Corazón De Hielo.

Dante la observó con detenimiento, y de pronto se acercó un poco más y le dijo:

—¿Y no crees que alguien pueda descongelar ese témpano?

—Por supuesto que no… si alguna vez siento que se está derritiendo, entonces me alejaré de esa persona. No voy a permitir que nadie más me lastime.

—¿Y yo? —preguntó Dante.

—¿Tú qué…?

—Olvídalo. Nuestro matrimonio es una farsa, pero no me gusta pelear todo el tiempo —la respuesta de Dante fue rápida—. Sé que te dije que te odio, pero he descubierto que no me caes tan mal… Así que haré una tregua. Por el momento no deseo llevarme mal contigo. Pero te advierto: si me provocas, responderé.

—¡¿Una tregua?! ¿Me devolverás mis bienes?

—No es para tanto, Diana. No has cumplido tu penitencia. Además, mira cómo me trataste hoy… te lo dije muy bien…

Instantáneamente, Diana le retorció la mirada.

—A eso me refiero. A tu actitud.

—Comprendo, mi amorcito bello —Diana se burló deliberadamente de él—. ¿Así sí te gusta?

—Con un poco más de sentimiento —respondió él. Luego la miró y añadió—: Tengo un refresco en el auto. ¿Quieres un poco? Pero te advierto que es en botella. Solo tengo uno.

Dante corrió a buscarlo, destapó la botella y bebió un poco. Luego se la pasó a Diana.

—Qué caballeroso eres —ella limpió la botella y tomó un sorbo.

A Dante le causó gracia, y luego él volvió a beber como si nada.

—Aún no aprendes nada —añadió de inmediato.

Esa noche se quedaron un rato más ahí y, al volver a la mansión, decidieron que era hora de dormir.

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Unos días después, Dante salió de la sala de juntas y no había llegado a su oficina cuando Rosalba lo interceptó.

—Señor, en media hora tiene una reunión.

En ese momento, Dante se volteó obstinado y entrecerró la mirada.

—¿Cómo que últimamente he estado más ocupado de lo habitual? —Había notado que no le quedaba tiempo para nada.

—Si lo desea, le puedo dejar un espacio para usted —respondió Rosalba con discreción—. Por cierto, el arquitecto Carlos desea verlo. Le dije que usted no tenía tiempo, pero insiste en esperarlo. Usted me dirá si lo rechazo.

—Por supuesto que no. Hazlo pasar de inmediato.

Dante recordó al joven y se preparó para verlo. En cuanto Carlos entró, lo vio caminar, aunque aún renqueaba un poco.

—Me alegro de que hayas salido bien —Dante se puso de pie y le estrechó la mano—. Puedes sentarte.

El joven lo hizo frente a él, y luego añadió:

—Quería verlo porque deseaba agradecerle en persona. Esa era la razón por la que insistí tanto en venir.

—No fue nada, era mi deber. Eres la cabeza de este proyecto, la persona más importante…

—Pero me sorprendió que no aceptara que la compañía se hiciera cargo de los gastos.

—Mis padres no lo hubieran permitido. Verá, cuando hablamos no fui sincero.

Mi papá es un empresario muy reconocido y desea que trabaje con él, pero, entre nosotros… es imposible convivir con él. Por eso prefiero trabajar por mi lado.

—Me hice amigo de un chico rebelde… —añadió Dante. Ese era el motivo por el que no quería perder a Carlos.

—Pues no tan rebelde. Y sí, algún día trabajaré con mi padre. Pero no ahora…

Los hombres alargaron su conversación, y Rosalba interrumpió dos veces para recordarle la junta que tenían.

—Dante, dime algo… ¿el jefe aquí eres tú o ella? —Carlos no tenía ni una pizca de sutileza.

—Soy yo… obviamente.

—Pues no parece. Te tiene más controlado que tu esposa. Vamos, salgamos un rato.

Ese joven tenía una vibra algo peculiar, y realmente le agradaba a Dante.

—Vamos, necesito distraerme. Me estoy asfixiando con tanto trabajo. Además, te lo debo…

Ambos salieron juntos y sonrieron.

En ese momento, Rosalba recogió su bolso y caminó detrás de ellos. No obstante, Carlos se volteó y añadió:

—Lo siento mucho, pero no queremos chicas cerca. Mucho menos trabajo.

Rosalba quedó perpleja. Siempre lo seguía a todos lados y esperó a que su jefe le dijera algo. Y lo hizo:

—Ya escuchaste. Me estás sofocando. Hoy iré lejos de aquí. No me llames, y agenda nuevamente las citas de hoy.

Dante se rebeló ese día, pero realmente lo necesitaba.

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Por otro lado, Boris sonreía como nunca antes, y con sus manos sostenía un gran cartel que decía:

“Bienvenida al país”. Estaba adornado con dibujos hechos por él.

El vuelo se había retrasado, pero finalmente apareció una hermosa mujer.

Su cabello era negro, con ojos color miel.

—¡Boris! —Ella lo notó a la distancia. Su grito fue tan alto como la felicidad de encontrarse con su amigo—. ¡Sabía que ibas a estar aquí! Me alegro de verte.

Se abrazaron con entusiasmo. No obstante, Boris aún no le había declarado su amor, y se contuvo para no besarla.

—¿Dónde demonios está la ingrata de mi amiga? La he estado llamando y no responde ni mis mensajes. Cuando la vea, le voy a reprochar todo en su cara, ¡así se enoje ese témpano!

—Ay, amiga… —Boris aprovechó y la abrazó—. Diana lo perdió todo. No te lo dije por teléfono porque ella me lo prohibió. Tuvo que casarse con un tipo medio raro.

—¿Es gay? ¿Cómo que medio raro?

—No… no es gay. Es medio… encarado. Con un porte de hombre mandón.

—Ah, bueno. Diana lo doma, ya conoces a esa chica —añadió Jazmín.

—Lo sé, pero desde entonces solo he hablado con ella una vez. Fue por teléfono y me dijo que lo amaba y otras cosas más…

—Sin embargo, estamos hablando de Diana. ¡Por Dios! Ella no tiene sentimientos por nadie. Con costo nos tranza. Además, su matrimonio fue arreglado. Esto no se lo digas a nadie…

—Boris… tenemos muchas cosas de qué hablar. Llévame a mi departamento y me cuentas todo.

Ambos salieron rumbo al centro de la ciudad.