Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
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CAPITULO 12
El día transcurrió con calma en la clínica. Aron, poco a poco, fue recuperando color en el rostro y algo de energía en la mirada.
Kevin lo revisó varias veces, y cada control confirmaba la misma noticia: el pequeño respondía muy bien al tratamiento.
Julio no se apartó ni un solo instante de su lado.
Entre sopas, jugos y la compañía de su padre, Aron se mostró más animado, aunque aún algo débil.
Ya caída la tarde, con el sol escondiéndose tras los ventanales de la clínica, Kevin entró con el informe final.
"Está listo para irse a casa mi paciente favorito " anunció con una sonrisa "La fiebre cedió, la infección está controlada. De todos modos, necesitará reposo, líquidos y nada de dulces por un buen tiempo"
Julio soltó un suspiro profundo, como si se quitara toneladas de encima.
Miró a su hijo con orgullo y alivio "¿Escuchaste, campeón? Esta noche dormimos en casa"
Aron levantó los brazos, feliz, aunque aún cansado "¡Sí! Pero contigo, papá, no me dejes solo" dijo abrazando fuerte a su papá
Con los papeles firmados y las recomendaciones médicas en mano, al caer la noche padre e hijo abandonaron la clínica.
Afuera, las luces de la ciudad parecían distintas, más cálidas, como si también celebraran la mejoría del pequeño.
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Días después… La rutina entre padre e hijo había recuperado su ritmo natural.
Aron, completamente restablecido, iba por las mañanas al kínder, mientras Julio lo recogía al mediodía para pasar la tarde juntos en la oficina.
El pequeño jugaba o dibujaba mientras su padre revisaba contratos, una dinámica que se había vuelto parte de sus días.
Esa mañana Julio estaba sumergido en documentos fue interrumpido.
Ana, su secretaria, llamó suavemente a la puerta "Señor Mars… el señor Antonio Rosales y su hija piden una reunión con usted. Él asegura que es su suegro"
Julio levantó la vista, y su expresión se endureció de inmediato "¿Otra vez?" murmuró, fastidiado "Hazlos pasar a la sala de juntas. Diles que me esperen ahí"
En la recepción, Antonio y Ema aguardaban con impaciencia. La joven, con un vestido llamativo y un maquillaje que gritaba atención, había logrado convencer a su padre de ir pedirle a Julio una oportunidad para trabajar en el consorcio.
Según ella, era el camino perfecto para aprender y demostrar su valía, aunque en realidad lo que quería era estar cerca de él y sus padres la apoyaban.
Antonio asentía, resignado. La empresa de los Rosales era diez veces más pequeña que el imperio Mars, y aunque la petición parecía arriesgada, se dejó arrastrar por la insistencia de su hija.
Además, necesitaba una buena inversión de capital para su empresa que estaba por quebrar y si Ema lograba conquistarlo, sería su salvación, ya que Dalila desde que se caso, no saben nada de ella.
Un asistente los guió hasta la sala de juntas. Allí esperaron varios minutos, hasta que finalmente las puertas se abrieron.
Julio entró con paso firme, impecable en su traje oscuro, y tomó asiento en la cabecera de la mesa.
Su mirada era fría, impenetrable "Señor Rosales… señorita" dijo en tono seco, inclinando apenas la cabeza "¿Qué los trae por aqui?"
El aire se tensó al instante. Antonio tragó saliva, y Ema entrelazó sus dedos con un gesto calculado, dispuesta a exponer su propuesta frente a aquel hombre que parecía de piedra.
Antonio carraspeó y, con tono cuidadoso, habló "CEO Mars…" comenzó, inclinándose un poco hacia adelante "Mi hija, Ema, está interesada en aprender sobre el manejo empresarial para tomar riendas de nuestra empresa. Su idea es formarse en un entorno exigente y sólido, y su consorcio, Julio, es sin duda el mejor ejemplo en este país"
Julio lo miró fijo, sin cambiar un ápice de expresión.
Antonio continuó, buscando las palabras más correctas "No queremos caridad ni favoritismos, solo la oportunidad de que ella gane experiencia"
Por un momento, la petición sonó razonable. Antonio había usado un tono respetuoso, casi humilde, consciente de que estaba frente a un hombre que podía aplastarlos con una sola decisión.
Pero entonces, Ema no pudo contenerse. Apoyó el codo en la mesa, inclinándose hacia Julio, y con una sonrisa insinuante dijo "Exacto. Y quién mejor que usted para enseñarme, Julio… Quiero ver de cerca su forma de trabajar"
Julio alzó la vista con serenidad, aunque por dentro esas palabras lo incomodaban —Entiendo su planteamiento, señor Rosales —respondió con calma, su voz grave llenando la sala.
