El Horizonte de Nosotros es una cautivadora historia que explora las complejidades del amor y la identidad. Chris, un joven profesor de cosmología, vive atrapado en un conflicto interno: su homosexualidad reprimida choca con los rígidos prejuicios impuestos por sus creencias religiosas. Su vida dará un giro inesperado cuando conozca a Adrián, un hombre carismático y extrovertido que, a pesar de ser padre de un niño pequeño, descubre en Chris algo que lo atrae profundamente.
En este encuentro de mundos opuestos, ambos se verán enfrentados a sus propios miedos y deseos. ¿Podrá Chris superar sus barreras internas y abrirse al amor que le ofrece Adrián, o será consumido por la culpa y la autonegación, conduciendo a su autodestrucción?
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El viaje de regreso
El autobús seguía avanzando, envuelto en un silencio roto únicamente por el rugido del motor y el suave murmullo del viento. La mayoría de los pasajeros dormía, agotados después de los días de actividad. Adrián, con la mirada perdida por la ventana, notó cómo los primeros rayos del sol comenzaban a teñir el cielo con tonalidades anaranjadas.
A su lado, Chris dormía profundamente. Su cabeza, que inicialmente descansaba contra el respaldo del asiento, había terminado apoyada en el pecho de Adrián, arrullada por el movimiento del autobús. Al principio, Adrián lo observó con sorpresa, pero esa sensación rápidamente dio paso a una tierna calidez. Miró de reojo el cabello rubio de Chris, que caía en suaves ondas, y la tranquilidad que se dibujaba en su rostro al dormir. Sin saber por qué, decidió no moverlo.
Mientras el autobús recorría el sinuoso camino de regreso, Adrián sintió una paz que no esperaba. Su mente divagaba entre recuerdos y reflexiones, pero en el fondo, no quería que ese momento terminara. Finalmente, se quedó dormido también, con la cabeza ladeada y una expresión tranquila.
Un brusco frenazo sacudió el autobús, despertando a los pasajeros. Chris abrió los ojos lentamente y se dio cuenta de inmediato de dónde había estado apoyado. Su rostro se puso rojo como un tomate mientras se enderezaba rápidamente, tratando de disimular su incomodidad.
Adrián, aún adormilado, lo miró con una sonrisa perezosa. "Vaya, parece que dormiste mejor que yo", bromeó, estirándose con exageración.
Chris apartó la mirada, incómodo. "Perdón, no me di cuenta... fue el movimiento del autobús", murmuró, jugando nerviosamente con las mangas de su camisa.
Adrián soltó una risa suave. "Tranquilo, no me molesta. Aunque, si hubieras querido vengarte del golpe que me diste la otra noche, podrías haberlo hecho de otra manera, ¿no crees?"
Chris lo miró con los ojos muy abiertos, y Adrián se llevó la mano al ojo simulando dolor. "¡Mira! Todavía me duele cuando lo recuerdo", añadió, dramatizando y fingiendo una expresión de sufrimiento.
La broma fue suficiente para que Chris se relajara un poco. Bajó la cabeza, ocultando una pequeña sonrisa que no podía evitar. "No fue mi culpa... fue tu pesadilla", respondió, entre tímido y divertido.
Adrián se encogió de hombros. "Pesadilla o no, creo que ahora estamos a mano. Así que no te preocupes, puedes dormirte en mi hombro cuando quieras". Le guiñó un ojo, su tono desenfadado desarmando cualquier tensión.
Chris trató de no tomarse demasiado en serio la broma, pero la amabilidad de Adrián le provocó una sensación extraña en el pecho. Mientras el autobús retomaba su trayecto, Chris fingió mirar por la ventana, aunque su mente estaba lejos, atrapada en una mezcla de emociones y pensamientos que apenas comenzaba a comprender.
Adrián, por su parte, observó a Chris de reojo, sonriendo para sí mismo. No entendía del todo por qué sentía esa ternura hacia él, pero tampoco tenía prisa por encontrar una respuesta.
