Lyra, una joven de origen humilde, jamás imaginó que su vida daría un vuelco tan radical. A bordo del lujoso crucero llamado Temple, un mundo de opulencia y glamour se abrió ante ella. Entre camarotes dorados y fiestas deslumbrantes, Lyra se encontró trabajando como camarera, lejos de su sencilla existencia. Allí, cruzó su mirada con la del enigmático capitán, Kael. Un hombre de belleza imponente y carácter indómito, cuya mirada helaba hasta los huesos de los más osados. Sin embargo, Lyra, con su inocencia y espíritu indomable, logró derretir poco a poco el frío hielo que rodeaba a Kael, descubriendo un alma atormentada bajo esa fachada de dureza.
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Capitulo 23
Lyra asintió con la cabeza y se dirigió hacia el portal de cristal. El portal brillaba con una luz irreal, y Lyra sintió que la atraía hacia él.
Tomó una profunda respiración y se adentró en el portal. Al entrar, sintió que el mundo se volvía de cristal. Los árboles de cristal se alzaban a su alrededor, brillaban con una luz irreal y creaban un ambiente de magia y de misterio.
El aire estaba lleno de un olor a cristal y a algo más antiguo, más misterioso. Era un olor que le recordaba a Lyra las profundas cuevas que había explorado en su infancia, pero con un toque de magia y de peligro.
Lyra comenzó a caminar por el laberinto de cristal, sintiendo que el suelo se hundía bajo sus pies. Las paredes del laberinto eran de cristal transparente, y Lyra podía ver a través de ellas el exterior. Pero las paredes también eran deformes y cambiantes, y Lyra se dio cuenta de que era fácil perderse en este laberinto.
Lyra comenzó a caminar con cuidado, tratando de no perder la orientación. Sabía que tenía que encontrar el Cristal de los Sueños, pero no tenía ninguna idea de cómo encontrarlo.
De repente, escuchó un ruido proveniente de la distancia. Era un sonido suave y misterioso, como el canto de un pájaro lejano.
Lyra se quedó escuchando el sonido, sintiendo que la atraía hacia él.
Comenzó a caminar en dirección al sonido, sintiendo que la luz del cristal se intensificaba a medida que se acercaba.
Al final del camino, Lyra encontró una gran cámara de cristal. La cámara estaba llena de cristales de colores vibrantes que brillaban con una luz irreal. En el centro de la cámara, se alzaba un árbol de cristal que emanaba una energía extraña y misteriosa.
Lyra se quedó mirando el árbol con asombro. Era un árbol precioso y misterioso, con ramas que se extendían hacia arriba como si quisieran tocar el cielo. Sus hojas eran de cristal transparente, y brillaban con una luz irreal que le recordaba a Lyra los sueños que había tenido en su infancia.
En el centro del árbol, se alzaba un cristal gigante que emanaba una energía extraña y misteriosa.
El cristal brillaba con una luz blanca intensa, como si estuviera lleno de miles de estrellas. Lyra sintió que la atraía hacia él.
Se acercó al árbol con cuidado, sintiendo que el suelo se hundía bajo sus pies. El árbol parecía tener vida propia, y Lyra sintió que la estaba observando con sus ramas de cristal.
"Hola," dijo Lyra, con un tono suave y respetuoso. "Soy Lyra. Vengo en busca del Cristal de los Sueños."
El árbol no respondió. Solo se quedó mirándola con sus hojas de cristal, como si estuviera evaluándola.
Lyra se quedó en silencio un momento, sintiendo un poco de inseguridad. No sabía si el árbol era un amigo o un enemigo.
De repente, el cristal gigante que se alzaba en el centro del árbol comenzó a brillar con una luz más intensa. Lyra cerró los ojos con fuerza, sintiendo que la energía la envolvía completamente. Sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal, y un sentimiento de vértigo y de desorientación la invadió.
Cuando abrió los ojos de nuevo, se dio cuenta de que estaba en un lugar diferente. No estaba en la cámara de cristal, sino en un lugar oscuro y húmedo. Era un lugar de horror y de desesperación, un lugar que le recordaba a Lyra las pesadillas que había tenido en su infancia.
Era una cueva oscura y húmeda, llena de arañas gigantes que colgaban de las paredes y de murciélagos que volaban en la oscuridad. El aire estaba lleno de un olor a humedad y a algo más antiguo, más misterioso. Era un olor que le recordaba a Lyra las profundas cuevas que había explorado en su infancia, pero con un toque de magia y de peligro.
Lyra sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. No entendía cómo había llegado a este lugar, pero sentía que algo terrible estaba a punto de suceder.
En ese momento, escuchó un ruido proveniente de la oscuridad. Era un sonido grave y desagradable, como el rugido de un animal feroz.
Lyra se quedó mirando la oscuridad con miedo, sintiendo que el corazón se le salía del pecho. No sabía qué era ese ruido, pero sentía que no era nada bueno.
De repente, una figura gigantesca emergió de la oscuridad, con un rugido que sacudió la cueva.
La figura era un monstruo de piel negra y escamosa, con ojos rojos intensos que brillaban en la oscuridad. Tenía una boca llena de dientes afilados y un cuerpo musculoso que emanaba una fuerza aterradora.
Lyra se quedó petrificada del miedo, sintiendo que el cuerpo le temblaba de manera incontrolable. No sabía qué hacer.
El monstruo se acercó a ella con un paso pesado y amenazante. Lyra sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal.
"Tú no deberías estar aquí," dijo el monstruo, con una voz grave y desagradable que parecía venir de las entrañas de la tierra.
Lyra tragó saliva, sintiendo que la garganta se le cerraba. No sabía qué decir.
"¿Quién eres tú?" preguntó Lyra, con un tono tembloroso.
"Yo soy el Guardián del Laberinto," respondió el monstruo, con un tono fío y cruel. "Y tú has intruido en mi dominio."
Lyra sintió que la esperanza se le escapaba de las manos. No tenía ninguna posibilidad de escapar.