Un CEO Para La Villana

EMMA:

Luego de que la doctora termina el chequeo y decir que todo está excelente, Alexandro limpia mi vientre delicadamente mientras sonríe como un tonto.

—Me alegra que nuestro bebé esté creciendo sano y fuerte.

Me susurra para luego dejar un beso en mi vientre y siento mi rostro volverse rojo.

—Le daré espacio para que pueda cambiarse.

Dice la doctora mientras sale de nuestro campo de visión.

Alexandro toma el vestido entre sus manos y me mira fijamente.

—¿Puedo?

Pregunta y yo lo miro por algunos segundos para luego asentir.

Él se acerca a mí y con mi ayuda quitamos la bata de hospital para luego él ayudarme a colocarme el vestido que llevaba puesto.

Sus ojos no apartan la mirada de mí haciendo que me ponga un poco nerviosa.

Observo como sus manos tiemblan un poco y sonrío.

—No puedo creer que estás nervioso Alexandro Moretti.

Hablo mientras me coloco en pies para que él me suba el cierre.

—Así es como me pones mi bella peli roja.

Susurra con voz ronca y siento un beso en mi cuello haciendo que mi cuerpo tiemble levemente.

Me giro para mirarlo y sus grandes manos se dirigen a mi cintura atrayéndome a su musculoso y fuerte cuerpo.

—Alex...

Susurro levantando la mirada y su rostro se acerca lentamente al mío.

—Voy a besarte.

Afirma y mis ojos se cierran automáticamente.

—Oh, lamento interrumpirlos.

La voz de la doctora se escucha e inmediatamente oculto mi rostro en el pecho del hombre que solo suspira.

—¿No podía entrar en otro momento?

Le pregunta el hombre junto a mí y yo solo quiero reír, la doctora Jiménez lo ignora y comienza a hablar sobre mi siguiente cita y de las vitaminas prenatales que debo tomar.

—Coma de manera saludable para que así su bebé nazca sano y fuerte.

Dice por último y ambos asentimos.

—Gracias doctora Jiménez.

Le digo y ella asiente.

—Si sientes alguna anomalía, ya sea dolor o sangrado no dudes en llamarme de inmediato.

—De acuerdo, muchas gracias.

Le respondo y ella nos entrega una receta al igual que el papel del ultrasonido, el cual Alexandro toma para quedarse mirando como si entendiera algo.

Salimos del hospital y ambos nos subimos al vehículo sin decir media palabra.

Observo como él está muy pensativo y me pregunto en qué pensará... ¿Será en alguna mujer?

—¿En qué piensas tanto?

Le pregunto mientras lo miro fijamente.

Alexandro se gira a mirarme y me pregunta.

—¿Quieres casarte conmigo?

—¿Qué?

Su pregunta me toma por sorpresa.

—¿Quieres casarte conmigo Emma Miller?

Vuelve a preguntarme y yo entrecierro los ojos.

—¿A qué viene esa pregunta tan repentina Alexandro?

Él se encoge de hombros y mira al frente mientras dice.

—Me gustó llamarte mi mujer, mi esposa, es un grato privilegio, además siendo la señora Moretti tendrás muchos más privilegios y te aseguro que tu familia no podrá tocarte nunca más.

—Oh vaya, viéndolo de esa manera ¿Cuándo nos casamos? ¿Hoy?

—¿Hoy?

pregunta confundido.

—Si, de esa manera evitamos que otras lagartonas quieran saltar encima de ti.

Alexandro se ríe e inmediatamente se acerca a mí.

—Sí que eres celosa... Pero no te preocupes, así me gusta.

Murmura para luego llevar sus grandes manos a mi nuca y juntar su rostro al mío.

Sus labios acarician levemente los míos mientras sus ojos me miran fijamente.

—Eres tan hermosa... Y estoy tan feliz de que lleves a nuestro hijo en tu vientre.

Murmura para luego profundizar el beso y mis ojos se cierran de manera automática.

Nuestras lenguas se unen en un frenético baile, mientras sus dedos se internan en mi cabello dando suaves caricias.

El timbre de su celular interrumpe nuestro momento y este se separa de mí con la reparación algo agitada.

—Tu celular...

Susurro.

—Si, mi celular...

Dice sin dejar de mirarme mientras lo toma de su bolsillo y sin mirar quien, responde la llamada.

—¿Si?

Su rostro se transforma y su ceño se frunce mientras se acomoda en su asiento.

ALEXANDRO:

—¿Si?

Respondo la llamada y me arrepiento de haberlo hecho.

—Primo, me alegra de sus hayas respondido el teléfono... Estoy en tu empresa y no me dejan entrar, necesito hablar con mi prometida, pero tus hombres me impiden el paso.

—David...

Menciono con un sabor amargo en la boca y mis ojos miran automáticamente a la hermosa mujer junto a mí.

—Sí, soy yo, permite que me dejen entrar a la empresa, tengo semanas que no veo a mi prometida... Hazlo por mí ¿Sí?

Un largo suspiro sale de mis labios y entrecierro los ojos.

—Te voy a dar un consejo primo... No vuelvas a llamarme... y una cosa más... Será mejor que te olvides de tu “Prometida”

Cierro el celular con esto último y suspiro sintiendo enojo.

—¿Era David?

Pregunta ella mirándome con esos hermosos ojos que me vuelven loco.

—Sí, quiere hablar contigo.

Le digo y ella solo rueda los ojos restándole importancia.

—Y ahora ¿Qué quiere ese bueno para nada? Lo único bueno que puedo hacer por él, es invitarlo a nuestra boda ¿No te parece buena idea?

Pregunta ella mientras una sonrisa extraña se asoma por sus labios.