Ema sonrió confiada, pero Julio continuó:
—Sin embargo, debo ser claro. No puedo permitirme confusiones entre lo profesional y lo personal. Por esa razón, si decide integrarse al consorcio, no trabajará directamente conmigo. Estará bajo la supervisión del vicepresidente, Marcos Beltrán. Es uno de los mejores en su área y sé que puede guiarla adecuadamente"
El gesto de Ema se descompuso "Pero… yo esperaba aprender de ti... somos familia" protestó con cierta impaciencia.
Julio no perdió la compostura, la miró con serenidad "Señorita Rosales, le recuerdo que esto es un consorcio internacional. Tengo una agenda muy apretada para estar enseñándole"
Guardó un breve silencio antes de añadir "La decisión es suya. Yo ya le di la oportunidad... por cierto en consideración a mi esposa, su familia" dijo con ironía.
Antonio asintió en silencio, agradecido por el tono respetuoso con el que Julio había manejado la situación.
Ema, aunque inconforme, no encontró espacio para seguir insistiendo.
Julio se puso de pie, ajustó el saco y con un leve movimiento de cabeza dio por concluida la reunión "Bienvenida, entonces, al consorcio Mars… si decide aceptar las condiciones"
Y con la misma elegancia con la que había entrado, se retiró de la sala de juntas.
Ema aceptó finalmente quedarse, aunque con una sonrisa fingida. Por dentro hervía "No me importa lo que digan ni lo que impongan. Ya veré la manera de acercarme a Julio" convicción que alimentaba su ambición.
En paralelo, Julio había tomado precauciones, apenas terminó la reunión, llamó a Marcos a su oficina.
El vicepresidente llegó con cara de fastidio, y antes de que pudiera sentarse, Julio fue directo al punto.
Marcos abrió los ojos como platos y un grito ensordecedor se escuchó en la oficina "¡¿Qué?! ¿A mí? Ni la conozco y ya la detesto. ¡Julio, no me puedes hacer esto!"
El CEO mantuvo la calma, como siempre "No grites hombre. Tu ve como lo solucionas, si quieres que se vaya, hazlo por tu cuenta"
Marcos cruzó los brazos, indignado "Hermano, eso es crueldad pura… conmigo. Yo soy el que va a sufrir todos los días"
Julio lo miró en silencio, implacable, antes de añadir "Si no lo aceptas, te mando al extranjero. Tengo varios proyectos esperando vicepresidente"
Marcos palideció, llevándose la mano al pecho dramáticamente "¡Noooo! Eso es abuso laboral"
"Es una orden Marcos, no seas tan dramático" respondió Julio con calma, como si ya estuviera zanjado.
El vicepresidente lo señaló con un dedo, con fingida amenaza "Te advierto, Julio Mars: si esa mujer me vuelve loco, me voy directo a quejar con mi cuñada. Y que sea Dalila la que te patee hasta dejarte hospitalizado"
Julio apenas arqueó una ceja, conteniendo una sonrisa "¿Ves? fácilmente aceptaste"
Marcos salió refunfuñando de la oficina, mientras Julio volvía a sus documentos. Pero en el fondo sabía que había asegurado el movimiento más práctico: mantener a Ema bajo control sin ensuciarse las manos.
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El primer día de Ema en el consorcio Mars comenzó con entusiasmo fingido. El atuendo llamativo, más propio de un cóctel que de una oficina, y caminaba convencida de que pronto tendría en sus manos a Julio.
Cuando llegó a la oficina del vicepresidente, Marcos Beltrán estaba revisando unos informes. Cerró la carpeta al verla entrar y se puso de pie, con una seriedad que contrastaba con su fama de bromista.
"Señorita Rosales" dijo en tono cortés, aunque distante "Bienvenida al consorcio Mars. Desde hoy, reportará directamente a mí"
Ema sonrió, intentando mostrarse confiada "Gracias, vicepresidente. Estoy aquí para aprender cómo funciona esta empresa… y espero que me guíe personalmente"
Marcos sostuvo la mirada, frío y calculador "Voy a ser claro desde el inicio. Aquí no se viene a buscar privilegios ni atajos, su apellido no le da ventaja alguna en este lugar, lo único que cuenta es el trabajo"
Ema frunció el ceño, incómoda "Sé quién soy y lo que valgo. No soy cualquier persona"
"Perfecto" respondió Marcos, sin alterarse "Entonces demuéstrelo..."
Marcos le mando hacer una y mil cosas a Ema y la pobre mujer nunca recibió el reconocimiento de hacerlo bien, Marcos por todo se quejaba, aunque fuese que estaba bien.
Durante toda la mañana del día Ema estuvo de pie sin descansar. Arrojó la carpeta sobre la mesa y se dejó caer en la silla con un bufido.
