Yandy encuentra a su esposo, después de más de veinte años casados en un encuentro amoroso con su secretaria.
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Desmayó
Maciel salió con una sonrisa radiante del hospital, acariciando a su pequeño hijo, que crecía en su vientre. "Aún no sé si eres nena o varón, me gustaría que siempre estés aquí conmigo, pero es algo imposible; en algún momento saldrás y te tocará afrontar el mundo mi amor", le hablo a su bebé con voz baja.
Diego a unos pasos la observaba, se puso muy contento; sabía que había cometido errores, pero el error más grande sería dejar a Maciel.
Se puso enfrente de ella; quería decirle mil cosas, quería abrazarla y sostenerla hasta el último día de su vida. Pero las palabras no fluían; simplemente miro a su amada y se puso a llorar, las lágrimas recorrían por su rostro, no podía fingir que estaba bien; su ausencia realmente le había afectado mucho.
Maciel sintió un golpe en su corazón; era la primera vez que veía a un hombre demostrar su debilidad. Amar a Henry le había arruinado la vida; ¿qué era realmente el amor?, se preguntaba vagando por su mente.
Las emociones que Diego causaba en ella le hacían entender que se podía querer, que se podía volver a amar. Ella cariñosamente secó sus lágrimas con besos dulces. El corazón de Diego sintió un poco de alivio.
—¿Qué haces aquí Diego?— Maciel preguntó al verlo más calmando.
—Te extraño. Extraño tu voz, tu mirada, tus manos, tu olor, el calor de cuerpo; te extraño tanto, Maciel, que siento que me voy a morir si sigo lejos de vos.
—Me gustaría quererte sin miedos Diego, pero aún me cuesta procesar todo lo que ha pasado.
—Pasaron muchas cosas en poco tiempo; sufrí con tu partida, pero también me pongo en tu lugar, Maciel. Solo me gustaría que me dejes estar cerca de vos y de nuestro bebé, y que juntos podamos afrontar esta realidad.
—El doctor me dijo que nuestro bebé está bien, que en dos semanas vuelva y sabremos si es nena o nene.
Diego se arrodilló y puso su oído en el vientre de Maciel; una vez más, las lágrimas se escaparon. Abrazo a Maciel con toda su fuerza y besó a su pequeño bebé que aún permanecía en el cuerpo de su madre.
Ella se sintió acompañada; Henry, su exesposo, nunca había mostrado tal emoción, hasta que Ezequiel había nacido. La diferencia era muy clara: Diego realmente amaba a su pequeño descendiente y haría cualquier cosa para protegerlo.
Diego siempre caminaba con sus hombres de seguridad; solo por esta vez quería algo de privacidad con Maciel. Por tal motivo, no había ningún hombre cerca cuando cuatro hombres bajaron de una camioneta con armas en la mano.
Con la culata del arma, golpearon a Diego en la cabeza, aprovechando que estaba arrodillado para dejarlo inconsciente. Se llevaron a Maciel sin darle la oportunidad de escapar.
Ella gritaba pidiendo auxilio, pero nadie capto el mensaje. Asustada miro a los hombres que vestían de negro; pudo darse cuenta de que eran extranjeros.
Quería preguntar un montón de cosas, pero no podía articular una pregunta coherente. Llevaba a su pequeño bebé ocultó en su vientre, por eso prefirió tomar la calma. Temía mucho por su vida y por su pequeño.
Pensó en el padre de su hijo y se preguntaba si seguía inconsciente o también vinieron otros por él. Mil pensamientos negativos le daban vueltas en la cabeza; no pudo soportar la pelea de sus emociones y se desmayó.
Luego de una hora y media, Maciel despertó. Se encontraba en un chalet de madera a orillas del río; la casa era hermosa, pero tenía un aire de malicia. Su cuerpo reposaba en una cama llena de flores; quería levantar su cuerpo de la cama, pero algo la mantenía quieta. Solo podía girar la cabeza de un lado a otro.
Quería gritar, pedir auxilio, pero justo en ese momento un hombre se acercó. La miró directamente a los ojos y luego a su hermosa silueta, y tocó sus pechos. Maciel odiaba ser tocada sin su consentimiento, pero no podía peder el control; tenía que proteger a su bebé.
—Tienes los pechos muy duros y firmes. Eso significa que puedes amamantar bien a un hijo— comentó el hombre, rozando su mano por el cuerpo de Maciel.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres?— Maciel preguntó con la voz triste.
—Me enteré de que le diste un hijo a mi hermano. Eso significa que podrías también darme uno.
—¡Qué estupidez estás diciendo!— se alteró Maciel.
—Si no haces lo que te pido, iré por Ezequiel y lo mataré delante de tus ojos.
Ella intentaba captar todo lo que el hombre decía, pero era difícil aceptar esa pesadilla. Sabía que ella y sus hijos corrían un gran peligro. De sus hermosos ojos brotaron pequeñas lágrimas. Nunca imagino que a su edad le pasarían estas cosas.
—¿Por qué no puedo moverme? ¿Qué me hiciste?
—Te pusieron una anestesia, en un par de segundos perderá su efecto. Si no quieres que te lleve a un lugar asqueroso, compórtate.
—¿Por qué hace esto?
—Porque quiero que Diego sufra.
—¿Qué fue lo que te hizo Diego?
—Se quedó con todo el legado de mi padre, pero si yo tengo un hijo, puedo recuperarlo. Y vos me ayudarás, dándome un hijo. Sé que Diego te ama; su dolor será doble — río el hombre.
Maciel nunca uso sus armas de seducción con ningún hombre, pero esta tenía que disfrazar sus lágrimas de madre y tender un ancla de rescate para que sus hijos no sufrieran ningún dolor.
—Tienes razón, Diego me ama, pero yo no tengo ningún sentimiento por él. Te daré un hijo, con una condición.
—¿Qué condición bonita?— pregunta el hombre, cariciando el rostro de ella.
—Primero deja que hable con mi hijo.
—¿Y segundo?
—Segundo, que me digas cómo te llamas.
En el rostro del hombre se plasmó una sonrisa.
—Me llamo Yasper.
—Es muy lindo.
—¿Tú eres Maciel, verdad?
—¿Por qué preguntas algo que ya sabes?
—Para seguir escuchándote.
—¡Yasper! Ahora que te veo con mucha atención, eres más atractivo que Diego. ¿Cuántos años tenés?
—¿Me estás diciendo que te gusto más que mi hermano mayor?
—Nunca dije que Diego me gustaba. En cambio, vos tenés algo que me atrae, que me inquieta.
—Maciel, no me inquietes por favor, porque no sabré como controlarme después.
—¿Te da miedo?
Yasper poso sus labios en los labios de Maciel y le dio un beso muy apasionado. Maciel no podía perder esta oportunidad, metió su legua explorando la boca de su nuevo amante. Toda condición ahora tenía que tener más peso.