El autobús llegó al campus justo cuando el sol se alzaba por completo. Los estudiantes y profesores comenzaron a descender con rostros cansados pero satisfechos. Adrián y Chris caminaron juntos hacia la cantina de la facultad, donde el aroma del café recién hecho y los panes recién horneados los recibió.
Adrián, con su energía habitual, fue directo al mostrador y compró un par de panes y café para ambos. "No te preocupes, yo invito esta vez", dijo, ignorando las protestas de Chris, quien insistía en pagar su parte.
Ya sentados, Adrián abrió un pequeño frasco de mermelada que llevaba consigo. Untó generosamente un poco en un trozo de pan y lo extendió hacia Chris. "Toma, prueba esto. La hace mi mamá, es la mejor del mundo", comentó con una sonrisa cálida.
Chris lo miró sorprendido, con una mezcla de timidez y agradecimiento. "Gracias... no tenías que hacerlo", dijo mientras tomaba el pan. Le dio un mordisco y, al instante, su expresión cambió. "Está realmente buena", admitió, aunque sentía más calor por el gesto que por el sabor.
Adrián sonrió, satisfecho. "Te lo dije. Mi mamá es toda una experta en estas cosas. Hablando de mi familia…" comenzó, mientras sacaba su teléfono.
Pasaron los siguientes minutos con Adrián mostrando fotos de Lucas, su hijo, en distintas etapas de su vida. "Aquí está en su primer cumpleaños... Mira, este fue cuando fuimos al parque, se emocionó tanto con los patos... Y aquí con mis papás, que son su adoración." Chris miraba cada foto con atención, notando el brillo en los ojos de Adrián mientras hablaba.
Sin embargo, las fotos también incluían algunas en hospitales. "Lucas es un niño fuerte, pero ha tenido sus luchas. A veces la salud no está de nuestro lado, pero hacemos lo que podemos", comentó Adrián, su tono cálido ahora teñido de una leve melancolía.
Chris asintió, sin saber exactamente qué decir. "Debes ser un padre increíble para él", dijo al fin, y lo decía en serio.
Adrián rió suavemente. "Hago lo que puedo. No voy a mentirte, ha sido duro, sobre todo con su mamá. Esa relación fue... complicada." Hizo una pausa, tomando un sorbo de café antes de continuar. "Al principio parecía todo perfecto, pero las cosas cambiaron. Nos herimos mucho, y al final, ella decidió irse. Me dejó a Lucas, y aunque fue un golpe, creo que fue lo mejor para él."
Chris lo escuchaba en silencio, impresionado por la vulnerabilidad con la que Adrián hablaba. Había algo en su sinceridad que lo desarmaba por completo.
Antes de que el tema se pusiera demasiado serio, Adrián sacó algo más de su mochila. "Por cierto, sé que después del viaje tu espalda debe estar sufriendo." Puso un pequeño frasco de relajante muscular sobre la mesa. "Tómate esto cuando llegues a casa. No cura milagros, pero ayuda."
Chris lo miró, incrédulo. "¿Cómo sabes eso?"
Adrián se encogió de hombros con una sonrisa. "Tienes esa forma de caminar cuando estás cansado. Mi papá tiene el mismo problema, así que lo reconozco. Además, no está de más cuidar a un compañero de viaje."
Chris tomó el frasco, sintiendo que sus mejillas se calentaban. "Gracias, Adrián. En serio."
"De nada, amigo", respondió Adrián, dándole una palmadita en el hombro. "Para eso estamos."
Mientras seguían desayunando, Chris notaba algo en Adrián, en su forma de ser tan abierta y amable, que lo hacía sentir en un espacio seguro, aunque su mente aún luchaba por aceptar esas emociones.
Adrián, por su parte, disfrutaba del momento. No entendía completamente por qué, pero estar con Chris se sentía bien, natural, como si esa conexión estuviera destinada a crecer, aunque todavía no sabía en qué dirección.
Ame.