"¡Ese desgraciado de Marcos!" murmuró entre dientes, mirando a la pared como si fuese su enemigo "Soy Ema Rosales… no una simple secretaria" dijo con rabia contenida.
Cerró la carpeta con un golpe y apoyó la barbilla en su mano. Poco a poco, la ira se transformó en cálculo, sus labios dibujaron una sonrisa torcida.
"No importa lo que diga ese tal Marcos… yo no vine por él. Vine por Julio y si Dalila lo dejó, es porque no lo supo valorar" Como no había visto a su hermanastra durante este tiempo, sospecho que Julio la mando lejos.
Mientras tanto en el área de presidencia, Isaías entró con la mochila de Aron colgada en un hombro, como cada ves que lo recogia del kínder.
El pequeño, lleno de energía, salió corriendo por el pasillo directo hacia la oficina de su padre. Empujó la puerta con fuerza y… nada. El despacho estaba vacío.
Frunció el ceño y giró hacia Isaías, que venía detrás "Tío… ¿dónde está papá?" preguntó con esa vocecita que combinaba dulzura y reclamo.
Isaías, acostumbrado ya a los interrogatorios del niño, sonrió con paciencia "Pequeño querubín, tu papá tuvo un inconveniente y tuvo que salir a una reunión con la señorita Walton, por eso no pudo recogerte"
Aron arrugó la nariz, claramente molesto "¿Y para comer?" insistió, levantando las manitas como si la comida fuera la cuestión más seria del mundo.
"Ya mandé a pedir tu almuerzo, debe estar por llegar" explicó Isaías, calmado.
El niño suspiró, resignado "Está bien, tío… entonces iré con mi tío Marcos" anunció con determinación.
Isaías lo miró con un gesto preocupado. Sabía lo que significaba eso: más travesuras en el consorcio.
"Aron… ¿seguro? Marcos está trabajando" Pero el pequeño ya había tomado camino, decidido. Sus pasos veloces lo llevaron hasta la oficina del vicepresidente.
La puerta estaba entreabierta, empujó y entró con la sonrisa pícara de quien busca cómplice.
"¡Tío Marcos!" gritó alegre "Vengo a jugar contigo"
Marcos levantó la vista de los documentos que estaba revisando y sonrió de inmediato, dejando la seriedad de lado "¡Aron, mi socio favorito! Ven aquí" dijo, abriendo los brazos.
El niño corrió hasta él y, como siempre, supo que estaba en el lugar indicado para hacer travesuras sin que nadie lo reprendiera demasiado.
Marcos miro a su pequeño sobrino y una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. Enseguida lo sentó en su regazo y, con voz cómplice, comenzó a susurrarle al oído.
Aron escuchaba con atención, y mientras más oía, más se le formaba en la cara esa expresión pícara que anunciaba travesuras.
De pronto, Isaías entró con las bandejas de comida. Al verlos tan inclinados y en secreto, no pudo evitar regañarlos "Deja de meterle ideas al niño, Marcos" Ambos se asustaron con la voz repentina.
Para ocultar sus planes los dos traviesos se enderezaron como si nada.
Aron fue el primero en reaccionar, cambiando el tema con rapidez "No estábamos haciendo nada, tío Isaías… ¿qué me trajiste de comer?"
Isaías suspiró exageradamente, como un adulto resignado ante un niño que siempre encuentra salida.
Puso las bandejas sobre la mesa y acomodó la de Aron frente a él.
Marcos observó con atención… pero no había bandeja para él "¿Y mi comida?" preguntó con tono ofendido.
Isaías se encogió de hombros "No pediste nada"
En un descuido, Marcos se inclinó y le arrebató la bandeja a Isaías "Lo siento, querido amigo" dijo con una sonrisa descarada "Pero puedes ir a un restaurante. Yo me quedo a cargo de este bebé " besando la mejilla de Aron.
El niño se limpió de inmediato, haciendo un puchero "¡Tío, no haga eso! Es asqueroso"
Por un segundo hubo silencio, y luego los tres no aguantaron la risa.
Isaías, resignado, salió refunfuñando rumbo a un restaurante "Ojala te de malestar estomacal con la comida" murmuró antes de cerrar la puerta.
Adentro, Marcos y Aron se quedaron solos, con la comida frente a ellos, asi que empezaron a comer.
Rocío de tu noche loca con Samuel hubo consecuencia porque así estarían que no se cuidaron y hasta se te olvidó la pastilla de emergencia no te preocupes hoy verás al padre de la criatura como reaccionarán los dos cuando se vean 🤔🤔🤔🤔❓❓❓
Se acordarán de lo que hicieron 🤔🤔🤔❓❓❓