Matteo Bushida Lombardi desde pequeño vio a sus padres amarse por sobre todas las cosas, y pensó que él había encontrado un amor igual, pero todo lo perdió por culpa de aquella noche.
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Seis
Livia entró en un gran salón en el que se estaba realizando la fiesta tirando del brazo de Mia mientras la chica miraba a todos lados asustada.
Nunca había estado en un lugar como aquel, pero si había algo de lo que estaba segura, no le gustaba ese ambiente.
El vestido que Livia le había dado dudaba que alguna vez la otra lo hubiera tenido puesto, era demasiado pequeño incluso para ella, al punto de sentirse avergonzada de estar vestida así y para terminar era dorado haciendo que a pesar de ser tan chica y delgada más de un hombre en aquel lugar la mirara de forma desagradable.
- ¿Quién es tu acompañante Livia?
Un joven que encontraron en la fiesta se interesó.
- Es Mia, Mia ellos son Franco y Matteo.
- Hola, los saludó tímidamente.
- Hola- le respondieron los dos jóvenes.
Matteo miró a la chica, parecía que la habían sacado de un catálogo de juguetería, era como una Barbie que no tuvo tiempo de crecer, sobre todo si lo comparaba con su tamaño pues a sus diecisiete años ya el Bushida era bastante alto, pero enseguida pasó la vista a otra cosa, a él la única muñeca que le interesaba tenía el pelo rojo y lo calentaba de cero a cien en un momento.
- Livia no creo que sea correcto que yo tome alcohol. - se quejó Mia en frente de un vaso que le ofrecía la otra un poco más tarde.
- Por favor Mia, no seas amargada, un poco de alcohol no va a matarte, estás en una fiesta, tienes que aprender a integrarte.
- Pero...
- Pero nada, no hagas que me arrepienta de haberte traído, tómate ya eso a ver si voy a bailar.
Mia le dio un sorbo a la bebida y comenzó a toser, pero al levantar la vista vio la mirada juzgadora de Livia y siguió tomando.
- Livia no me siento bien.- se quejó la chica unos minutos después.
- Eso es porque no estás acostumbrada a beber, ya veo con Franco y te busco un lugar para que descanses mientras se termina la fiesta.
Livia buscó a su cómplice con la vista a través del salón y cuando lo encontró este le hizo un gesto con los ojos para que fuera hasta donde habían pactado y con disimulo tomó a la chica de los hombros y caminó con ella hacia un pasillo.
- ¿De verdad no vas a tomar nada?- le preguntó Franco a Matteo sosteniendo un vaso con alcohol que supuestamente le había enviado Mia para convencerlo de aunque sea bailar con él una canción.
- Sabes que no me gusta el alcohol, además mis padres no saben que ya lo he probado, Sorrento podría decirles.
- No va a pasar nada, no le desprecies el trago a la amiga de Livia, déjala que sueñe un poco con alguien que no está a su alcance.
- Tú sabes bien que no me interesa regalos de ninguna mujer Franco, yo ya escogí a una y ella es la única.
- Vamos Matteo, es una chiquilla que cree que va a ganarte por una noche regalándote un trago, déjala que se crea que es alguien.
- Está bien, dame eso, pero que sea la última vez que recibas un regalo de una mujer a mi nombre.
Matteo tomó el vaso y de un golpe se bebió todo el contenido mientras Livia dejaba a Mia acostada en una habitación sin ropa interior, preparada para recibir la trampa que tenían esa noche.
- Tengo mucho calor.- se quejó Matteo estirando el cuello de la camisa que llevaba- Tengo que salir de aquí, no soporto este calor.
- ¿Pero que te pasa hermano?- Franco parecía preocupado.
- Necesito un baño, tengo que entrar a una ducha, este calor me va a matar.
- Aquella puerta es una habitación, entra allí y ve al baño.- le dijo indicando el mismo pasillo por donde habían salido Livia y Mia y el chico caminó hacia allí dando traspiés.
Entró en la habitación y miró desesperado a todos lados, para ese momento el calor ya se había transformado en un deseo desmedido por tener sexo, casi sentía que su hombría iba a reventar y que si no encontraba pronto la manera de desfogarse moriría sin remedio.
Y allí la vio sobre la cama, entre flashes que iban y venían recordó el vestido dorado y terminó de volverse loco al encontrarla en aquella posición con los pies abiertos, como si estuviera esperándolo.
Como un animal comenzó a quitar su ropa y cuando cayó sobre ella ya estaba desnudo.
- Ayuda- pidió ella con un hilo de voz aunque nadie la escuchó- No por favor, no lo haga.- suplicó pero a cambio solo sintió como él entraba en su cuerpo sin compasión y le arrancaba el vestido para seguir lastimándola.
Suplicó y lloró, intento escapar, pero su cuerpo no reaccionaba, parecía como si su mente fuera un ente que flotaba fuera de su cuerpo, un cuerpo que estaba siendo violentado de manera salvaje sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.
- Sí, sí- lo escuchaba entre gruñidos como si aquel hombre fuera un animal o estuviera poseído por una entidad maligna y cada vez que pensaba que aquel martirio iba a terminar lo sentía comenzar todo de nuevo, una vez tras otra, hasta que al parecer se quedó sin fuerzas y cayó como desmayado sobre ella.
Mia ni siquiera lloraba ya, solamente intentaba respirar al tener aquel hombre sobre ella.
¿Cuanto rato más pasó? No lo supo, pero si sintió que sus manos y sus pies volvían a dejar atrás el entumecimiento y poco a poco recobraba la movilidad de ellos.
😭😭