La Rebelión De Los Caídos

La Fortaleza de los Susurros los recibió con un aire helado y denso, como si el tiempo dentro de sus muros no avanzara. El suelo estaba cubierto de polvo y escombros, y las paredes se alzaban como sombras pesadas, marcadas por runas que parecían parpadear con una luz tenue. Los murmullos eran más fuertes ahora, un eco constante que se deslizaba por cada grieta y rincón.

Nix avanzó al frente, su espada en mano. La determinación en su rostro contrastaba con el leve temblor en sus manos. Las voces no cesaban, y cada una parecía diferente: algunas eran familiares, otras desconocidas, pero todas llevaban un tono de reproche, susurrando sus miedos más profundos.

“Nunca recuperarás tu trono...”

“Eres débil, como tu madre lo fue...”

“¿Crees que puedes confiar en ellos? Te traicionarán como Kael lo hizo...”

Nix apretó los dientes y avanzó, ignorando los susurros tanto como podía. Thalos y Drystan la seguían de cerca, sus pasos resonando en el silencio. Drystan miró nervioso a su alrededor, mientras que Thalos parecía más sereno, aunque sus ojos brillaban con una intensidad que indicaba que también escuchaba los murmullos.

–Esto no es normal –dijo Drystan en voz baja–. Es como si... como si supieran exactamente lo que tememos.

Thalos asintió, pero no respondió de inmediato. Se giró hacia Nix y habló con un tono firme.

–No les des poder, Nix. No pueden lastimarte si no les crees.

Ella no respondió, pero sus pasos se hicieron más decididos. Si algo había aprendido en los últimos meses era a controlar su miedo. Y aunque las palabras de las voces la herían, sabía que no podía permitirse flaquear.

El Camino Fragmentado

El grupo llegó a una sala inmensa, con columnas que se alzaban hacia un techo tan alto que desaparecía en la oscuridad. En el centro, un puente estrecho cruzaba sobre un abismo negro, conectando su lado con una enorme puerta al otro extremo de la sala.

–¿Qué es eso? –preguntó Drystan, señalando el puente.

Thalos examinó el suelo y los bordes del abismo.

–Un camino de prueba. Si las leyendas son ciertas, la fortaleza está diseñada para probar la fuerza de quienes se atrevan a entrar. Este puente es solo el principio.

Nix se adelantó sin dudar, pero al dar el primer paso sobre el puente, el suelo tembló y una figura se materializó ante ellos. Era una silueta alta y oscura, con ojos rojos que brillaban como brasas. Su voz resonó en la sala, grave y llena de desprecio.

–¿Creen que son dignos de cruzar? Ningún mortal ha logrado superar las pruebas de la fortaleza. Ustedes no serán diferentes.

Nix alzó la espada y dio un paso adelante.

–No necesitamos ser dignos de tus estándares. Solo necesitamos avanzar.

La figura rió, un sonido que reverberó por toda la sala.

–Muy valiente, reina caída. Pero el coraje no basta aquí. Cada uno de ustedes debe enfrentarse a lo que más teme. Solo así podrán cruzar.

Sin darles tiempo a responder, la figura alzó una mano, y la sala se llenó de una luz cegadora. Cuando Nix pudo abrir los ojos de nuevo, el puente, la puerta y sus compañeros habían desaparecido. Estaba sola, en un espacio completamente oscuro.

El Juicio de Nix

De repente, un fuego ardió frente a ella, y una figura emergió de las llamas. Era Kael, su esposo traidor, con la misma sonrisa que le había mostrado el día de su boda. La imagen era tan vívida que Nix dio un paso atrás, apretando los puños.

–¿Todavía no has aprendido? –preguntó Kael, su voz llena de burla–. Elara tenía razón. Eres una reina fuerte, pero demasiado ingenua. Crees que puedes confiar en alguien, pero todos te traicionarán.

Nix levantó la espada, pero la imagen de Kael no se inmutó.

–No eres real –dijo, su voz temblando ligeramente–. No voy a caer en tus mentiras.

Kael avanzó, y con cada paso, su apariencia cambiaba. Su rostro se convirtió en el de Thalos, luego en el de Drystan, y finalmente en el de su madre, la antigua reina, cuya muerte había dejado cicatrices en el corazón de Nix.

–¿Y si tienes razón? –preguntó la figura, con la voz suave y triste de su madre–. ¿Y si no puedes confiar en nadie? ¿Y si siempre estarás sola?

El corazón de Nix dolía, pero no bajó su arma.

–Puede que esté sola, pero no estoy rota. Mi dolor me ha hecho más fuerte, y no dejaré que tú, o cualquier otra ilusión, me detengan.

Las llamas alrededor de la figura comenzaron a apagarse, y el espacio oscuro se iluminó. La voz de la figura resonó una última vez antes de desaparecer.

–Quizás eres más fuerte de lo que pensé. Pero tu camino aún será largo, reina.

Las Pruebas de los Compañeros

Mientras tanto, Thalos y Drystan también enfrentaban sus propios juicios. Thalos estaba rodeado por sombras que susurraban los nombres de las almas que había dejado atrás en su inmortalidad. Cada rostro que aparecía lo hacía vacilar, pero su determinación no flaqueó. Sabía que su pasado estaba lleno de pérdidas, pero no podía dejar que lo definiera.

Drystan, por su parte, se encontró en un campo de batalla, rodeado de los cuerpos de sus antiguos compañeros de armas. La culpa y el miedo se apoderaron de él, pero una voz en su interior, la voz de Nix, le recordó que debía seguir adelante.

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Reunión y el Umbral

Cuando los tres emergieron de sus pruebas, estaban nuevamente en la sala principal, de pie frente a la gran puerta. Ninguno habló de lo que había enfrentado, pero sus miradas lo decían todo. Habían superado algo que los había cambiado para siempre.

La gran puerta se abrió lentamente, revelando una cámara iluminada por una luz dorada que parecía provenir de ninguna parte. En el centro, sobre un pedestal, había un objeto pequeño y brillante: un fragmento de cristal que parecía contener un fuego eterno.

–La reliquia –susurró Thalos, acercándose con cautela.

Nix avanzó y tomó el cristal entre sus manos. En cuanto lo hizo, sintió una ola de poder recorrer su cuerpo, como si el fuego que contenía reconociera el suyo.

Pero antes de que pudieran celebrar, un rugido ensordecedor resonó en la fortaleza. La figura oscura del puente apareció nuevamente, pero esta vez no estaba sola. Decenas de sombras comenzaron a emerger de las paredes, avanzando hacia ellos con una intención clara.

–La prueba no ha terminado –dijo Thalos, desenvainando su espada.

Nix levantó la reliquia, que ahora brillaba con más fuerza.

–Entonces terminémosla.

Y con esas palabras, la batalla comenzó.