correr. Lo he visto hacerlo y es increíble. Me preguntaba si podías llamar al tío Alex y decirle si podía ser su patrocinador – >>

📱 << – ¿Corre?. Está bien, si tienes tanta fe en él joven, llamaré a Alex y le hablaré sobre él – >>

📲 << – Muchas gracias, papá. Bueno, adiós. Cuídense, los amo – >>

📱 << – También te amo, hijo. Nos vemos – >>

Cuelgo la llamada y regreso con Natasha y los niños.

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NICOLE

Mientras mí hermano y Ryan hablan sobre lo que harán, yo los miro a lo lejos. Ni me doy cuenta cuando Barry llega a mí lado.

– ¿Que paso? –me pregunta–. Estás mirando mucho a mí hermano.

– ¿Q-que...? –lo miro confundida–. ¿Que estás insinuando?.

– Nada, no insinuó nada –me dice sonriendo–. ¿Por qué te pusiste roja?.

– Aamm... No sé, soy alérgica a los molestos –le bromeo.

Barry me sonríe, tiene un sonrisa inocente y muy simpática, realmente.

– Si, seguro –dice sarcástico–. A mí hermano también me agradas.

Me echo a reír con ganas causando que él también se ría.

– ¿Por qué te ríes así? –pregunta–. ¿Dije algo gracioso?.

– Lo de que le agrado a Ryan –lo miro–. Cuando parece que le causó alergia.

– Ryan es así, se creo una barrera invisible al rededor de él –me dice–. Pero le agradas y mucho.

Miro nuevamente a Ryan. ¿Será que si le agrado y se comporta así para aparentar todo lo contrario?. Mmhh... ¿Que huelo? ¿Un desafío?.